Toni Roldán Monés (Barcelona, 1983), dirige el Centro de Políticas Económicas de Esade (EsadeEcPol) desde 2019, año en el que dejó Ciudadanos tras los desencuentros con Albert Rivera que le convirtieron en un socioliberal incómodo en el partido en el que ejerció como portavoz económico. ... Coordinador del libro coral 'Un país posible. Manual de reformas políticamente viables' -presentado en Murcia-, que sugiere medidas concretas y «realistas basadas en la evidencia» para rescatar al país de su estancamiento (posibles a pesar de los políticos), Roldán abandera una nueva generación de economistas que se posiciona en el debate público.
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-'Un país posible. Manual de reformas políticamente viables', busca ofrecer un camino de reformas «concretas» y, sobre todo, basadas en la evidencia. ¿Falta empirismo en la política española?
-Los economistas tradicionalmente nos hemos centrado en hablar de las mejores reformas sobre el papel y de las grandes reformas estructurales. En las últimas décadas hemos aprendido que al final, cuanto más científico te pones y cuanto mejor quieres entender los problemas económicos, más tienes que fijarte en problemas concretos y específicos. El libro parte de la parálisis de productividad de la economía española y del entorno de alta polarización; en un entorno de tan alta polarización, la simple posibilidad de hacer reformas nos obliga a pensar más allá de lo que dice el óptimo de los papeles, y tratar de buscar políticas concretas pequeñas en las que efectivamente podamos ponernos de acuerdo. En el libro hay muchos economistas de diferentes tradiciones y orígenes ideológicos, pero con un denominador común, que es la reivindicación de esa política pequeña y de esas metodologías experimentales para hacer evaluación y crecer sobre una base científica. Es poco probable que en el entorno en el que nos encontramos lleguemos a grandes acuerdos. De hecho, los propios incentivos de los partidos llevan a buscar los espacios de confrontación y a marcar las diferencias.
-Se trata de buscar espacios libres de potencial polarización.
-Aunque después siempre son susceptibles de ser capturados políticamente. Pero hay que ser más creativos y no solo pensar en el diseño óptimo, sino también en la viabilidad política de las políticas.
-Es curioso que haya que pensar en políticas que puedan salir adelante a pesar de los políticos...
-Al menos empezar a caminar evitando los espacios que impiden avanzar en un entorno de tanta polarización. Pero no solo por una razón puramente política, sino también por efectividad. Hay un ejemplo en el capítulo que firma Andreu Mas-Colell en el libro que habla de la captación de talento investigador. Dice que los fondos europeos, en vez de gastarlos en infraestructuras físicas, que es lo que estamos haciendo, construir puentes y carreteras, invirtamos mil millones en hacer un plan de atracción y retención de talento con criterios parecidos a los programas Ramón y Cajal, que te permiten seleccionar el mejor talento investigador. Si con eso consigues atraer a 2.000 investigadores de frontera en las áreas de innovación que consideras atractivas, la agricultura, la inteligencia artificial, puedes básicamente cambiar un país y hacer un salto en las dinámicas de productividad.
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-Otro de los grandes males del país es la elevada tasa de desigualdad. La Región sigue a la cabeza en abandono educativo temprano, que alimenta esa brecha...
-Otra idea fuerza del libro es esa. Hablamos de excelencia, de innovación, de 'startups'..., pero la productividad no solamente se mejora en la investigación de frontera o consiguiendo empresas unicornio. Muchas veces se consigue reduciendo las desigualdades o los frenos a las oportunidades que existen todavía en la sociedad. En España, el 25% de los alumnos que se encuentran en el nivel más bajo en términos de ingresos tienen cuatro veces más probabilidad de repetir curso que el 25% más alto. En Murcia la brecha es 10 veces más. Y esa es una de las claves, y no solo por las desigualdades educativas, que también, sino por una cuestión de productividad, porque estás desperdiciando talento.
-España tenía en 2023 la misma renta per cápita que en 2005, mientras que otros países de nuestro entorno son mucho más ricos. El diferencial de crecimiento con Europa crece...
-Durante más de 40 años habíamos estado convergiendo con Europa. Pasamos de estar un 30% por debajo a principios de los 80, a estar un 9% por debajo en 2006, y ahora estamos otra vez un 17% por debajo de la media en renta per cápita. Los estudios del FMI te dicen que dentro de 15 años, en 2040, las economías del este de Europa estarán un 25% por delante. En España, los economistas hablamos de cuatro, cinco, seis razones que pueden explicar eso: el pequeño tamaño empresarial, la baja inversión en innovación, el sesgo que tenemos hacia sectores de bajo valor añadido, la mejorable calidad institucional y de la regulación... En el libro hacemos el foco en la dimensión de infraestructuras humanas, de capital humano, de educación, formación. Lo que muestran los datos es que en el ámbito del abandono escolar, de la formación media de los trabajadores, en el ámbito digital, de las políticas activas de empleo, de la investigación de frontera en las universidades, de las patentes…. España está clarisimamente por debajo de lo que le tocaría en PIB per cápita. Para empezar a saber cómo mejorar, lo primero es tener datos y poder acceder a información que nos permita evaluar o tener un conocimiento más científico de lo que está sucediendo con el dinero público. Y en ese aspecto en España estamos un poco en el Pleistoceno todavía.
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-Ese escenario de polarización, ¿explica la parálisis reformista de los últimos años, la falta de grandes acuerdos?
-Los partidos no compiten por la centralidad política, sino que parecen competir por la centralidad dentro de su lado. Los incentivos, teniendo un partido a tu izquierda y a tu derecha, como tienen ahora el PP y el PSOE, hacen que se vayan a buscar el electorado más de su lado y, por tanto, abandonen la posibilidad de hacer proyectos de centralidad, no digo de centro, digo de centralidad política. Sobre los grandes acuerdos, en el escenario actual es más efectivo acordar políticas concretas. En España, cuando yo estuve en política, la identidad tenía menos peso, todavía no había sucedido el 'shock' identitario en Cataluña y el intento de referéndum fallido de los independentistas. Al final no es una cuestión de políticas, es una cuestión de tribus. Si una política está asociada a una manera de vivir, de ver el mundo, a un sentido de pertenencia, entonces se vuelve mucho más complicado. Y eso es lo que ha pasado en España y en otros países en los últimos años. Se ha crecido en lo que los politólogos llaman la polarización afectiva. Ya no solo te molesta, o no estás de acuerdo, sino que te molesta la manera de vivir del otro, y eso es extraordinariamente corrosivo para la democracia.
-La polarización propicia políticas simples y persuasivas, con rédito electoral...
-Hay una tendencia a hacer políticas muy partidistas, para satisfacer al electorado propio, y no hacer caso de lo que dice la evidencia. Un ejemplo son las leyes de vivienda. En EsadeEcPol publicamos una evaluación que muestra los efectos del control de precios en Barcelona. Lo que sucedió es que en las zonas muy tensionadas, donde normalmente vive gente con alto poder adquisitivo, los precios dejaron de subir. Pero en las zonas justo de alrededor empezaron a subir mucho. Por tanto, a los que eran más pobres o que tenían menos ingresos les perjudicó. La evidencia muestra, sobre las políticas de alquiler, que es el aumento de la oferta lo que permite reducir, y no el control de precios.
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-¿Otros ejemplos de políticas poco eficaces?
-En general ha sido muy positivo, pero con efecto negativo, la subida del salario mínimo. Es una gran noticia que ha mejorado la vida de mucha gente, pero esto no quita que estamos en una economía con empresas muy pequeñas en la que posiblemente se haya dejado de crear empleo como consecuencia de esa política. La información y la evaluación de políticas y la transparencia sirven para este tipo de cuestiones.
-¿Y la propuesta de reducción de la jornada laboral?
-En los países nórdicos hay una cuestión de causalidad: ¿que es lo que viene primero? Pero si tienes un país muy poco productivo y también quiero trabajar poco, oiga, pues eso es difícil. Lo que tiene usted que hacer es tener un país muy productivo y después a lo mejor puede trabajar menos horas,
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-¿Comparte con Feijóo la apreciación de que tenemos la peor clase política de los últimos 45 años?
-Lo voy a leer de otra manera. Yo creo que los incentivos para estar en política son los menores de toda la democracia. Porque existe una guerra de trincheras, un desprestigio tan grande, un riesgo de que te pase cualquier cosa y tener una muerte civil, que cualquier persona que tenga una carrera sólida y no esté completamente loca, apasionada por la política, se lo tiene que pensar muchas veces, porque puede tener unos costos potenciales para su carrera gigantescos. Luego hay otro problema, el de selección de élite. Dentro de los partidos, la inercia, y más en un entorno tan polarizado, premia más bien la lealtad que el talento, ¿no? Necesitas a personas que disparen en la dirección correcta, no tanto a personas brillantes, necesitas a tíos que te vayan a defender. Un ejemplo son estos poliministros que han puesto recientemente, los 'Óscar Puente' de turno, que son gente que lo que hace es atacar y corroer para dar una señal de unidad de la tribu en vez de aportar conocimiento. Pero sí que me parece que se prima el sectarismo en el sistema que tenemos ahora de incentivos políticos.
-Tampoco la nueva política, en la que se integró como portavoz de Economía de Ciudadanos, contribuyó a mejorar la escena. ¿Echa de menos la política?
-Creo que hubo una parte positiva, que fue regenerar un poquito los debates, las propuestas de políticas, en un momento en el que había un colapso del sistema anterior, con muchísima corrupción de los partidos, y aparecieron nuevas ideas; pero luego se ha demostrado, y la prueba es cómo han terminado los dos líderes, que quienes estaban al mando de esos partidos no estaban en política por las posiciones correctas. Albert Rivera decidió ser sectario con la mitad del electorado, en vez de cumplir con lo que había prometido, y el otro se dejó la política para irse a hacer un podcast y ahora abrir un bar. Yo ahora estoy muy contento donde estoy y creo que se puede contribuir muchísimo desde la sociedad civil con buenas ideas y con compromiso a mejorar los debates públicos y las propuestas de reforma.
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-¿Qué expectativas tiene en las próximas elecciones en Cataluña y País Vasco?
-En Cataluña hay una oportunidad de cambio político en la dirección correcta. Pienso que la presencia del Partido Socialista, y en particular de Illa, liderando un gobierno más inclusivo y que gobierne realmente para la pluralidad que existe en Cataluña. Hay otras posibilidades que pasan por permanecer en la confrontación y en discursos populistas que no llevan a ninguna parte, y continuaría la parálisis que ya lleva 15 años en Cataluña. En el País Vasco pienso que es importante que haya un equilibrio, y ahí el Partido Socialista va a jugar de nuevo un rol muy importante. No sé si es el momento aún para que Bildu entre en un gobierno. Aún tienen que recorrer un camino.
-¿Cómo valora la ley de amnistía?
-Entiendo las motivaciones. Creo que hay un deseo muy grande en la sociedad catalana de pasar página a todo esto, y hay una sensación de que hubo personas que querían votar y han terminado en la cárcel, y con cargos muy altos. Pero es muy preocupante, porque cuando tú legislas 'ad hoc' para las necesidades de determinados políticos como contrapartida a que te den su apoyo para que puedas gobernar, entonces estás hablando de una pendiente resbaladiza que te puede llevar a situaciones preocupantes. Hay que recordar que personas como Puigdemont, lo que hicieron fue tratar de sustituir un régimen jurídico por uno alternativo saltándose el procedimiento democrático. Y esto que parece evidente aquí, en Cataluña no lo es. Adaptar la ley para que no se cumplan penas, además de utilizar dinero público de manera deliberada para fines absolutamente partidistas y de ruptura jurídica con el resto de España. Hay que respetar los procedimientos; la democracia no es solo votar, son sobre todo los procedimientos, y eso es lo que en Cataluña se tiene que terminar de entender mejor. Esta ley también ha tenido otro efecto negativo, y es que ha permitido volver a la escena a personajes que estaban completamente amortizados, como Puigdemont.
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-¿Y la posibilidad de referéndum?
-El camino de Cataluña tiene que ir por aceptar la pluralidad que hay en Cataluña. Los referendos son una pésima idea política. Supone entrar en un proceso de absoluta incertidumbre en el que ya sabemos que la UE no te va a aceptar, que además no tienes la mayoría constitucional para ponerlo en marcha, que probablemente te cause una fuga de empresas como ya tuvimos gigantesca, que además probablemente te lleva a la salida del euro. Es una vía sin salida, no lleva a ninguna parte y además divide. Aunque se plantee como un derecho a decidir, eso que es un marco mental que ha sido extraordinariamente poderoso, es más bien un derecho a dividir.
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