

Secciones
Servicios
Destacamos
CARLOS BENITO
Martes, 12 de julio 2016, 18:38
Tradicionalmente, el único balance del que todo el mundo estaba pendiente en las mañanas de los sanfermines era la relación de heridos en el encierro, esa lista cosmopolita de empitonados y contusos que cubría algunas jornadas de un tinte dramático. Había otros días, en cambio, que amanecían festivos del todo, tan limpios como la carrera de mozos y toros que los inauguraba. En los últimos años, se ha sumado otro balance que ensombrece sin remedio la fiesta: no pasa fecha en el calendario sin que se sume una nueva agresión o un nuevo abuso sexual, en una acumulación constante que ha dejado al descubierto la cara más abyecta de la celebración. Protección Civil hizo ayer un recuento para aclarar las cifras: en los seis primeros días de sanfermines se han denunciado cuatro agresiones sexuales, una quinta en grado de tentativa y siete casos de abusos.
El ataque más estremecedor se cometió la primera noche, a las tres de la madrugada del día 7. Según el relato que el juzgado de instrucción considera «indiciariamente acreditado», cinco jóvenes andaluces -uno de ellos, guardia civil- acompañaron a una madrileña de 19 años hacia el coche donde iba a pasar la noche y, al encontrarse un portal abierto, la sujetaron «por las muñecas» y la sometieron a sucesivas agresiones sexuales «mientras grababan los hechos» con un teléfono móvil. Los cinco presuntos autores fueron detenidos a las pocas horas, cuatro de ellos en la suelta de vaquillas posterior al encierro, y han ingresado en prisión. El miembro del instituto armado ha sido, además, suspendido de sus funciones. También fue violada una francesa de 25 años que acudía a descansar en su vehículo, estacionado en el parking de la Plaza del Castillo: un hombre de entre 40 y 50 años la acorraló en un baño del subterráneo y la forzó. De los últimos sucesos más graves, se sabe que uno de ellos se registró en las inmediaciones de La Taconera y que la víctima es vecina de Pamplona. Y, entre los abusos, hay historias tan absurdas y grotescas como la del francés que tocó un pecho a una policía municipal de servicio -en el juicio rápido, ha aceptado una condena de cuatro meses-, pero también otras que habrían podido pasar a mayores de no ser por la intervención ciudadana, como la de la australiana a la que ya habían bajado los pantalones en la zona del Vergel o la joven dormida en un parterre del parque de Antoniutti a la que sobaba un individuo.
Algunos pamploneses se lamentan de que, este año, se esté hablando más de esta fea cuestión que de la parte gozosa de la fiesta, esa alegría callejera y esa vitalidad incontenible que encandilaron a Hemingway. Pero el Ayuntamiento, gobernado por EH Bildu, analiza con otra perspectiva el asunto. «Puede haber un repunte, pero las denuncias son más o menos las mismas que los últimos años -plantea un portavoz municipal-. No es que la gente se haya vuelto loca de repente: lo que ocurre es que aquí se está visibilizando algo que en otras partes más bien se invisibiliza. La gente se está concienciando de una manera brutal y denuncia lo que durante años se silenciaba. El objetivo es que todos sigan este ejemplo: Pamplona es un modelo nacional e internacional de compromiso y eficacia en la lucha contra esta lacra». Y como prueba de este último punto, la eficacia: recuerda que en mitad del alboroto festivo se ha logrado arrestar a doce personas presuntamente relacionadas con estos delitos.
Las asociaciones feministas navarras suscriben una valoración similar: «Ya no solo se ha concienciado la gente que había profundizado en el asunto, sino también el pueblo. El cambio se nota en la calle, en las conversaciones: frases como 'se lo han buscado' o 'les pasa porque van así' quedarán en las reminiscencias de quienes tenemos ya cierta edad, pero no creo que las volvamos a escuchar. Antes estas cosas se dejaban estar, no se atacaba el problema: las mujeres formábamos parte de un lote, junto al beber y el disfrutar, e incluso algunas agencias vendían la idea de que aquí se podía hacer lo que a uno le diese la gana. Ahora se ha perdido el miedo a denunciar», explica Remei Font, de la Plataforma de Mujeres contra la Violencia Sexista. A Remei le tocaba ayer hacer guardia en el teléfono de iniciativa ciudadana para informar de ataques de este tipo durante los sanfermines: «En este turno me han llamado unas mocetas que acababan de sufrir una agresión», comenta.
Cámaras de alta definición
En Pamplona, la preocupación por estas cuestiones no ha sido flor de un día. Por un lado, la magnitud y la saturación de sus fiestas, que reúnen a un millón de personas durante el fin de semana, brindan a los predadores sexuales cierta sensación de impunidad; por otro, la ciudad siempre ha contado con un tupido tejido de asociaciones que han llamado la atención sobre las actitudes machistas, desde las más atroces hasta las que se mimetizan con la mecánica de la juerga y la seducción. Hace muchos años que el arranque de los sanfermines está acompañado de carteles, pegatinas y pañuelos alusivos a este problema, con eslóganes como 'Fuera pulpos' o 'Babosos', que pretenden poner coto «a la agresión constante, al manoseo cansino, a la verbalización insoportable de los deseos masculinos, a la machistada festiva, cargada de alcohol, en medio de un corro de graciosillos», tal como enumera la abogada Begoña Zabala, del colectivo Emakume Internazionalistak.
La tensión de esta lucha se incrementó a raíz del asesinato de la joven irunesa Nagore Laffage en los sanfermines de 2008: la estudiante de enfermería, de 20 años, se había negado a mantener relaciones sexuales con el hombre que la mató, psiquiatra en la clínica donde ella hacía prácticas. La madre de Nagore participa siempre en la concentración en su recuerdo que se celebra al inicio de las fiestas. Este año, además, ha manifestado su espanto ante la violación múltiple del día 7: «Hay cosas que no se pueden comprender. Ninguna de las cinco personas fue capaz de decir '¿pero qué estamos haciendo?'». El otro factor que ha influido decisivamente en la opinión pública son varias fotos muy difundidas de los chupinazos más recientes, en las que se puede contemplar el manoseo al que son sometidas algunas mujeres.
En los últimos años, diversos colectivos están colaborando con las instituciones en el diseño de las campañas de concienciación y respuesta, una estrategia compleja que abarca desde folletos hasta cámaras de alta definición, pasando por un estudio de campo que se está llevando a cabo este mismo año. Las manos que simbolizan el rechazo a las agresiones sexistas se han vuelto omnipresentes y han llegado a manos de figuras como el presidente de Osasuna o El Drogas, el músico que formó parte de Barricada.
El alcalde, Joseba Asiron, ha declarado que siente «impotencia y mucho cabreo» ante cada nuevo caso, «un fallo de toda la sociedad», pero también ha elogiado la actitud de la mayor parte de los pamploneses. La semana pasada, la concentración en repulsa por el ataque a la joven madrileña superó todas las expectativas: fue, en palabras del regidor, «como un segundo chupinazo, pero para denunciar». Ayer mismo se celebró un pasacalles silencioso de las peñas y una segunda manifestación, que de nuevo reunió a miles de personas. «¿Que si sale perjudicada la imagen de las fiestas? -reflexiona Remei Font-. Gustaría que esto no se diera, claro, pero el caso es que se da, y ahora nos toca pasar esta etapa». Los toros seguirán corneando, pero ojalá llegue pronto el día en el que este otro balance aparezca todas las mañanas en blanco.
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.