Santiago Moreno, en una terraza frente al Mar Menor, en La Manga, esta semana. Pablo Sánchez / AGM
Jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Ramón y Cajal

Santiago Moreno Guillén: «Hay bacterias resistentes para las que ya no tenemos antibiótico, y el problema va en aumento»

«La respuesta de la sanidad pública ante la pandemia fue ejemplar; me gustó cómo reaccionó España»

Domingo, 20 de agosto 2023, 07:17

El archenero Santiago Moreno, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal, cumple este domingo 63 años, pero no tiene prisa por ... jubilarse. La covid no pudo con él en 2020, aunque su vida pendió de un hilo, y hoy sigue dedicado a su profesión con el mismo entusiasmo de siempre. Catedrático de la Universidad de Alcalá y reputado experto en VIH, Santiago Moreno lleva décadas labrándose una prestigiosa carrera en Madrid, pero nunca ha olvidado a la Región de Murcia. Desde 1998 veranea en la misma urbanización de La Manga. Allí recibió esta semana a LA VERDAD.

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-Hace tres años estábamos en plena pandemia, confinados, y usted se encontraba ingresado en la UCI por covid. Hoy, las playas y los bares de La Manga están llenos. ¿Qué sensación le produce este contraste?

-La inmensa mayoría de nosotros no vivió aquello con la sensación de que iba a ser ya así para siempre. Todos esperábamos que igual que tuvo su principio, tendría su final, y volveríamos antes o después a la normalidad. Si repasamos la pandemia de peste tan larga que hubo en España desde finales de la Edad Media hasta el siglo XVI y XVII, nos pasmaría ver lo parecido de las reacciones y de las medidas que se tomaron entonces. Cuando se acabó, no solo hubo una recuperación de la normalidad previa, sino que se produjeron muchas mejoras, e incluso hubo un resurgir de la economía. Lo suyo, de acuerdo a la historia, es volver a la normalidad e incluso mejorar en muchos aspectos.

-Pero aunque hayamos vuelto a la normalidad, la pandemia sí nos ha marcado.

-La pandemia nos ha marcado a nivel global. Hemos experimentado lo que significa adoptar medidas comunes y universales: encerrarnos, no salir de las casas. Ha habido situaciones traumáticas, como no poder asistir a los enfermos en los últimos días y horas de su vida. Eso sí lo llevo marcado, esa es seguramente la experiencia más traumática de todas.

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Cambio climático

«Se dan las condiciones para el dengue o la fiebre del Nilo, y no es para nada descartable que volvamos a tener paludismo»

-Personalmente, ¿su paso por la UCI ha marcado un antes y un después, o ha sido más duro para usted afrontar esas situaciones como médico de las que habla?

-Lo mío fue una experiencia nueva, sin duda. Ahora, cuando la reflexiono y la revivo, incluso me extraña cómo la llevé. Sí, supe lo que es ponerte malo, pensar en la muerte como algo cercano y próximo. Tuvo su impacto, pero no ha modificado mi manera de vivir, no veo la vida de una manera diferente. Entiendo que mi vida la vivo de manera más o menos plena, y no me he dicho: he estado a punto de morir sin haber disfrutado de tales o cuales experiencias. Para mí lo más tremendo ha sido ver que un señor de 85 años -cuya muerte en condiciones normales habría sido algo natural- fallecía solo en el hospital, sin que nadie pudiera asistirle. Eran personas que habían trabajado toda su vida por la sociedad, y que no podían estar en ese momento con sus hijos, con su familia. Se morían solas, se les enterraba solas, y en el velatorio, como mucho, había dos personas.

-Es un gran defensor de la sanidad pública. ¿La ve debilitada tras la pandemia, o con fortaleza?

-A nivel profesional, viví la entrega del estamento sanitario. Eso me hizo sentir muy orgulloso. Por otra parte, la respuesta de la sanidad publica, como institución, me parece que ha sido increíble, ejemplar. Y no entramos en ningún matiz político, porque yo me refiero tanto a lo que viví a nivel de comunidades autónomas, y en Madrid gobierna el PP, como al Estado, y ahí gobierna el PSOE. Desde mi punto de vista, se reaccionó bien dentro de las posibilidades que había. Cuando empezamos a prepararnos para afrontar la pandemia en el hospital, antes de que el 14 de marzo se promulgara el Estado de alarma, hacíamos reuniones diarias con el gerente, la dirección médica, Recursos Humanos... La disposición era increíble. Otra cosa es que no hubiese mascarillas en el mundo, pero se esforzaban lo indecible por conseguir todo aquello que pedíamos. Tengo la impresión de que la respuesta desde los estamentos superiores, en la Consejería, era igualmente buena: había esfuerzos honestos para procurar la atención. Hubo errores derivados de la inexperiencia, que se cometieron a nivel mundial: la OMS lanzó una alerta tibia cuando empezó lo de Wuhan. No digo que la sanidad española no tuviese sus lagunas, pero no las considero fruto de la desidia o dejadez, o de intereses espurios. Me gustó cómo en España se reaccionó desde el punto de vista organizativo, y creo que la sanidad pública estuvo muy a la altura.

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-Lo que ocurre es que en este país todo se politiza. Hubo coordinación técnica entre las administraciones, pero una controversia política constante. ¿No le parece desesperante?

-Absolutamente. Para su tranquilidad, le diré que lo que nosotros vivimos aquí es exactamente igual a lo que pasó en otros países, e incluso nos quedamos cortos. Yo no era consciente, pero un día, en un congreso, hubo una mesa en la que participamos seis personas de diferentes países, entre ellos Italia, España y Estados Unidos. Lo sorprendente es que, cuando hablamos de esto, todos -y yo el que menos- nos quejamos de la manipulación política. En cada país, la oposición aprovechó la pandemia para atacar de mala manera y cuestionar lo que se hacía. Eso resulta desesperante. En España, llegamos a que se cuestionara la legalidad de la declaración del Estado de alarma. El asunto fue al Constitucional, que determinó que efectivamente se hizo mal. ¡Como si se pudiera haber hecho otra cosa! Esto es tremendamente decepcionante y seguramente inevitable; se ha reproducido en todas las partes del mundo.

-Lo peor de la pandemia ya ha quedado atrás, pero hay otros retos. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido de que las resistencias bacterianas a los antibióticos «erosionan la medicina moderna y ponen millones de vida en peligro». Esto da bastante miedo.

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-Si tuviese que priorizar un asunto en el que hay que hacer más esfuerzos sobrehumanos para investigar e invertir, sería este. Los antibióticos son uno de los grandes hallazgos de la humanidad, son armas hiperformidables que han salvado y van a continuar salvando millones de vidas diarias. Pero todo eso se pone en entredicho cuando las bacterias se hacen resistentes a esos antibióticos. Un medicamento para la tensión no pierde eficacia, la tiene siempre, y si el paciente se lo toma mal, la tensión no se hace resistente al medicamento. Pero las bacterias, que son seres vivos, tienen la capacidad de hacerse resistentes a los antimicrobianos porque tienen que defenderse. Así que si no llevamos mucho cuidado puede pasar lo que ya está ocurriendo: el porcentaje de bacterias resistentes a los antibióticos va en aumento. Hay infecciones comunes para las que utilizábamos la penicilina sin ningún problema y ahora resulta que, de manera universal, esa bacteria se ha hecho resistente a la penicilina. Ya no podemos usarla. Ocurre, por ejemplo, con la neumonía por neumococo. Estoy hablando de una bacteria frecuente, de la calle. Ya no le hablo de las bacterias intrahospitalarias [las que causan infecciones nosocomiales]. Para algunas de ellas, sencillamente, no tenemos antibióticos. Un individuo en la UCI, intubado, puede sufrir una infección pulmonar y cuando vamos al antibiograma [la prueba para determinar la susceptibilidad de la bacteria a los distintos fármacos] nos encontramos con que no hay ningún antibiótico activo [eficaz].

Su paso por la UCI en 2020

«Supe lo que es pensar en la muerte como algo cercano, pero es una experiencia que no ha cambiado mi manera de vivir»

-Es un problema, por tanto, ya cotidiano en sus consultas.

-Ahora mismo, el número de muertos por las resistencias a los antibióticos es superior al de fallecidos por accidentes de tráfico. Esto es algo de todos los días. En el hospital nos llaman los diferentes servicios cuando tienen una infección más o menos grave que no saben manejar. Nuestro trabajo, en muchas ocasiones, consiste en buscar un antibiótico o una combinación de antibióticos que nos permita ser eficaces contra la bacteria que está causando la infección.

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-¿Qué se puede hacer?

-Este problema, de algún modo, es prevenible. Las resistencias a los antibióticos surgen porque estos fármacos se utilizan mucho y mal. Lo que tenemos que entender es que una bacteria es un ser vivo, y se defiende de lo que le ataca. Si el antibiótico es administrado de la manera adecuada en el momento indicado, la bacteria no puede hacer nada: el fármaco la liquida. Pero si le das dosis bajas o durante menos tiempo del necesario, la bacteria aprovecha para hacerse resistente.

-¿Hay que investigar para dar con nuevos antibióticos?

-La industria no quiere hacer la inversión hipermillonaria que requiere un nuevo fármaco que luego sirve para tratar un grupo reducido de infecciones. Así que se están elaborando leyes tendentes a, de alguna manera, compensar o premiar el esfuerzo de investigación en nuevos antibióticos, para que la industria no se desaliente. Si no, habrá un conjunto de infecciones que no podremos tratar, como de hecho ya ocurre, y luego otro grupo de infecciones que resultará de difícil tratamiento: ya tenemos que hacer malabares con productos antiguos y tóxicos para tratar infecciones que surgen en los hospitales.

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-¿Tenemos que ocuparnos más de las consecuencias que sobre la salud tienen la contaminación y el cambio climático?

-Sin duda, el cambio climático está modificando ya la epidemiología de las enfermedades infecciosas en el mundo. Muchas de las enfermedades que llamamos tropicales, asociadas a climas templados, no se producen en otros lugares porque los vectores que transmiten esas infecciones [generalmente, mosquitos] necesitan determinadas temperaturas. En el momento en que aparezcan las condiciones climáticas necesarias para que el vector se pueda reproducir, ya no hay ningún motivo para que no se transmita la infección en ese otro lugar.

-En 2018 se produjo en la Región de Murcia, de hecho, el primer brote de dengue autóctono registrado en España. El mosquito tigre, potencial vector del dengue, está ya muy extendido.

-Eso ya lo tenemos, ya está aquí. Está el dengue, y el chikungunya, o la fiebre del Nilo [otras enfermedades transmitidas a través de la picadura de mosquito]. El impacto del cambio climático en la distribución de las enfermedades infecciosas a nivel mundial es un tema de preocupación y de investigación. Una gran parte de los países nos podemos tropicalizar, y eso, asociado a los viajes, puede determinar un cambio global importante. No tenga ninguna duda, eso es algo que usted y yo vamos a ver.

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-¿La sociedad es consciente de esto?

-No del todo. La temperatura media está subiendo en el sur de Europa: España, Italia y sur de Francia. Estamos viendo que ahí están apareciendo estas enfermedades. En Estados Unidos, el virus del Nilo occidental se introdujo a través de viajeros que llegaron a la coste este y, ahora mismo, es endémico en todo el país, de este a oeste y del norte al sur.

-En España han aparecido brotes en la cuenca del Guadalquivir

-Y se va a extender, con seguridad. Más aún, ¿es posible que un día volvamos a tener paludismo aquí? No es para nada descartable.

«Soy optimista con el VIH: el número de infecciones disminuye»

- Lleva décadas trabajando para poner coto al VIH. ¿Cuál es la situación a día de hoy?

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-Soy optimista. Gracias al esfuerzo de mucha gente estamos en una situación que hace nada era impensable. No me estoy refiriendo exclusivamente a que dispongamos de tratamientos como los antirretrovirales. Nos estamos encontrando con una sorpresa: como la gente que tratamos con estos fármacos deja de transmitir el virus, el número de infecciones ha ido disminuyendo. En segundo lugar, la PrEP [el tratamiento pre-exposición que previene la transmisión] está resultando muy eficaz. Ya tenemos dos armas tremendas para un país como el nuestro. Pero el tercer motivo de optimismo es que el número de tratamientos que se están administrando a nivel mundial ha aumentado en pocos años. Los países más necesitados, como los del África Subsahariana o el sudeste asiático, tienen acceso en mayor o menor medida a los fármacos, con lo cual el número de personas con VIH tratadas en todo el mundo ya supera el 60%. Hace nada estábamos en el 8%.

-¿Sigue habiendo mucha gente sin diagnosticar en España?

-La OMS marcó un objetivo: para 2020 teníamos que estar en un 90% de personas con VIH diagnosticadas, de las cuales el 90% debían estar tratadas y, de ellas, el 90% debían presentar una carga viral indetectable. Cuando llegó 2020, España había cumplido bien estos dos últimos objetivos, pero nos faltaba el primero: estábamos en un 14% de personas no diagnosticadas, y teníamos que bajar al 10%. Ahora estamos ya en un 93%: solo hay un 7% de personas sin diagnosticar. Gracias a los tratamientos y a la PrEP, se ha logrado que la tasa de nuevas infecciones haya disminuido mucho.

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