MICHAEL MCLOUGHLIN
Lunes, 1 de junio 2015, 00:30
Son, sin lugar a dudas, los nuevos reyes del lenguaje digital. La mayoría de los usuarios de móviles ha visto, en algún momento, cómo alguno de sus contactos de WhatsApp roza lo obsesivo y no deja pasar la oportunidad de colar en sus conversaciones a una flamenca bailando, una carita llorando de la risa o cualquier otro emoticono de la biblioteca que se encuentra junto a sus teclados.
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Hace unos días se conocía que el órgano encargado de gestionar los también conocidos como 'emojis' había dado luz verde a un listado de candidatos a ingresar en la nómina de estos símbolos el próximo año. Dentro de unos meses es probable que podamos contestar con una loncha de bacon, una nariz de Pinocho, un unicornio, una rosa marchita o un joven haciéndose un 'selfie'.
Si todo marcha al ritmo previsto, los nuevos emoticonos estarían preparados para junio de 2016. Sería la novena entrega del lenguaje Unicode, que toma su nombre precisamente del consorcio que se encarga de estudiarlos, aprobarlos y estandarizarlos para que funcionen en todas las plataformas.
Esta versión tomará el relevo de la actual generación, en la que la principal novedad fue la inclusión de nuevas tonalidades de piel para reflejar la diversidad de las razas del mundo. Estos cambios no están disponibles en todos los teléfonos porque, una vez aprobados por Unicode, son los fabricantes los que deben ponerse manos a la obra con el diseño.
La decisión se tomó a raíz de la campaña 'Diversifica mi 'emoji'' de la organización dosomething.org. Lo cierto es que la iniciativa, a pesar de que muchos no se habían percatado del asunto debido al color amarillo que se empleaba hasta entonces, fue un éxito rotundo. De esta forma se crearon cinco nuevas tonalidades a partir de la escala dermatológica Fitzpatrick.
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Los 'emojis' no tienen ni veinte años de edad. Nacieron en 1998. Fue en Japón y no tardaron en convertirse en una moda en aquel país. Para hacer caja, las operadoras de telefonía móvil locales no dudaron en incluirlos en los sistemas operativos de sus terminales.
Hay que tener en cuenta que cuando alguien manda un 'emoji' no envía letras ni una imagen. Envía códigos numéricos, que es al fin y al cabo lo que entienden las máquinas. Por eso, al principio si un usuario nipón escribía un mensaje destinado a alguien de Europa o de otros puntos del globo, la historia no tenía más gracia que ver caracteres sueltos sin sentido alguno.
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Fue hace cinco años, en 2010, cuando el consorcio Unicode decidió incorporarlos en las normas sobre fuentes tipográficas y otros aspectos. El proyecto surgió en 1991 en Silicon Valley y a día de hoy gigantes como IBM, Apple, Google u Oracle pertenecen a este gobierno del código informático que no en pocas ocasiones ha sido cuestionado por la opacidad que rodeaba su actividad.
Movilizaciones y campañas
Pero ¿cómo se decide qué nuevo gesto o qué receta del mundo será escogida para integrar el siguiente volumen de 'emojis'? Cualquiera puede proponer uno. Es más, el consorcio tiene un amplio apartado en su página dedicado a ello. Sin embargo, el proceso es una complicada compilación de requisitos entre los que se exige demostrar que el hueco no está cubierto y que su uso sería relativamente común.
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Con este fin se han podido ver en los últimos años campañas en distintos puntos del mundo. Movilizaciones como las que han conseguido crear emoticonos multirraciales. Uno de los últimos colectivos que ha tocado las puertas de Unicode ha sido el de los pelirrojos, que no ven con buenos ojos el asunto. Emma Kelly, la promotora de esta iniciativa, ya ha conseguido 10.000 firmas en change.org para apoyar su causa, que nació después de ver que Apple no incluía ninguno de pelo rojizo entre los 300 símbolos de su última actualización.
Una actualización que ha incorporado los 'emojis' de dos hombres y dos mujeres besándose pensando también en el colectivo LGTB. Sin embargo, asociaciones de defensa de los derechos homosexuales han pedido una mayor representatividad.
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Entre las miles de peticiones que se envían cada año, la gastronomía es una de las temáticas más recurrentes. Los tacos mexicanos tienen bastantes papeletas para aparecer en la próxima entrega, mientras que la paella tendrá que esperar. Y es que los movimientos del valenciano Eugeni Alemany aún no han fructificado. La #operaciónpaella consiguió 3.000 firmas en change.org y miles de personas apoyaron el tradicional plato en las redes sociales. Alemany, que llegó a viajar a Silicon Valley para promocionar su campaña, consiguió incluso que varios diputados hiciesen un acto frente al Congreso para respaldarle.
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