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Crónica de un desastre ambiental anunciado

Durante 33 años se han vertido a la bahía de Portmán con total impunidad 58 millones de toneladas de estériles

JOSÉ ANTONIO GARCÍA CHARTON

Viernes, 9 de abril 2010, 02:56

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Prólogo: La llegada hacia 1870 de Miguel Zapata Sáez, el "Tío Lobo", cambiaría para siempre la fisonomía de la sierra minera de La Unión. Originario de San Javier, de la estirpe ganadera de "Los Cabreros", las rentas del negocio familiar ya le habían permitido comprar terrenos en La Manga del Mar Menor, para después interesarse por las actividades extractivas (salinas y encañizadas), e inclinarse finalmente por la minería de pico-marro y galería, actividad, bien entrado el siglo XIX, más propia de buscavidas que de serios hombres de negocios. Es sucesivamente dueño de ventorrillo, partidario, corredor y transportista de mineral, y, a partir de ahí, crece en influencia e inversiones, fabricando utillajes y maquinaria minera, introduciéndose en la fundición, y, sobre todo, comprando innumerables concesiones hasta ser dueño de casi todo el negocio minero. Reputado por explotar y reprimir salvajemente a sus obreros, el Tío Lobo concretiza desde Portmán su creciente peso político en su yerno, el joven médico José Maestre Pérez, de familia de vinateros murcianos. Las sucesivas guerras y dictaduras, la decadencia y posterior hundimiento de la minería, y la muerte de Zapata en 1918, de su yerno en 1933 y de su nieto José Maestre Zapata en los albores de la guerra civil, acaban por facilitar la asociación y posterior fusión de las minas del Tío Lobo con las de la sociedad francesa Peñarroya.

Episodio uno

En 1957, la Sociedad Minero-Metalúrgica Peñarroya, S.A. inicia las extracciones en la sierra minera de Cartagena-La Unión por el devastador método de cielo abierto. Durante 33 años, en connivencia con las autoridades de la época, y al amparo de una vergonzante sentencia judicial que anteponía la creación de puestos de trabajo a los intereses de los vecinos de La Unión representados en un recurso interpuesto por su ayuntamiento, se han vertido a la bahía de Portmán sin reparos y con total impunidad 58 millones de toneladas de estériles, un vertido constituido por restos de mineral (carbonatos y sulfuros de plomo, zinc, hierro, cobre, níquel, arsénico; óxidos de hierro, aluminio, zinc y calcio), y por compuestos utilizados en el tratamiento por flotación (cianuro sódico, ácido sulfúrico, xantatos, sulfatos de cobre, etc.). El resultado ha sido el cegado de la antigua bahía, y el recubrimiento de extensísimas superficies de fondo marino con el material contaminado, hasta los 150 m de profundidad. Tras el agotamiento de la minería y el cese del vertido en 1990, no sin antes transferir Peñarroya sus activos mineros a una sociedad que lleva el elocuente nombre de Portmán-Golf, eludiendo con ello cualquier atisbo de responsabilidad por los daños ocasionados y consiguiendo irse de rositas, Portmán y la sierra minera quedaron ambiental y socialmente hundidas.

Episodio dos

En 1956, Tomás Maestre Aznar, hijo de José Maestre Zapata y joven abogado metido a pequeño promotor inmobiliario en Madrid, intenta convencer a su familia de acometer un ambicioso y elitista proyecto turístico residencial en sus terrenos del norte de La Manga. Mientras tanto, trata de comprar el resto del brazo arenoso a sus entonces propietarios los Celdrán, también próspera familia unionense de empresarios mineros. Después de varios años de litigios, Tomás Maestre consigue adquirir todo el cordón litoral y en 1961 inicia las obras con el apoyo entusiasta de las distintas administraciones. Tras un prometedor inicio, no exento de protestas por parte de los usuarios tradicionales de la laguna, que veían cómo sus condiciones ambientales se iban degradando a pasos agigantados, a mediados de los años 70 el visionario proyecto de Maestre se tambalea debido a la crisis mundial, provocando la partición de las tierras y la atomización de las iniciativas entre numerosos empresarios, entre los que se contaban los dueños de lo que más tarde sería Portmán-Golf. La codicia y ausencia de visión de los nuevos dueños hizo de La Manga ese muro de hormigón y ladrillo, superpoblado en verano y desierto en invierno que hoy conocemos. El "modelo La Manga" se exportó a otros lugares del litoral mediterráneo y a la ribera del Mar Menor con la misma falta de escrúpulos y no pocos casos de corrupción, lastrando por décadas la economía, afectando a la laguna y destruyendo irremediablemente los paisajes litorales.

Epílogo

En 2008, la Autoridad Portuaria de Cartagena solicitó la autorización para construir un macropuerto de contenedores en El Gorguel, muy cerca de Portmán. Su presidente, Adrián Ángel Viudes, nieto del tercer marqués de Rioflorido y seguidor de los pasos de su ilustre padre, ya había intentado, recién llegado al cargo a mediados de los 90, ligar la ampliación de la dársena de Escombreras a la regeneración de la bahía de Portmán, operación que fue desautorizada por la Comisión Europea debido a sus riesgos ambientales (finalmente se amplió Escombreras, acabando de paso con la histórica isla de Scombraria). Se trata ahora de construir una dársena cerrada por un dique de abrigo de 4 Km de longitud, que ocuparía 336 hectáreas de superficie marina, junto con una zona de actividades logísticas en tierra de 2 millones de metros cuadrados, accesos terrestres por carretera y ferrocarril y un túnel de 1 Km que atravesaría la sierra de la Fausilla. Esta actuación está apoyada por la administración regional, pero cuenta con el rechazo frontal de los vecinos de Portmán y el propio Ayuntamiento de La Unión, que ven cercenadas sus ilusiones de regenerar la bahía y valorizar el rico patrimonio natural y cultural de la sierra minera, así como de movimientos ciudadanos e instancias científicas. En 2010 el Ayuntamiento de Cartagena pretende urbanizar los terrenos de Cala Reona, en el límite del parque regional de Calblanque, cuyos propietarios al parecer son de la familia Celdrán, a la que pertenece el actual presidente de la Asamblea Regional. El pasado 14 de marzo, varios cientos de personas se manifestaban en contra de esta iniciativa, que perpetúa un obsoleto e insostenible modelo de desarrollo.

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