Juan Carlos, músico de profesión, reposta mientras vigila el surtidor. Guillermo Carrión / AGM

Una subida de precios sin escapatoria para familias y negocios

Los hogares ven cómo crece sin control la partida que dedican a gastos básicos como luz, combustible o cesta de la compra

Domingo, 8 de agosto 2021, 07:25

El contenido de los bolsillos cada vez rinde menos. Con la luz batiendo registros históricos, los combustibles en un vertiginoso ascenso, la cesta ... de la compra penalizada por el encarecimiento de productos básicos y una desaforada escalada de los alquileres en los últimos años, la cuerda sobre la que hogares y negocios hacen equilibrios para cuadrar las cuentas es cada vez más fina.

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De todos estos incrementos, el que más quejas y consultas está provocando en las asociaciones de consumidores es el de la factura eléctrica, que tras el cambio de tarificación que entró en vigor en junio ha convertido en prohibitivo el consumo en los tramos horarios de mayor gasto. A eso se ha sumado la escalada del precio del kilovatio, que tocó cima en los últimos días de julio y los primeros de agosto al triplicar su coste respecto al verano pasado. Los más de 106 euros alcanzados han roto registros que databan de 2002.

«Tenemos muchas familias que están viendo incrementos del 15% al 20% en su factura con la nueva tarifa», alerta el presidente de Consumur, Roberto Barceló Vivancos.

Antonia Sánchez, vicepresidenta de la Federación Murciana de Asociaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios Thader, ya conoce casos de personas «que han dejado de poner el aire en su casa». «Todos tenemos electrodomésticos que son necesarios y que no podemos dejar de usar -lamenta-. El frigorífico es imprescindible, la lavadora, igual; el horno... Y tener un aparato de aire en una casa y no poder encenderlo con este calor da mucha tristeza».

Un sistema «perverso»

El presidente de Consumur considera que el sistema tarifario eléctrico actual «es perverso». «Son las mismas compañías las que determinan gran parte del recibo», denuncia. Para él, hay una cosa clara: «Las medidas extraordinarias que se tomaron este pasado mes de junio por parte del Gobierno han sido un fracaso». «Ni siquiera la bajada del IVA de la electricidad -aprobada por el Consejo de Ministros el pasado 21 de julio- ha servido para aliviar el aumento de la presión sobre los consumidores», señala.

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«Algunos alimentos han bajado, pero ascienden otros esenciales, y la compra sale bastante más cara», advierte Consumur

Por ello, Barceló estima que el cálculo de precios «requiere una renovación y remodelación urgente», así como la adopción de medidas que tengan en cuenta «a los colectivos vulnerables, que son los que más sufren la subida».

Barceló aboga por la apertura del bono social eléctrico a un mayor número de beneficiarios porque «ahora hay que estar en la pobreza más absoluta, casi durmiendo debajo de un puente para que te lo den».

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El 70% de los suministros

En la Región, la factura eléctrica supuso en 2020 el 70% del total de gasto en suministros de los hogares, diez puntos por encima de la media nacional, según un estudio de la consultora AIS Group hecho público esta semana. Además, Murcia fue, tras Baleares, la segunda comunidad con mayor gasto absoluto, con 960 euros por hogar de media.

Y si es así en los hogares, también en los negocios. Francisco Casado, presidente de la Asociación de Trabajadores Autónomos de la Región de Murcia (ATA), revela que en la Comunidad ya hay comerciantes que han dejado de poner el aire acondicionado en pleno verano por no poder asumir los costes. «Los he visitado y están preocupadísimos. Hacen eso para ahorrar, pero eso supone una incomodidad de cara al cliente y hace mucho menos atractiva la compra en un lugar donde te encuentras en una situación incómoda por el calor».

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«Y es el aire acondicionado porque es lo único que puedes intentar recortar -asegura Casado-, porque hay otras máquinas en los negocios que es imposible apagar. Estamos hablando de carnicerías con máquinas refrigerantes, hosteleros que no pueden prescindir de las cámaras, lavanderías o empresas de tintorería, donde la base de su negocio es la electricidad, por lo que no pueden escaquearse de ninguna manera de pagar esta subida». Además, considera que la rebaja del IVA de la energía eléctrica del 21% al 10% a los contratos de menos de 10 kilovatios «ha sido una mera anécdota», porque «al 75% de los autónomos no les es posible beneficiarse de ella porque o no consumen luz o los que la consumen por necesidad tienen contratada una potencia superior y no son beneficiarios de la medida».

ATA calcula que la subida de la gasolina supone un sobrecoste de hasta 3.500 euros al año a autónomos con furgonetas de reparto

En el caso de los transportistas autónomos, la preocupación es aún mayor cuando miran el surtidor. Llenar el depósito cuesta 12 euros más de media y, según los cálculos de ATA, eso puede suponer hasta 3.500 euros más de gastos al año para unos profesionales que, como recuerda Casado, «tienen unos márgenes ajustadísimos». «Sabemos que las grandes empresas ajustan mucho el precio del reparto y los autónomos sufren mucho con estas subidas».

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La trampa del 'súper'

Los alquileres residenciales son otra de las losas para muchos hogares. Aunque ya han empezado a experimentar leves descensos, la subida del 43% que experimentaron los precios entre 2015 y 2020 está lejos de absorberse.

El otro gasto que ha crecido, del que nadie puede librarse, y que aparece periódicamente en las conversaciones, es el de la cesta de la compra.

«Con los alimentos estamos viendo cómo algunos han subido y otros han bajado, de forma que ha habido una cierta compensación. Sin embargo, determinados alimentos básicos, sobre todo los frescos, han subido y la cesta de la compra está saliendo bastante más cara», reconocen desde Consumur.

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Antonia Sánchez, de Thader Consumo, señala que «ya casi no te puedes acercar al pescado. La carne, igual. El cordero y la ternera están por las nubes; pero el pollo, que era barato y es un producto muy popular, ha subido una barbaridad». «Una bandeja de pechugas que antes te costaba 3 euros, ahora son seis o siete. Eso se nota», subraya. «Al final, cuando revisas la lista de lo que has comprado piensas: 'Si me he gastado ciento y pico euros. ¿De qué? ¡Si no llevo casi nada! Ahí es cuando te das cuenta y dices: 'No es posible'».

Por Carlos Mirete

Sin viajes... y sin aire: así es como se adaptan en muchas familias

El abanico y el ventilador sustituyen al aire acondicionado en el hogar de Margarita. Javier Carrión / AGM

Margarita vive con su marido y sus dos hijos. Aunque tiene nombre de flor, perfectamente podría ser de superheroína. Como tantas familias españolas, la suya también ha tenido que adaptarse para enfrentarse al torbellino de precios que azota, con especial violencia, a las clases medias y bajas de nuestro país.

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Desde Cabo Roig, cuenta que han conseguido huir del calor de su residencia habitual en Santomera, pero no del desembolso en los supermercados: «A nosotros nos encanta el pescado y no podemos permitírnoslo tanto como nos gustaría», reconoce. «Para hacer una compra decente te tienes que gastar 150 euros y no todos tienen esa capacidad».

Gracias a que se encuentran de vacaciones «podemos poner lavadoras a partir de las once de la noche para ahorrar», algo impensable cuando tienen que trabajar al día siguiente, según relata. También han reducido las horas que conectan el aire acondicionado: «Cuando ya ha refrescado un poco la habitación lo sustituimos por el ventilador, que consume menos».

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Una situación que empeora en personas con menos recursos, como su madre. «A veces la tenemos que ayudar porque su paga es tan reducida que no se puede permitir ni encender el aire», lamenta.

Como consecuencia del coronavirus y del aumento del precio de los carburantes incluso se han visto obligados a cancelar un viaje «que ya teníamos planeado, pero era demasiado gasto», admite.

Por Carlos Mirete

El drama de los repartidores autónomos: «Nos pasamos el día en la carretera para nada»

Una decena, siete unidades. No se trata del último premio de lotería, sino de lo que el español medio ve dibujarse en las pantallas de los surtidores al repostar. Cada diez euros abonados se obtienen apenas siete litros. Un coste al que cualquiera que necesite desplazarse tiene que hacer frente. Es el caso de Juan Carlos, un músico que utiliza una amplia furgoneta para sus viajes: «Antes no miraba tanto el precio, pero ahora acudo solo a las gasolineras más baratas». La diferencia entre las más caras y aquellas más asequibles ha provocado que solo visite «dos o tres estaciones que tengo controladas y ni siquiera me atrevo a llenar el depósito».

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En la misma situación se encuentra Alejandro, que incluso admite que «conduzco intentando minimizar el consumo de gasoil lo máximo posible». En su opinión, el precio se ha disparado a unas cotas «inasumibles». Al final, el humor aflora como terapia: «Van a conseguir que mi próximo coche sea eléctrico», dice con una sonrisa en la cara.

Uno de los ámbitos más afectados por el aumento del importe de los combustibles es, indudablemente, el de los repartidores. Trabajador del sector transportista desde 1997, el drama de Francisco Cano seguramente sea una minúscula piedra dentro del remolque que lastra la rentabilidad de los autónomos como él. Pero esa piedra puede convertirse en su particular Everest.

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«Estoy cobrando mucho menos que cuando empecé», se queja amargamente. Y no le faltan razones: «La gasolina no hace más que subir y los impuestos no bajan». Confiesa que este mes de julio ha perdido dinero, ya que la mayoría de ofertas que encuentra son de 'paquete entregado, paquete pagado'. «No me sale a cuenta hacer los kilómetros si no voy a tener la certeza de cobrarlos», explica con naturalidad.

«Al final, nos pasamos el día en la carretera para nada», resume apesadumbrado. Una carretera que, como la de AC/DC, es una autopista al infierno; pero, a diferencia de aquella, los autónomos no están de camino a nada parecido a la tierra prometida.

Por Carlos Mirete

La subida de la luz 'funde los plomos' de los hosteleros: «Se ensañan con nosotros»

Antonio entrega el pedido a una clienta de su local. Guillermo Carrión / AGM

Ni siquiera la casi transoceánica fama que tienen sus pasteles de carne logra salvar a locales de la enjundia de Zaher de la subida de la luz y sus consecuencias. Antonio, uno de los dos socios que lo regentan, se lamenta: «Nosotros, además de todos los electrodomésticos de un establecimiento convencional, contamos con dos hornos y eso absorbe mucha electricidad». Un consumo que, en verano, se hace muy difícil de sostener ante la escasez de clientela. Fuera, el calor aprieta; dentro, el gasto ahoga: «Aquí no contamos con terraza, así que dependemos exclusivamente de los clientes que entren y para ello tenemos que tener conectado sí o sí el aire acondicionado». Además, asegura que no es algo que afecte solamente a unos pocos: «Esto es una cadena: si yo tengo menos dinero para comprar al carnicero, él también tendrá menos para gastar en otros sitios». Incluso reconoce que algunos compañeros han tenido que echar la persiana definitivamente.

Oasis en el desierto

El pavimentado desierto de Murcia en agosto cuenta cada vez con menos oasis que se atrevan a mantener sus puertas abiertas durante el estío. Isabel, encargada del restaurante 'Mesón de Jesús', explica las inclemencias a las que tienen que hacer frente: «Después de tantas restricciones, llega una subida de la luz. Se ensañan con nosotros».

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«Tengo las cámaras frigoríficas conectadas las 24 horas del día y la cocina desde que llego hasta que me voy», dice mientras abre los brazos en un gesto que busca comprensión y clemencia a partes iguales. Como solución propone una tarifa valle para los comercios, ya que se ven obligados a abrir en un horario concreto y no pueden adaptar sus hábitos de consumo.

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