En el Bloomsday y el Dublín de James Joyce
PATRICIO PEÑALVER ESCRITOR
Jueves, 17 de junio 2010, 03:17
Hay libros que te marcan y que te dejan una ininterrumpida estela a la que tarde o temprano siempre acabas regresando. Uno de esos universales libros ilegibles y raros para algunos, e imprescindibles para otros, es el 'Ulises' de James Joyce. Tal que un día 16 de junio se celebra el Bloomsday en Dublín conmemorando la odisea viajera del personaje principal del libro, Leopold Bloom, que sale a pasear una mañana de 1904, en torno a las calles de la ciudad dublinesa, una ciudad sin límites.
No son pocas las veces que he escuchado: «No he podido acabar este libro», «lo he intentado pero no lo llego a entender». Joyce aconsejaba a sus amigos que releyeran despacio 'La Odisea', antes de abordar 'Ulises'. Incluso, en vísperas de la publicación, a Djuna Barnes, en el café Les Deux Magots, le dijo: «Lo malo es que el público pedirá y encontrará una moraleja en mi libro, o peor, que lo tomará de algún modo serio, y, por mi honor de caballero, no hay en él una sola línea en serio».
Muy en serio leí por primera vez en 1979 el 'Ulises' de aquella edición de Bruguera-libro amigo, con las certeras notas y espléndida traducción de J. M. Valverde, y, nada más comenzar la primera página, no pude parar. Una tórrida tarde de agosto de 44 grados a la sombra de unas hermosas jacarandas, se presentó frente al libro un amigo y me saludó. Quería platicar un rato y yo le espeté que no tenía tiempo, que no podía dejar de leer. No sé si fue esa tarde, u otra, en la que en el mismo banco estaba esperando la cita con una muchacha en flor que nunca llegó, y de pronto una paloma defecó sobre mi pensamiento dejando un perfume agreste en mi cabeza. Yo pensaba que me había caído desde la jacaranda un ramillete de flores violáceas, pero, ¡cá! Muy serio, seguí leyendo sonrientemente.
Bastantes años más tarde, regresé a la estela como el Ulises que regresa a su casa después de la 'Odisea', y quise celebrar aquel 16 de junio a la manera joyceana: ya tenía el té y las tostadas, me faltaban los riñones de cerdo. Me dirigí a un amable carnicero y le solicité unos riñones frescos, le expliqué que eran para freírlos y celebrar el Bloomsday, que éste era el desayuno de Leopold Bloom, un personaje de libro. El carnicero, muy serio, me indicó sonriendo: «Yo no digo ni que esté bien ni que esté mal, cada uno es como es, y hay gente 'pa'tó'». Al final, los dos coincidimos en que, en lo referente a celebraciones, extrañas o populares, un día era un día; por cierto, lo riñones estaban muy buenos.
Tal día como un 16 de junio comienzan los peregrinos su recorrido por los lugares emblemáticos del Dublín de Joyce, desde la torre mítica Martello.
Un 16 de junio de 2008 acudió por primera vez al Bloomsday el escritor Enrique Vila-Matas, con el propósito de asistir a la ceremonia fundacional de la Orden del Finnegans, aunque esta orden imaginaria y por oposición con el ritual cada vez más turístico sólo comparte un lugar común, la Meeting House Square, la plaza del Temple Bar, que es el espacio al que cada año acude gente del todo el mundo a leer el 'Ulises'.
Enrique Vila-Matas, hace unos meses, publicó su libro 'Dublinesca': su particular homenaje a al Dublín de Joyce. Su amigo el escritor Eduardo Lago, director del Instituto Cervantes de Nueva York y miembro fundador de la Orden del Finnegans, dice que «el Dublín de 'Dublinesca' es más verdadero que el que pisa el viajero o aparece en las guías, porque en él se superponen, como sucede siempre en el universo de Vila-Matas, multitud de planos, algunos de los cuales no se encuentran en la realidad».
Estoy totalmente de acuerdo con estas apreciaciones de Eduardo aunque en realidad aún no haya leído la novela. Para el caso les podría decir a ustedes que ya la he leído y realmente daría lo mismo. En esa realidad, leyendo las apreciaciones de algún que otro crítico con cara de tontucio y aires de querer ser el gran Clarín de la época, que pone muy bien a la novela, y se reclama vilamatiano, yo me sitúo en otra realidad imaginaria, en otro plano. Con este tipo de vilamatianos, yo no voy ni al pico de la esquina. A mí ya me ha marcado algún que otro libro de Vila-Matas. Tal vez otro 16 de junio me decida con 'Dublinesca'. Mientras tanto, permítanme los miembros de la Orden del Finnegans que comparta con ellos este Blooomsday con una fría y espumosa pinta de cerveza. Salud.
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