
LOLA GUARDIOLA
Viernes, 30 de julio 2010, 09:58
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El silencio, un desgarrador silencio, fue la nota predominante en la despedida que el pueblo de Fuente Álamo le tributó ayer a una de sus hijas, Marta Acosta Mendoza, fallecida el pasado sábado, junto a otras 20 personas, en la tragedia del festival 'Loveparade' de Duisburgo (Alemania). El sepelio congregó a dos centenares de personas, entre familiares, amigos, allegados y compañeros de Universidad, en el templo parroquial de San Agustín.
Marta había nacido en Cambrils (Tarragona), pero tenía fortísimos lazos con el terruño porque padres, abuelos y el resto de la familia nacieron en Fuente Álamo.
El funeral fue concelebrado por varios curas, y al frente de todos estuvo el vicario de la zona de Cartagena, José León. El obispo José Manuel Lorca Planes y el párroco del templo, José Sánchez, ausente al estar haciendo el Camino de Santiago, enviaron mensajes de aliento que reprodujo el vicario. En su homilía, José León intentó aplacar el profundo dolor de los asistentes, especialmente de los padres, Faustino y Agustina, y hermanos de la víctima, angustiados por la marcha prematura de su ser más querido. Marta iba a cumplir 22 años el próximo 26 de agosto, coincidiendo con su más que probable estancia en el municipio para disfrutar de las fiestas patronales.
Pese a todo, Faustino y Agustina se mostraron enteros, hasta tal punto de que él supervisó el cortejo fúnebre y se encargó de consolar a sus hijos. Los padres decidieron que Marta descansara eternamente en el panteón familiar posee en el cementerio municipal de Fuente Álamo.
Por la mañana, en la iglesia de Vila Fortuny, Cambrils (Tarragona), donde vivía Marta con sus padres y hermanos, se ofició un funeral para la despedida de sus vecinos y compañeros de Universidad.
La casualidad quiso que Marta Acosta fuese enterrada el mismo día de su santo. Algunos de sus familiares la recordaban como una «chica vigorosa, sana y muy alegre». Era aficionada a la vela y a la bicicleta. Contaban la anécdota de este invierno, cuando se dirigía al campus «en bici, incluso los días que nevó».
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Como antaño, los familiares quisieron que los asistentes tuvieran un recordatorio, en el que figuraban estos versos: «Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, yo me duermo sosegado, arrullado por el mar. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar».
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