Cómo se traduce el 'Garlochí' de la Pantoja a lengua de signos o de qué forma se baila en silla de ruedas. En el festival pinatarense Sal de Música se han revelado las respuestas a estas incógnitas sin resolver, que hasta ahora no se preguntaban ... ni siquiera la mayoría de las personas con alguna discapacidad física. Sin medidas de accesibilidad en los conciertos, muchos usuarios de sillas de ruedas o con autismo o sordera, simplemente no compraban una entrada para asistir a un espectáculo de masas. «Como no están acostumbrados a disponer de ayuda y recursos inclusivos, no lo incluían en sus planes de ocio», comenta la coordinadora de la fundación Music ForAll, Raquel García, que ha aplicado medidas correctoras al evento. El festival costero ha roto las barreras que impedían a las personas con discapacidad disfrutar de la música en directo.
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Las medidas inclusivas no han podido compensar más al concejal de Festejos, Javier Castejón, quien planea repetir la experiencia en la próxima edición de 2025. El Ayuntamiento de San Pedro del Pinatar, con la ayuda de la Consejería de Política Social, Familias e Igualdad, ha convertido el Sal de Música en el primer festival totalmente accesible de la Región. Barras más bajas, adaptadas a las personas con baja movilidad, mochilas vibratorias para quien padece discapacidad auditiva, códigos de audiodescripción, muletas o cascos han estado disponibles a la entrada del recinto ferial pinatarense para todos aquellos que necesitaran algún tipo de apoyo para vivir la experiencia en igualdad de condiciones.
No han sido las únicas medidas. Al entrar al recinto ya se nota la comodidad para moverse en los amplios accesos. La fundación realizó para el Sal de Música «un plan de accesibilidad en cada uno de los pasos que da un asistente, desde cómo llegar, que encuentren aparcamientos adaptados cerca y dispongan del itinerario de entrada», explica Raquel García.
A través de un carril de paso preferente, se encuentran el Punto Music ForAll, un expositor con dispositivos de ayuda, desde cascos o tapones para los oídos que puedan necesitar personas con autismo o discapacidad intelectual, hasta muletas o lazos de bucle magnético, que se conectan con el implante coclear para estimular el nervio de la audición. Con la mochila vibratoria a la espalda, las personas con sordera pueden disfrutar de la emoción de la música. La vivencia se completa con los subtítulos de las canciones, que aparecen en las dos pantallas laterales del escenario. Un intérprete de lengua de signos española va trasladando cada verso al público que vive en un mundo silencioso.
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En esta delicada misión de convertir las canciones en gestos ha estado Vicente Manuel Hernández, un intérprete con dotes dramáticas. «Nos pasan el 'setlist' del concierto y preparamos las canciones, las estudiamos e interpretamos para hacer sentir esa emoción», explica. Cuando el concierto empieza, Vicente se entrega a su coreografía de brazos. Un baile de torso, manos y expresiones que sumerge a cualquiera, oyente o sordo, en un hipnotismo teatral. Así traslada las letras de incertidumbre, desgarro o esperanza de Mikel Izal. «Me vale cualquier emoción que mis canciones puedan despertar», asegura el cantautor navarro.
La rotura de menisco que sufrió recientemente le ha sensibilizado aún más con la discapacidad. «Así es inevitable darte cuenta de lo difícil que es moverte por el mundo y de qué lugares tienen en cuenta la accesibilidad», explica Izal, que dio su concierto sobre un taburete, uno más de los que en sus redes ha denominado con ironía el 'Muleta Tour'. Le gusta especialmente la presencia del intérprete de lengua de signos porque «para un artista es muy positivo que tu creación llegue a la mayor parte de las personas, que entiendan mejor lo que has escrito». Para Mikel, «es una forma de bailar con las manos, casi un arte».
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En la plataforma elevada, disfrutan del concierto Paco García y Jesús Leal, dos cuñados muy bien avenidos, que comparten el gusto por las canciones de Izal. A Paco se le cayó en el pie hace dos días una pesa de 20 kilos y creía que no podría disfrutar de la noche de concierto, pero las medidas para personas con movilidad limitada le han sorprendido gratamente. También por un accidente se ve en silla de ruedas Encarna Cárceles, a quien sorprendieron las condiciones de apoyo para personas con alguna discapacidad cuando acudió a ver la noche de comedia, así que ha decidido repetir.
A Ana y Dioni, novios con discapacidad intelectual, les acompaña Rosa, hermana de Ana, y Javier, su marido. «Nos hemos enterado de este festival inclusivo a través de Cermi, el Comité de Representantes de Personas con Discapacidad», explica Ana, embarazada, por lo que también agradece un espacio sin aglomeraciones ni empujones. «A mi hermana le encanta la música», cuenta del concierto que vivirá con mejor visibilidad desde la plataforma elevada.
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Ana sonríe en medio de los cientos de espectadores que llenan el recinto. Cada uno con sus distintos talentos y limitaciones. Cada uno con su diferencia.
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