Año de pandemia, año de bienes para las arcas municipales. La crisis del coronavirus obligó en 2020 a poner en 'stand by' la vida de los ciudadanos, pero también permitió que prácticamente todos los ayuntamientos de la Región aliviasen el estado de sus cuentas. ... Con los servicios municipales parados durante la mitad del año y a medio gas el resto, 37 de las 45 localidades consiguieron disminuir su pasivo y suavizar así la presión del déficit.
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Alhama de Murcia es una de las mejores representaciones de este buen comportamiento, ya que volvió a dejar su debe a cero tras la subida de 2019. Se une así a Fortuna, Jumilla, Las Torres de Cotillas y Ulea como únicas localidades no endeudadas.
Cartagena y San Javier son otros dos ejemplos positivos: ambos aparecen en las primeras posiciones de disminución de la deuda, tanto en términos absolutos como relativos. Además de Alhama, a nivel porcentual solo les superan Cieza y Mazarrón, que prolongaron la dinámica de los últimos años a pesar de la irrupción de una nueva crisis, esta vez sanitaria.
En el caso de la ciudad portuaria, la reducción fue de más de 12 millones, un 21%. Según explica Esperanza Nieto, concejal de Hacienda de Cartagena, esta importante bajada se ha conseguido al cumplir, pese a estar suspendida dos años, con la Ley de Estabilización Presupuestaria, que obliga a las entidades locales a destinar su superávit al pago de la deuda. Esta decisión les garantiza tener más libertad para «marcar prioridades y cumplir nuestro programa» en los próximos ejercicios. Tal y como señala Nieto, la llegada de la pandemia les supuso tener que adaptar cada semaçna sus actuaciones: «Cambiamos nuestras previsiones y nos volcamos con los servicios sociales, reforzando la atención y las ayudas». Para disminuir la deuda en un año tan complicado, Nieto reconoce que «no hay fórmulas mágicas, pero sí muchas reuniones para buscar soluciones, priorizando inversiones inteligentes. No forzamos un plan de ahorro ni nada especial», indica.
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De los 37 municipios en los que bajó la deuda, en trece lo hizo más de un 10%. No obstante, al analizar con lupa cada caso se vuelve a evidenciar que cuando la carga es más pesada cuesta más aligerarla. De los diez ayuntamientos de la Región de Murcia con más deuda por habitante, ninguno consiguió recortarla más de un 3,5%. Esta clasificación la encabeza, un año más, Totana. Cada vecino de la localidad 'debe' 3.306 euros, una losa que lastra el normal funcionamiento del Ayuntamiento y que afectará a las arcas municipales durante décadas. En segundo lugar se encuentra Villanueva del Río Segura, con 3.164 euros por habitante, seguido de Aledo, cuya deuda alcanza los 3.101 euros por vecino. En el otro extremo están Cieza, con una 'calderilla' de tres euros por habitante; Águilas, cuyos vecinos deben 41 euros; y Mazarrón, con un pasivo per cápita de apenas 60 euros.
Entre las seis administraciones en las que más aumenta la deuda durante 2020 están precisamente aquellas que acumulan más déficit por vecino. Es el caso de Totana, donde el total se ha disparado nueve millones más y ya supera los 107, un montante muy abultado para una localidad en la que apenas viven 15.755 personas.
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Sin embargo, fue Santomera la que sufrió el incremento más significativo, pues adeuda un 23,6% más que a finales de 2019. Otro de los ayuntamientos más endeudados es el de Villanueva, que, pese a que estaba logrando tapar lentamente el agujero que dejó la etapa del alcalde popular José Luis López Ayala, el año de la pandemia supuso un paso atrás. La deuda también creció en Yecla, aunque en menor medida (5,5%), y muy moderadamente en Molina de Segura (1,8%) y Caravaca de la Cruz (0,2%), dos municipios donde la reducción se había estancado antes de 2020. En Albudeite y Campos del Río, la carga sobre las arcas municipales se mantuvo igual.
La emergencia sanitaria provocada por el coronavirus es la segunda gran tensión que deben afrontar los ayuntamientos de la Región de Murcia en apenas una década. En 2010, los consistorios empezaban a notar los efectos del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que dejó un agujero en las cuentas de la mayoría de los municipios.
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Desde entonces, poco más de la mitad de los consistorios, 25 en total, han conseguido rebajar su déficit por debajo del nivel de 2010. De ellos, Alhama de Murcia, Fortuna, Jumilla y Las Torres de Cotillas reducen a cero su pasivo, que en el caso de Las Torres superaba los 5,5 millones.
Además de estos, los mayores descensos los logran Cieza, al disminuir en más de ocho millones su deuda (un 98,5%) y quedarse con unos testimoniales 123.000 euros; Águilas, con un 71% de rebaja en la última década, cifrada en solo 1,4 millones; y Molina de Segura, que consigue un descenso del 62% al pasar de 33 millones a 12.
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Una de cal y otra de arena para los 17 municipios restantes, para los que el año 2010 supuso el pistoletazo de salida en el aumento de su déficit. En algunos casos, el incremento es tan exagerado que supera las cuatro cifras porcentuales. Es el caso de Librilla: en 2010, sus cuentas presentaban un debe de 266.000 euros. Una cifra asumible que, diez años después, ha subido un 1.750% hasta situarse en 4,9 millones de euros. El mismo camino tomó el pasivo de Aledo, con un déficit de 180.000 euros hace una década y que ahora es de 3.197.000 euros, un 1.676% más.
En el caso de los tres grandes municipios de la Región -Murcia, Cartagena y Lorca- la suerte de sus cuentas ha sido dispar. La capital presentaba en 2010 compromisos por valor de 200 millones; ahora, el débito es de 289, un 44% más. Por el contrario, en la trimilenaria se ha conseguido disminuir casi un 65% el pasivo en una década, al pasar de 129 millones en 2010 a los 'solo' 44,5 registrados el pasado año. Por último, la Ciudad del Sol logra un descenso de casi el 50% de su débito y se queda con 29,8 millones en 2020, frente a los 57,4 que presentaba en 2010.
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El maná de los fondos europeos por la crisis de la Covid será la siguiente oportunidad para que los consistorios murcianos puedan realizar grandes proyectos sin un sobreesfuerzo de sus arcas. Solo el tiempo dirá, dentro de diez años, si lo habrán conseguido o si otra crisis acecha en el futuro.
Por María García Clemente
Los datos de la deuda del Ayuntamiento de Totana impresionan. Su pasivo ha seguido una escalada vertiginosa hasta convertirse en el más alto por habitante de la Región de Murcia, pero también en el segundo más elevado de la Comunidad. En 2010, la situación de las arcas del consistorio totanero ya era preocupante: el déficit total ascendía a 39.825.000 euros. Una década después, esa suma ha crecido hasta alcanzar los 107,5 millones, una losa que lastra el funcionamiento del Ayuntamiento y que impide llevar a cabo cualquier proyecto que no sea el de pagar la deuda.
¿Cómo ha llegado Totana a esta situación? El origen de este descuadre está en el 'boom' del ladrillo, según explica el actual alcalde de la localidad, Juan José Cánovas, de Ganar Totana. El primer edil señala que, en 2007, la corporación firmó numerosos convenios urbanísticos, de los que se cobró una parte y que quedaron en el dique seco con el estallido de la burbuja. La crisis llegó y con ella vinieron las reclamaciones por esos proyectos: «Se iniciaron los procedimientos judiciales y hubo que pagar ese dinero más los intereses. Además, como existía la expectativa de cobrar, hubo un aumento desmesurado del personal e inversiones en grandes infraestructuras, como una rotonda que se hizo en 2008 y que hubo que abonar en 2015», ejemplifica Cánovas.
Las sentencias desfavorables al Ayuntamiento por servicios no abonados y devolución de estos convenios han ido engrosando el pasivo municipal e impidiendo que el Consistorio afronte tareas habituales, como la reparación de viales: «No tenemos margen prácticamente para atender el día a día», reconoce, que cifra en 30 millones el presupuesto anual del Ayuntamiento, de los que 23 van a pagar gastos de personal y de funcionamiento.
Pendiente ahora de la aprobación de una nueva línea de actuación del Ministerio para asumir los pagos pendientes, Cánovas tiene dudas de que los políticos totaneros hayan aprendido la lección: «Creo que algunos viven todavía en el sueño del cuento de la lechera. La salida no va a venir porque caiga el maná del cielo», reflexiona.
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