BORJA ROBERT
Martes, 3 de noviembre 2015, 01:35
Alta tasa de abandono escolar, resultados mediocres en el informe PISA, financiación insuficiente, centros sin un plan educativo propio, docentes sin oportunidad de desarrollar una carrera profesional y una interminable sucesión de leyes orgánicas que no mejoran lo importante: el aprendizaje de los alumnos. Según el filósofo y catedrático de instituto José Antonio Marina, el sistema educativo español funciona a medias y necesita un revulsivo urgente que permita llevarlo al nivel de las mejores. Hacen falta, asegura, cinco años de cambios a todos los niveles. De momento, publica su plan en el libro 'Despertad al diplodocus' (Ariel), aunque también ultima el primer borrador del Libro Blanco de la Profesión Docente, un encargo del nuevo ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, sobre el que el Gobierno quiere sentar las bases de un acuerdo político que actualice el estatuto del oficio de profesor.
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Para Marina, mejorar el sistema educativo español no pasa tanto por reformar la ley como por multiplicar su importancia social. «El día que el estado de la educación aparezca como una de las principales preocupaciones de los españoles en el CIS, podremos cambiar las cosas», asegura. A partir de ahí, las modificaciones que propone afectan a alumnos, profesores, familias, centros educativos -y su entorno- y administraciones. «Todas las instituciones tienen miedo a cambiar y habrá resistencias. Antes, tenemos que convencer a los que van a protagonizar el cambio de que existe esta necesidad». Y si no se emprende pronto, anuncia, España se arriesga a quedar marginada. «Nos pasaron de largo la Ilustración y la industrialización. No debería pasarnos de largo esta época de ebullición en la enseñanza», reivindica.
Aunque apunta y dispara en todas direcciones -«mientras que la ministra de Trabajo italiana se puso a llorar cuando anunció los recortes, Wert justificó los suyos como algo insignificante, con una sonrisa», pone como ejemplo del trato a la educación en España-, Marina hace hincapié en la labor del profesor, y propone reformas polémicas. La mayor de todas, vincular una parte de su salario a los resultados de sus alumnos y de su centro. «La docencia tiene que ser una profesión de élite», asegura. «Y los que estén en ella tienen que tener la posibilidad de ascender si lo hacen bien; no jubilarse igual que empezaron». También propone transformar su formación y hacerla tan exigente como la de los médicos o los ingenieros, e implantar un sistema equivalente al MIR. Si funciona bien en la sanidad, argumenta, también lo haría en la docencia. «Pero para hacerlo hay que evaluar», sentencia.
Educación ideologizada
Ayer, durante un desayuno informativo organizado por Europa Press, Méndez de Vigo aseguró que estudiará la propuesta de ajustar el salario de los profesores a su desempeño profesional. «De momento, a Marina le he pedido que elabore un primer borrador, que me parece importante si queremos tener un debate franco y transparente. Llevar al sistema educativo hacia una mayor calidad depende esencialmente de los docentes, así que es necesario que el acuerdo cuente con ellos. Y si esta es una posibilidad, es importante que la tengamos en cuenta», afirmó el ministro.
«La escuela tiene alergia a las evaluaciones internas pese al entusiasmo con el que evalúa a los alumnos», asegura Marina. «Pero es necesario saber qué se hace mal y qué se puede mejorar para progresar. Según el último informe Talis, un 40% de los profesores españoles nunca ha recibido un análisis sobre su desempeño profesional». Además de al docente, reclama esta labor para todo el sistema, incluidas las evaluaciones externas que trajo la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) y que han sido calificadas por la oposición como una estrategia para hacer un 'ranking' de centros de enseñanza. «La evaluación tiene que servir como control y también para medir el progreso pedagógico; no para decirte qué mal está algo, sino para señalar en qué se puede mejorar», defiende.
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«Tenemos que ser exigentes con lo que hacemos», reclama el escritor. El mundo de la educación está en un proceso de cambio mundial y, si las propias instituciones de enseñanza no lideran el cambio, otras organizaciones lo harán por ellas, dice. Hace falta, reivindica, primero un pacto social que desemboque en un pacto político sobre la educación. «Un acuerdo de mínimos, por ejemplo que la inversión no pueda bajar del 5% del PIB», dice. «Desde el siglo XIX la educación en España está muy ideologizada, pero más que las leyes, el problema siempre ha sido de gestión. Puedes cambiar las normas y no resolver nada».
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