'Si vis pacem, para bellum'. Ya lo decían los romanos, que de ganar batallas y guerras sabían un rato, y ahora parece que se lo aplican los vecinos de Torre Pacheco. Sus más de 35.000 habitantes se han cansado de la cristiana filosofía ... de poner la otra mejilla y están decididos a hacer todo lo que esté en sus manos para desterrar la delincuencia. Es por ello por lo que convocaron este viernes una protesta en la sede de la Delegación del Gobierno en Murcia.
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Hurtos, robos con fuerza, actos contra la libertad sexual... Delitos todos ellos cuyo número ha aumentado con respecto al año pasado. Aunque los datos definitivos de 2021 no están publicados todavía por motivos obvios, parece que la progresión deja poco lugar a la sorpresa. A la positiva, al menos. Siguiendo la tendencia al alza que se puede encontrar en las cifras que ofrece el Ministerio del Interior en el tercer trimestre de este año, las faltas penales han crecido, en general, un 21,3% en un año; es decir, han pasado de las 975 que se habían cometido a estas alturas de 2020 a las 1.183 que se acumulan en lo que llevamos de 2021. Por tanto, lo inesperado sería que el balance final refleje un resultado final descendente.
De hecho, no se encuentra una criminalidad tan elevada a estas alturas de año en toda la serie histórica para el municipio de Torre Pacheco. Bien es cierto que comenzó hace apenas un lustro, en 2016, pero denota que la localidad del Campo de Cartagena se halla en una profunda crisis de seguridad ciudadana. Fue a partir del mencionado año cuando la Administración comenzó a recoger datos en poblaciones con 30.000 habitantes o más, pues anteriormente solo lo hacía en ciudades que alcanzaban las 50.000 personas censadas.
Antonio José Martínez Saura nació y se crió en Roldán y es presidente de la asociación de vecinos de esta pedanía pachequera, la de mayor tamaño del municipio. Es también, por degracia, donde la oleada de crímenes se está haciendo notar más. «Las autoridades hablan siempre de alarmismo social, pero no se trata de eso; aquí tenemos miedo», recalca.
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'Casa protegida por alarma conectada con la Policía', 'Cámara de vigilancia en funcionamiento 24 horas'... No es un bulevar de Beverly Hills en el que las celebridades tratan de proteger su intimidad de la mirada de los curiosos, sino una calle cualquiera de Torre Pacheco en la que los vecinos salvaguardan su integridad de la oleada de robos y okupaciones que, denuncian, les persigue desde hace años. «Llevamos reclamando más vigilancia desde hace mucho tiempo», profundiza en su queja Antonio, «pero en vista de que no nos hacen caso hemos decidido tomar medidas».
Vecinos de Torre Pacheco y sus pedanías se manifestaron en la mañana de ayer frente a la sede de la Delegación del Gobierno, en Murcia, por lo que consideran una «situación insostenible». «No queremos seguir siendo un municipio de segunda, sobre todo en lo que respecta a seguridad ciudadana», reclamaron mientras apelaban a la colaboración de todas las administraciones para poner solución al problema. Todas las asociaciones de vecinos estuvieron presentes en el acto y trasladaron sus exigencias a los responsables políticos correspondientes, sobre todo en lo concerniente a la «necesidad de más efectivos, tanto de Guardia Civil como de Policía Nacional».
Este roldanero amenaza con llevar la protesta «a Madrid y a donde haga falta» en caso de que desde la Delegación del Gobierno hagan caso omiso a sus reclamaciones. Antonio calcula que «el crimen se ha triplicado en los últimos años», un crecimiento mucho mayor que el que señalan los números del Ministerio. «A este paso, llegará el día en que tengamos que tomarnos la justicia por nuestra cuenta y entonces será demasiado tarde», se lamenta Antonio.
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Una y media de la madrugada. No hay ni un alma en la avenida Torre Pacheco de Roldán. Las dudas iniciales y los nervios desaparecen, mientras la adrenalina va inundando el sistema nervioso, impulsándolos a actuar. Giran la cabeza a los lados. Nadie. La oscuridad y la soledad de la noche les protege. Entonces, se lanza el primero de ellos y después los demás. Lunas, retrovisores... Todo salta por los aires. Así, destrozan siete coches, uno detrás de otro. Aunque creen que nadie los ha visto, no cuentan con un inesperado testigo.
«Cuando el dueño del local de enfrente me dijo que iba a adelantar su hora de cierre a las ocho, yo hice lo mismo», comenta con preocupación Dolores, dueña de una fontanería. Pese a que cuenta con una alarma teme que, en un descuido, cualquier ladrón pueda aprovechar. La metodología romana acude al encuentro de la tecnología contemporánea en las palabras de Dolores cuando asegura, no sin preocupación, que «en un grupo de WhatsApp que tenemos varios comercios de la zona ya hay gente hablando de organizar turnos de vigilancia por la noche». «Hay miedo a quedarse solo, y más cuando estás viendo lo que ocurre a negocios cercanos», reconoce. Pocos metros bastan para darle la razón, pues a escasa distancia hay un bar que lo ha sufrido en sus propias carnes. Mejor dicho: en sus propias paredes.
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Aunque su nombre es 'Bugattis', más que un coche de alta gama parece que fue una retroexcavadora la que pegó un buen bocado en uno de sus laterales. Aún se intuye la herida provocada en el asalto, pese a que se ha tapado de forma preventiva con un tablacho. «Entraron por un boquete que hicieron en el cristal; por eso ahora lo hemos reforzado con una persiana metálica», expone María Ramírez, camarera del establecimiento, mientras señala la 'zona cero'. A pesar de que el robo se produjo cuando el bar permanecía cerrado, María reconoce que «durante el primer mes estaba al borde del ataque de nervios por si se repetía». Esta argentina afincada en Roldán lamenta que no haya «mano dura» con los delincuentes, pues «todo el mundo sabe quiénes son; aparecen en las fotos de cada atraco que se produce en el pueblo».
La sensación de inseguridad es difícil de percibir sin vivir el día a día, pero la de sentirse observado se instala en el cuerpo casi inmediatamente. Uno se acostumbra a tener casi constantemente un ojo robotizado apuntando al pecho y otro al cogote mientras pasea por las zonas comerciales. Otro gallo cantaría si fuera la mira láser de algún fusil de largo alcance. Apolonia regenta una humilde ferretería que posee una alarma desde hace tiempo, pero «las cámaras son más recientes, me las instaló mi hijo, que es electricista, porque no se fiaba de que entraran a robar», explica con naturalidad.
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Lo que no esperaba su hijo, ni la propia Apolonia, es que los aparatos de videovigilancia captaran los rostros de quienes la noche anterior habían desguazado siete vehículos. Eso sucedió hace un mes. «Vino la policía, comprobó las imágenes y me dijeron que les serviría para dar con los culpables», recuerda esta mujer, que reclama «más patrullas y más medios» para la pedanía en la que vive. Así sus cámaras no tendrían culpables que buscar.
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