ALEXIA SALAS
Lunes, 19 de julio 2010, 13:14
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Noche de jóvenes talentos en Jazz San Javier. Después de ver pasar grandes talentos del pasado, suena esperanzador prepararse para escuchar algo nuevo. Si no fuera así, lo único que nos quedaría serían las grabaciones y los museos. Quién si no pondrá música al futuro, porque no imagino un porvenir sin ritmo propio. Si está todo inventado o no, nos lo irán diciendo músicos como Christian Scott, uno de los trompetistas de la nueva era, una esperanza. Al joven músico lo presentan como el nuevo Miles Davis, tal vez con exagerado entusiasmo. Desde luego recuerda al maestro de la búsqueda, al príncipe de las tinieblas en su economía de notas y esa voz contenida que dan esa sensación permanente de libertad controlada del jazz, pero Scott no podrá evolucionar nunca en la misma dirección por la evidente razón de que ha nacido 50 años después, y lo que aglutinó Davis en su mente e hizo destilar por sus tubos ya no se puede descubrir.
Uno no puede bañarse dos veces en el mismo río, lo dijo alguien hace muchos lustros. Tal vez evoque también algo de la fragilidad de Chet Baker, con esa suavidad que emula a la voz humana. De hecho, Scott utiliza una trompeta transformada, modelo único con nombre de huracán, el arrasador Katrina. Una casa comercial se lo fabricó en exclusiva con una forma especial que le ayuda a realizar su particular técnica de soplado. Se basa en la manipulación de la temperatura del aire que insufla y en su articulación, lo que le otorga un sonido similar al susurro humano, esa capacidad lacerante de la trompeta llevada más allá. Y cuando el joven músico hace uso de su truco logra escalofriar al auditorio. Se ensimisma en sus penetrantes fraseos y convierte cada discurso en una confesión.
Cuando la partitura se deja atrás, no hay otro modo de expresión más que la desnudez. En esos momentos de intimidad -aunque parezca raro en un recinto con cientos de personas, la hay- el joven trompetista tiene la facultad de quedarse a solas con cada espectador. Merece especial mención la nueva iluminación de este año en el Festival, que ayuda a potenciar las emociones.
El quinteto improvisó a lo grande, con la potente ayuda del batería Williams y la más discreta aportación del guitarrista Stevens. Scott tiene algo que engancha, un desparpajo fresco y una voz original. La música resulta algo enormemente subjetivo e inexplicable, sólo sé que buscaré las futuras grabaciones de este chico nada caluroso a juzgar por su abrigado atuendo, bufanda incluida en una noche álgida de estos veranos sin piedad.
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Su predecesor en la sexta noche de Jazz San Javier, más aclimatado a los calores levantinos, catalán como es y potenciador del espíritu y la música mediterráneas. Comenzó dedicando un tema precioso a los vaivenes del mar, Mediterránea, filtrando esencias tradicionales y flamencas con un jazz suave y aéreo.
Para recordar también es la balada Terres de LEbre, con un bello solo de guitarra, aunque recuerda demasiado a Luis Salinas, sobre todo en este tema, ya que después Vaquero aflamenca aún más su concierto para desembocar en momentos sorprendentes, como la versión de Moon River con la voz y las palmas de Raúl Leiva, un cantante con nervio.
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Por qué no, Henry Manzini por bulerías.
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