Los avances experimentados durante las últimas décadas en materia de igualdad en el ámbito laboral no impiden que aún se sigan vinculando ciertas profesiones a ... los hombres y otros oficios a las mujeres. Así, todavía nos sorprende tanto encontrar a una fémina que recorre las carreteras de Europa a los mandos de un vehículo de transporte de mercancías como ver a un varón demostrando a diario su paciencia con los más pequeños en una guardería.
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Un análisis de los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) en la Región revela que hay segmentos del mercado de trabajo en los que la presencia de la mujer se mantiene lejos de los niveles de ocupación masculinos, entre ellos el sector primario, la construcción y la instalación de maquinaria. En cambio, ellas ganan por goleada en empleos de oficina, restauración y profesiones científicas, por no hablar ya del terreno doméstico.
Con motivo de este 8M, Día Internacional de la Mujer, LA VERDAD ha reunido a seis trabajadoras de profesiones tradicionalmente vinculadas a los hombres: una piloto de aviones, una bombera conductora, una ganadera caprina, una transportista, una pescadora y una capataz de la construcción. Son testimonios de que ciertos oficios, poco a poco, van dejando de ser cosa de ellos.
Magdalena Molina vive en Calasparra, tiene 42 años y trabaja en la compañía aérea Air Nostrum como copiloto de aviones comerciales, una profesión en la que las mujeres solo suponen un 5% en Europa, según señalan algunos estudios de consultoras privadas. «En la cabina del avión somos dos, el comandante y el copiloto, y nos turnamos los vuelos, tres cada uno. En el argot, lo llamamos repartirnos el pan y el jamón. Es un puesto de mucha responsabilidad, pero no es algo demasiado físico. No sabría explicar por qué hay tan pocas mujeres», afirma Magdalena Molina, quien atribuye la escasa presencia femenina «quizás a la falta de referentes y al miedo a pasar mucho tiempo fuera de casa, lejos de la familia».
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La tripulante obtuvo el título en una academia privada de aviación civil en La Coruña «tras dos años de formación muy duros con muchas horas de prácticas de vuelo en avioneta». Una vez habilitada, superó una selección en la compañía Air Nostrum. Al principio estuvo en Madrid, realizando vuelos internacionales desde Barajas, pero se redujo la jornada para poder estar más en casa y, actualmente, solo hace trayectos nacionales. «Soy madre de una niña de diez años y de otro niño de seis. Tengo claro que ellos están por delante de todo. Trabajo, como máximo, diez días al mes y no me pierdo una función del cole», explica Magdalena, quien reconoce, no obstante, que ella es una privilegiada en ese sentido. A veces se lleva a los chicos con ella en sus viajes, «aunque mi hijo se decepciona cuando le digo que no puede tocar los botones del avión», bromea.
Asegura que en estos años de trayectoria profesional nunca ha sufrido actitudes paternalistas por parte de los compañeros. «Precisamente, el copiloto es el que tiene que realizar de vez en cuando lo que se conoce como 'hacer la exterior', es decir, bajar a comprobar que todo el avión está listo para que el vuelo sea seguro. Jamás me ha dicho el comandante 'déjame, que esto lo hago yo'».
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La leche es el medio de vida de Josefa Garrido, archenera de 62 años, quien gestiona con la ayuda de su esposo una explotación de un millar de cabras en el municipio de Alguazas. «Antes de la crisis esta última, mi marido trabajaba unas veces en el campo y otras en la construcción. Pero pasó lo que pasó y nos montamos esto, donde nos encontramos muy bien», señala esta ganadera, quien recalca que sus animales producen «mil litros de leche diarios».
«A mí no me ha dicho nadie nada por ser mujer y dedicarme a esto. Donde voy, digo que soy ganadera, porque me gusta lo que hago, aunque los que gobiernan no nos lo pongan fácil. Un año, una pagamenta. Al otro año, una pagamenta distinta. Si nos queda algo es porque no nos da tiempo a gastarlo», dice Josefa, cuyo único hijo «es psicólogo y ya colocado, por lo que no tenemos necesidad de llevar este jaleo, lo hacemos porque nos gusta».
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Tiene 23 años Mirian Saura, quien aunque es de la vecina ciudad de Orihuela, trabaja en la Región, a pie de obra en unos bloques de edificios que una gran empresa del sector de la construcción está terminando en la capital. Ha sido capataz y, recientemente, ya ejerce como encargada. «Es un oficio complicado para una mujer y, aunque se ha avanzado mucho en los últimos años, todavía hay trabajadores, sobre todo aquellos de otras culturas, a los que les cuesta hacerse a la idea de que una mujer, y encima joven, les mande», relata Mirian. No obstante, estos son las excepciones, «porque noto mucho respeto y confianza por parte de la gran mayoría de mis compañeros, pues desde el principio me dejaron llevar bloques yo sola», revela.
Mirian indica que, cuando conoce a gente y cuenta a lo que se dedica, «algunos se sorprenden todavía, pero luego lo asumen con total naturalidad». Entre ellos, algunos amigos de su padre. Incluso admite que ella misma «al principio no veía muy claro lo de trabajar con tanto hombre». También confiesa que alguna vez ha tenido que llamar la atención a algún obrero «que se ha pasado de la raya» en los comentarios hacia las mujeres. Sobre las limitaciones físicas con sus compañeros, Mirian señala que no ha encontrado ninguna en todo el tiempo que lleva de capataz y encargada. En la obra en la que trabaja ahora en Murcia hay, además de ella, otra chica de Cartagena que ejerce de electricista, otro oficio masculinizado.
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Irene Sánchez Gil, de 30 años, lleva en la sangre el oficio de bombero, pues su padre y su tío lo son. Desde bien pequeña, se la llevaban al parque del Infante, donde se lo pasaba de lo lindo con los vehículos. Por eso tenía muy claro lo que quería ser de mayor: bombera conductora. Así que en cuanto pudo, después de completar la carrera de Física en la UMU, se presentó a unas oposiciones al Servicio de Extinción de Incendios del Ayuntamiento de Murcia (SEIS), donde hace tres años se convirtió en la primera conductora bombera.
Irene forma parte de los equipos que salen a toda velocidad cuando hay que actuar ante una emergencia en el municipio. Y no se limita a conducir el vehículo. «Mi misión es facilitar las herramientas a los compañeros, poner la bomba, etc... Pero muchas veces, cuando es necesario, me pongo en primera línea». Es decir, agarra la manguera y mira cara a cara al fuego.
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Fue una de las profesionales que estaban de guardia el fatídico domingo 1 de octubre de 2023, cuando se incendiaron las discotecas de Atalayas, donde murieron trece personas. «Estuve en la zona todo el día, pero esta vez no llegué a entrar en los locales. En grandes servicios como este, nos repartimos muy bien el trabajo, y en esta ocasión mi misión era velar para que no faltara agua en ningún momento». La conductora bombera piensa que cualquier mujer está capacitada para ejercer esta profesión de riesgo «si hace deporte y se prepara bien». Asimismo, llama a las mujeres a «acabar con los prejuicios» a la hora de conducir vehículos de grandes dimensiones. Por ahora, no tiene problemas de conciliación, ya que ni se plantea tener hijos. «Lo que quiero es disfrutar de mi trabajo y de mi vida».
La pandemia cambió la vida de Raquel Sánchez. Esta aguileña de 44 años regentaba un centro de estética en la localidad que se vio obligada a cerrar tras el cese de actividad decretado por el Gobierno el 14 de marzo de 2020. «Yo tenía que cerrar, pero el barco de mi padre y mi hermano seguía faenando. Ahí empezó esta aventura», cuenta. Tras sacarse la licencia, Raquel, la hija de Antonio 'El Pipa', empezó a salir a pescar junto a su hermano a bordo de una embarcación familiar de artes menores llamada 'Isidoro y Juana'. Y lo hizo para quedarse, siendo una de las dos mujeres que hay en la Cofradía de Pescadores de Águilas. «Pescamos sobre todo moruna, también camarón y pulpo», detalla Raquel Sánchez, que compagina hoy la pesca con el centro de estética.
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«Al principio todos dudaban de que pudiera con esto, incluso mi propio padre. Más por un tema de tradición que por otra cosa. Pero luego han visto que sí», recuerda la pescadora, que opina que cualquier mujer puede seguir sus pasos «porque la pesca ya no es como antes, que era todo manual». «No obstante, tiene una gran dureza, sobre todo en invierno, y hay temporadas muy duras en la que no pescas nada y, por lo tanto, no ganas nada, pese a que trabajas lo mismo e incluso más. Pero el día que tienes una buena pesca, da mucha satisfacción», asegura Raquel.
La molinense María Dolores Piqueras, de 47 años, acumula más de dos décadas de experiencia como transportista. Hija de un camionero, desde niña tuvo claro que seguiría sus pasos. Conduce un tráiler y ha recorrido toda Europa para llevar los productos de la Región. «Estoy encantada, la verdad. Me gusta mi trabajo, siempre me he sentido apoyada por mis compañeros y nunca me he visto limitada para realizar ciertas tareas como la descarga de mercancía, pues actualmente todo está mecanizado», declara María Dolores, quien esta semana estaba en Milán (Italia).
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Lo que sí admite es que, por la naturaleza de su empleo, que obliga a pasar tanto tiempo fuera de casa, no lo tuvo fácil para conciliar. Tiene dos mellizos, cuyo padre también se dedica al transporte, por lo que la ayuda de la abuela fue clave en la crianza cuando eran pequeños. Asimismo, afirma que, cuando proclama cuál es su profesión, «todavía muchos me miran raro».
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