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El presunto depredador sexual, José María O. L., horas después de ser detenido el pasado septiembre, al ser trasladado al juzgado de guardia por la Policía Nacional. Javier Carrión / AGM
El sumario del 'caso Estoque': «Es un depredador sexual buscando nuevas víctimas»

El sumario del 'caso Estoque': «Es un depredador sexual buscando nuevas víctimas»

El testimonio de la decena de víctimas del presunto agresor sexual de la Escuela Taurina dibuja un escenario de horror y depravación inimaginables

Domingo, 28 de febrero 2021, 07:42

Sintió la llamada del toro a los once años y henchida de sueños de esperanza y oro se inscribió en la Escuela de Tauromaquia de la Región de Murcia. Un año más tarde estaba en tratamiento psicológico, todos sus anhelos de gloria aparecían cubiertos de sangre, excrementos y tierra, aquellas sonrisas apenas esbozadas habían trocado en incontenible llanto, las luces en sombras, la fiesta en duelo, la ingenuidad en conciencia del mal y del horror. Lejos de encabezar las ternas en los carteles, su nombre había pasado a figurar en una fría acta de información de derechos a víctimas de delitos sexuales. Y en vez de conceder entrevistas había acabado prestando declaración ante la Policía. Hasta ahí había llegado su trayectoria taurina. Cualquier cornada que hubiera imaginado le habría resultado bastante más llevadera.

La vergüenza, además, se había adherido a su piel como un herpes. Le quemaba y la hacía sentirse sucia. De ahí que, cuando el pasado septiembre compareció junto a su madre en la Jefatura Superior de Policía y los agentes de la Unidad de Familia y Atención a la Mujer (UFAM) le preguntaron por su maestro, por José Mari, se sintió incapaz de relatar lo ocurrido. No podía hacerlo estando su madre delante. «Se pegaba a mí aprovechando cualquier oportunidad y me agarraba de los glúteos con la excusa de corregirme la postura. Yo no quería ir a correr a solas con él por miedo a que me hiciera algo», se limitó a afirmar. No fue más allá.

Los policías, curtidos por la experiencia y por decenas de inmersiones a lo más profundo del ser humano, no la presionaron pese a ser conscientes de que les estaba hurtando buena parte de la verdad. Solo la niña podía decidir lo que contar y cuándo hacerlo. Por eso no se sorprendieron cuando dos días más tarde retornó a Comisaría junto a su hermana mayor. Entonces, la niña se abrió el pecho como quien se abre la chaquetilla y les mostró su alma lacerada. «Me hacía correr y luego me tomaba las pulsaciones agarrándome del pecho izquierdo. Un día me llevó al baño de mujeres, me dijo que me desnudara y comenzó a hacerme fotos y vídeos. Me explicó que lo hacía porque necesitaba las fotos para la Escuela y porque tenía que prepararme una poción. Mientras tanto me agarraba de los dos pechos y de los glúteos. Otro día me llevó a un camerino, me desnudó y me agarró con fuerza para tumbarme en una mesa. Comenzó a acariciarme con una mano mientras con la otra me grababa con el móvil. Después me penetró con los dedos y con el pene».

Contó que las agresiones sexuales se repitieron en otras ocasiones. A veces, explicó, ella rompía a llorar y le pedía que la dejara. Pero era en vano. «No se lo he contado a nadie porque no tenía la confianza suficiente con mi madre y porque me daba vergüenza; tenía miedo de que me pudieran culpar de lo sucedido o de que mi familia reaccionara mal». Acabó pidiéndole a su madre que la llevara a un psicólogo. «Le di una excusa, porque lo que me pasaba es que no podía dormir y no dejaba de llorar recordando lo que José María me había hecho».

Al cabo de un tiempo dejó la Escuela Taurina. No volvió a pisar el albero ni a recorrer los recovecos de la Plaza de Murcia. Ni siquiera se despidió de sus compañeros. Temía que pudieran leer en su mirada el asco, el dolor y la vergüenza que la corroían por dentro.

Una información anónima

Con los nombres de cuatro víctimas

«En el día de las presentes, a las 9.30 horas se recibe en el Grupo UFAM Investigación una información anónima en la que se da cuenta de que en la Escuela Taurina de Murcia es posible que se estén produciendo delitos de índole sexual a los alumnos por parte de su profesor, llamado José María O. L.». El informante aporta los nombres de cuatro de las posibles víctimas.

De esta manera arrancan las diligencias de la 'Operación Estoque', una de las investigaciones policiales más relevantes de las últimas décadas en la Región -junto con el 'caso Nanysex'- por presuntos delitos sexuales cometidos contra menores de edad.

La primera gestión de los agentes consiste en identificar formalmente al sospechoso, lo cual resulta un mero trámite. Constatan que se trata de un vecino del Polígono Infante de Murcia, de 69 años de edad, un antiguo becerrista que viene ejerciendo como colaborador de la Escuela de Tauromaquia desde unos años atrás.

A la mañana siguiente ya están tomando declaración a uno de los alumnos señalados por el anónimo como posible víctima. La información se revela fiable. El chaval, de 20 años, relata un episodio ocurrido en el verano de 2019, cuando su profesor taurino le invitó a su casa para ver y comentar una corrida de toros. «Estábamos en el sofá y en un momento dado se tumbó hacia mí, me aferró por las piernas, me bajó los pantalones y me hizo una felación. Yo estaba asustado, intentaba subirme los pantalones y le decía 'quita', pero no hacía caso. Me quedé bloqueado e inmóvil, como sin fuerzas. Me marché en estado de 'shock'».

Los especialistas de la Policía Judicial asisten a la declaración estupefactos. Intuyen que acaban de abrir la caja de los truenos, de reventar un asunto cuya auténtica dimensión aún se les escapa. El joven sigue relatando las pesadillas que sufrió, su miedo a que nadie lo creyera, su impotencia ante la certeza de que hablar significaría renunciar a sus sueños de convertirse en torero... Habla de una compañera de corta edad a la que José María le lleva trajes de torero y con la que se marcha a cuartos apartados para que se los ponga. «No sé si la toca o no, pero pensamos (los alumnos) que es para hacer cosas sexuales con ella o para mirarla mientras se cambia», dice.

Refiere también el comportamiento del maestro con otra compañera. «Era buena toreando. Solía pasarse con ella, poniéndole la mano donde no debía. Empezaba cogiéndola por la cintura e iba bajando hacia los glúteos», señala. Y seguidamente añade que «es algo que todos sabemos; comentamos que José María no está para enseñar a la gente por esos actos de índole sexual. Conmigo se aprovechó de su superioridad y me está afectando mucho».

Un año de vejaciones a diario

Destrozada psicológicamente

Los relatos sobre supuestas agresiones sexuales, tocamientos, vejaciones, coacciones..., se suceden prácticamente con cada alumno llamado a comparecer en esas primeras jornadas en las dependencias policiales. Una muchacha refiere que cuando tenía 14 años el maestro la llevó a su casa con la excusa de hacerle un masaje, pues decía ser fisioterapeuta y aseguraba que así podría reducirle el volumen de los muslos. Le hizo quitarse la camiseta. «Luego me dijo: 'Si no te quitas el sujetador no voy a poder darte bien el masaje'. Yo le respondí que no me lo iba a quitar y que lo hiciera como pudiera».

José María la tumbó boca abajo. «Como no me quité el pantalón, me lo subía por la parte de los glúteos y me los tocaba. Yo me sentía muy incómoda y me decía: 'Madre mía, pero qué hago yo aquí'. Empecé a perder la confianza en José María y pensaba que si para ser torera tenía que pasar por todo eso, pues que ya no sabía si lo quería serlo». Al cabo de unos meses abandonó la Escuela de Tauromaquia. «Había perdido toda la ilusión».

El atestado policial se engrosa sin cesar, hora a hora, jornada a jornada, prácticamente sin descanso. A las ocho de la tarde del 6 de septiembre, la inspectora de la UFAM telefonea a una joven a la que también tuteló el antiguo becerrista en su intento de triunfar en el mundo del toro. Todos los testimonios la señalan como la principal víctima. La mujer, al recibir la llamada de la Policía, se muestra confusa y luego, cuando la agente le dice que están llevando a cabo una investigación sobre la Escuela Taurina, aunque sin aportarle un solo dato más, se echa a llorar sin consuelo. «¡Dios mío, es que me emociono! ¡Por fin, por fin! Dígame cuándo hace falta que vaya a declarar».

El testimonio de esta mujer resulta estremecedor. Aterrador. Insoportable. Una sucesión de agresiones sexuales sin fin, cometidas un día tras otro, sin descanso, sin respiro, a lo largo de más de un año, casi siempre con la camilla de masajes de por medio, desde que ella contaba con apenas quince años de edad.

El relato de una de las muchachas resulta estremecedor. Aterrador. Insoportable. Una sucesión de violaciones sin fin, cometidas un día tras otro, a lo largo de más de un año

Los investigadores resaltan en este punto «la extrema presión psicológica a la que estaba sometida la víctima, con el fin de crearle dependencia (de su maestro) y que ella aguantara todo tipo de agresiones sexuales bajo el pretexto de que sin él nunca haría carrera en ese mundo. «Me decía: 'Sin mí nunca llegarás a nada. Me necesitas para siempre. Si yo no estoy en el callejón, tú no vas a ser capaz de torear», declara la muchacha en su comparecencia.

Destrozada psicológicamente, asqueada hasta la náusea, arrasada en su dignidad..., la mujer confirma que acabó como las otras aparentes víctimas: poniendo tierra de por medio y tratando de olvidar que un día conoció a José María. Empeño que en absoluto le ha servido para superar el trauma, por lo que sigue sometida a tratamiento psiquiátrico y arrastrando importantes secuelas psicológicas y emocionales.

«Un depredador sexual...

...al acecho de su siguiente víctima»

Con los testimonios de una decena de víctimas localizadas hasta ese momento, los especialistas de la UFAM elaboran un amplio atestado para la autoridad judicial en el que resumen el 'modus operandi' del sospechoso. «Hay que tener en cuenta lo que José María representa (para los alumnos), pues en la Escuela Taurina hay un único profesor, siendo Pepín Liria el director artístico. El proceso de selección pasa por José María y por la posterior aprobación de Pepín Liria, por lo que José María es una figura poderosa y respetada». A ello se añade, recuerdan los agentes, que las víctimas «son niños con una vocación extrema y una capacidad de sufrimiento desmesurada, dispuestos a sufrir y a sacrificarse lo necesario para poder dedicarse profesionalmente al toro. Por tanto, se encuentran ante un solo camino para labrarse su futuro y si quieren cumplir su sueño tienen que aguantar y padecer los lujuriosos deseos de su profesor».

El maestro, perfecto conocedor de todo ello, habría actuado así «con un plan establecido y premeditado», consistente en someter a los alumnos a un férreo control, aislarlos de su entorno, someterlos psicológicamente, ganarse la confianza de sus familiares, convencerles de que lo necesitan para triunfar y engañarles con mentiras como que es fisioterapeuta y hasta que la penetración vaginal contribuye a reducir el grosor de los muslos.

«Sin mí nunca llegarás a nada. Me necesitas para siempre. Si yo no estoy en el callejón, no serás capaz de torear», le recordaba a una de sus discípulas

A modo de conclusión, los investigadores advierten de que José María O. L. cometió el primero de los presuntos abusos de que se tiene conciencia en 2006 y el último en 2019, «por lo que hay una gran probabilidad de que vuelva a delinquir si sigue en libertad, pues en un corto periodo de tiempo han salido a la luz un gran número de víctimas».

«Esta instrucción -se alerta en el informe- lo considera un depredador sexual al acecho de su siguiente víctima».

La preparación de la celada

«Tengo una niña que quiere ser torera»

Con el trabajo hecho, los policías se disponen a cerrar la investigación con el arresto del sospechoso. La inspectora le telefonea y le dice que tiene una hija que es una apasionada del mundo del toro y que quiere ingresar en la Escuela de Tauromaquia. Quedan junto a la Plaza de Toros y allí se procede a su arresto. El burlador ha sido burlado. Con los derechos ya leídos, José María O. L. es conducido hasta su domicilio para proceder a su registro, que el sospechoso consiente. Se le intervienen tres teléfonos móviles, que se envían a los técnicos del cuerpo para recuperar y extraer todo su contenido. En otro piso situado en el centro de Murcia, los agentes localizan la camilla para masajes a la que varias de las víctimas se refirieron.

Horas más tarde, tras acogerse a su derecho a no declarar, el maestro taurino ingresa en prisión acusado de agresión y abuso sexual, lesiones psicológicas, pornografía infantil, exhibicionismo, coacciones y provocación sexual.

Alardeaba de haber hecho un trío con una alumna y su madre

El profesor de la Escuela de Tauromaquia, José María O. L., habría enseñado vídeos pornográficos a algunos de sus alumnos y habría alardeado continuamente de sus conquistas sexuales, entre las que figurarían algunas de las madres de los aspirantes a torero. Las declaraciones de varias de las víctimas, algunas de ellas menores de edad, reseñan que les habría enseñado imágenes de parejas practicando sexo oral. Además dieron detalles de situaciones surrealistas, como la de viajar en una furgoneta hasta una localidad en la que se celebraba un festejo taurino, con José María conduciendo mientras tocaba con su mano derecha los genitales de una de sus alumnas, que iba instalada en el asiento del copiloto. Ella, a su vez, llevaba la mano metida en los pantalones del maestro taurino y la madre de la joven, que iba detrás se reía y le acariciaba el cuello al conductor. De hecho, el profesor de tauromaquia alardeaba supuestamente de haber llegado a practicar un trío sexual con esa chica y con su madre -una situación que ambas han confirmado en sede policial-, y se habría dado además el caso de que José María pedía a su alumna que le enviara fotos de sus genitales para luego mostrarlas a los maletillas de la escuela. La muchacha, que ha declarado haber sido violada la primera vez que subió al coche con José María O.L., sostiene que también se vio obligada a abandonar las clases y que en la actualidad arrastra secuelas psicológicas.

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