
JOSÉ MONERRI
Lunes, 6 de septiembre 2010, 11:54
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La calle de Palas tiene una curiosa historia porque llevó el nombre de dos heroicos hermanastros militares y hasta tuvo una lechería con establo de vacas. Esta vía urbana enlaza la calle de los Cuatros Santos con plaza de San Francisco, Campos y San Francisco. En un principio fue un carrerón llamándosele calle del Gobernador. Como recuerda Federico Casal, por el año 1780, tenía el domicilio en ella un rico propietario llamado Juan Palás, y de su patronímico había tomado ya el nombre de calle de Palás, y de Palas -sin el acento- como está rotulada. En 1810, su hija María Joaquina Palás, casada con Eugenio de Torres, teniente de navío de la Armada, incoó en el Ayuntamiento un expediente de hidalguía con el objeto de recobrar para sus hijos el estado de hijosdalgos. Antes del citado año, en su casa ya desaparecida, colocó sobre la puerta el escudo de armas en el edificio número seis.
En el Cabildo municipal celebrado el 6 de octubre de 1909, el alcalde José Antonio Sánchez Arias dio cuenta a la Corporación de la muerte heroica del capitán Antonio Ripoll Sauvalle, hijo de Cartagena, que sucumbió gloriosamente en el combate de Zoco de Jemis en los campos de Melilla, y recordó que en los de Cuba, en otra heroica acción, murió también gloriosamente un hermano de Ripoll, el teniente Eduardo Milvain Sauvalle, cuya memoria debía honrarse, a cuyo fin propuso que a la calle de Palás, en la que nacieron, se la denominase en adelante calle de Ripoll-Milvain, y así se acordó por unanimidad.
Antonio Ripoll y Sauvage nació en Cartagena el 22 de enero de 1881. Entró en la Academia Militar de Toledo el 29 de agosto de 1895 y obtuvo el empleo de segundo teniente el 21 de diciembre de 1896. Un año después fue destinado, a petición propia, al Ejército de Filipinas donde brilló por su valor. También a petición propia, fue agregado a la tercera Compañía del segundo Batallón que prestaba servicio de trinchera en la línea avanzada de blokaus sosteniendo fuego diariamente contra el enemigo, hasta el 13 de agosto de 1898, en que fue herido de bala en la muñeca izquierda, lo que le ocasionó la pérdida del antebrazo. Se le colocó una mano de aluminio que llevaba enguantada. Por ello, se le conoció como 'El capitán de la mano de plata'.
Por su comportamiento en la defensa de Manila, se le concedió la cruz roja del Mérito Militar. El 7 de agosto de 1898 había alcanzado el grado de primer teniente. Embarcó para la Península como inutilizado en campaña, concediéndosele el empleo de capitán por su valeroso comportamiento y herida.
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Llegado a la Península, consiguió continuar en la escala activa, siendo destinado a Cartagena hasta agosto de 1909 en que, a petición propia, fue destinado a Melilla, al Batallón de Figueras, y mandando la cuarta Compañía, en heroica acción, halló la muerte en el Zoco el Jemis de Beni-Bu-Ifrur (Melilla), al recibir una descarga el 30 de septiembre de 1909. Tras su fallecimiento fue ascendido a comandante, concediéndosele la Cruz Laureada de San Fernando.
Caído en Cuba
Eduardo Milvain y Sauvage nació en Cartagena el 20 de junio de 1871, ingresando en la Academia General Militar en 1891 y ascendió a segundo teniente el 10 de julio de 1894, siendo destinado al Regimiento de Sevilla, de guarnición en Cartagena. Al iniciarse la insurrección de Cuba fue destinado al Batallón de Alcántara, uno de los primeros que salieron de la Península para sofocar aquélla. Pronto se dio a conocer por sus condiciones militares y cualidades particulares. Obtuvo el mando de la guerrilla montada del Batallón, cuyo cargo dejó para tomar el de la sección de tiradores del mismo Cuerpo. Durante veintiún meses que estuvo en la campaña fue galardonado con tres cruces rojas del Mérito Militar y dos pensionadas de la misma orden. Por los méritos contraídos en la acción de Manguaco se le ascendió a primer teniente. Fue herido en acción de guerra en diciembre de 1895 y murió sobre el campo de batalla en Ribera de Veguita, defendiendo un convoy el 16 de diciembre de 1896. Contaba veintitrés años.
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No podemos omitir en la historia de la calle de Palas la existencia en ella de la Lechería Suiza, una lechería con vacas. Estuvo en el centro por los años 30. Isidoro Valverde, en su "Cartagena entrañable", dejó escrito: «Cuando en Cartagena los sanos tomaban leche de cabra y los enfermos leche de burra, la Lechería Suiza marcó el camino del progreso expidiendo leche de vaca auténticamente helvética». Las tres o cuatro vacas estaban en un establo al final de la lechería. En los escaparates podía verse platos de arroz con leche, natillas, mojicones y flanes. Algo increíble en los tiempos que vivimos, pero que es una nota muy típica de esa Cartagena que se nos fue.
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