Nadie niega en la Academia General del Aire de San Javier que toda la cadena de mando contuvo la respiración el 2 de octubre de 1987 cuando un joven alférez alumno, Felipe de Borbón, vivió 'la suelta', como llaman en la escuela de pilotos del Ejército del Aire y del Espacio al primer vuelo en solitario. Su padre autorizó la prueba a pesar del riesgo evidente, ya que el entonces príncipe cursaba un plan de formación abreviado -de un año- con respecto al resto de sus compañeros de la 41 promoción, que aprendían a volar en dos años. Era el primer heredero de la Corona que despegaba, sin ayuda, a varios miles de metros sobre el suelo. Según algunas opiniones del ámbito militar, Juan Carlos I aceptó pasar el difícil trago con su hijo porque él nunca vivió su 'suelta', ya que Franco no lo consintió cuando al Borbón le tocó ingresar en la AGA en 1958 con la 11 promoción como futuro jefe del Estado.
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El joven alférez Felipe, de sonrisa fácil y con temple ya de militar, no defraudó. Tuvo de instructor al capitán Guillermo Quintanilla, con fama de exigente y «un prodigio de virtudes militares», como le recuerdan exalumnos de la AGA. A la Princesa Leonor le tocará hacer otro alarde de esfuerzo intelectual y físico en San Javier para embutirse en un nuevo plan condensado de estudios, que será el tercero de su vida militar después de que culmine este curso en la Academia General Militar de Zaragoza y cumpla otro en la Escuela Naval Militar de Marín (Pontevedra) antes de ingresar en la AGA para el curso 2025-26.
A diferencia de su padre, que tuvo cuatro años de formación militar porque estudió dos años en Zaragoza, la Princesa liquidará en tres cursos su ascenso a oficial de los tres ejércitos. En la base costera de San Javier se integrará directamente en el cuarto curso, por lo que formará parte de la 78 promoción de la Academia, que ingresó el curso pasado como alumnado de primer año.
De su vida en el acuartelamiento a orillas del Mar Menor poco o nada se sabe aún. En la AGA ven lejos aún la convulsión interna que supondrá la llegada de la heredera. Su padre compartió camareta con otros compañeros, pero tenía dentro de la base su propia oficina de la Casa Real y su personal de seguridad. Los escoltas visitaban incluso los restaurantes y las tiendas del entorno antes de que el Príncipe traspasara cada puerta.
Así ocurrió en la pizzería Palermo de La Ribera, uno de los lugares preferidos por Felipe para cenar con los compañeros de promoción. Los guardaespaldas llegaban antes a echar un vistazo al local, pero luego los jóvenes alféreces se divertían ajenos al protocolo. «Eran muy alegres y bromistas, y la pizzería se llenaba de público cuando el Príncipe venía. Era muy querido en el pueblo», cuenta el hostelero Pedro Hernández.
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A Miguel Ferrer, dueño del estudio fotográfico que fundó su padre, autor de una valiosa colección de imágenes aeronáuticas, Felipe le confió varios carretes con recuerdos personales para revelar. «Mi mujer me regañó porque le cobré al Príncipe el revelado» recuerda de aquel cliente amable pero tímido.
Siempre protegido, llegó a moverse con relativa libertad por la noche costera. Se le vio en el mítico Varadero, que en los ochenta era el satélite murciano de la 'Movida' madrileña. Cuentan que tenía un Lancia Delta blanco para moverse con los compañeros por los alrededores, aunque con mucha más discreción que Juan Carlos, quien utilizaba la contraseña 'Sabatacha', las iniciales de 'sábado, tardeo, chateo' para sus escapadas del cuartel. El celo empleado por la Reina Letizia para preservar la intimidad de sus hijas hace pensar que Leonor no tendrá tantas oportunidades de relajar las formas durante sus meses de instrucción en la Región.
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Puertas de la AGA para adentro, sí contará con más medios que sus antecesores para superar el desafío de volar. Tendrá a su disposición el equipamiento del nuevo sistema de enseñanza de vuelo Pilatus, de tecnología suiza, que el Estado español acaba de adquirir. Antes de subir al turbohélice, le esperan largas horas en los simuladores de vuelo. Para entonces, estará terminado el edificio que centralizará toda la tecnología Pilatus a pocos metros de la pista de aterrizaje y despegue. En la AGA no ignoran que hitos como la llegada de la Princesa los convierten en foco de atención pública e incentiva las inversiones públicas que ayuden a ofrecer la mejor imagen posible.
Atrás quedan los ya apurados C-101 de aviónica analógica que pilotó su padre, y la época de reutilización de las piezas en los hangares militares. La generación de Leonor se sienta ya en los avanzados PC-21, más ligeros aunque menos dados a acrobacias.
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Comparado con la Bücker que hizo volar su abuelo en 1958, podría parecer ciencia ficción. Aquel biplano de acero, madera y tela lo había utilizado la Luftwaffe alemana en la Segunda Guerra Mundial. Época de pilotos heroicos.
Don Juan Carlos estrenó en San Javier la primera remesa de la Mentor, que estuvo en servicio justo hasta el año de formación aeronáutica de su hijo Felipe. «El régimen franquista utilizó profusamente la formación militar del Príncipe y fue citado como un modelo de virtudes personales y castrenses por las autoridades militares», cuenta el historiador militar Marcelino Sempere en 'Historia de San Javier'.
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Más de 60 años después, la imagen de Leonor besando la bandera vuelve a servir al afán de continuidad de la Corona para contrarrestar los escándalos financieros y personales de la familia. Su foto subiendo por primera vez al Pilatus será igual de viral que la de su traje blanco en el Congreso, jurando la Constitución, el día de su 18 cumpleaños.
El mono azul de vuelo y esas desabridas adaptaciones femeninas del uniforme del Ejército del Aire y del Espacio serán su segunda piel en San Javier. No se concebían las faldas como uniforme militar ni en la época de su abuelo ni en la de su padre.
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«El ingreso de Su Alteza Real la Princesa de Asturias en las academias militares refuerza el papel cada vez más relevante de la mujer en las Fuerzas Armadas, cuyas oficiales se forman en los mismos centros docentes militares», dice el real decreto que ordena su carrera militar. Ellas aún son minoría, pero un hilo las conecta con Pepa Colomer, la primera aviadora militar que tuvo España -durante la Guerra Civil-, y con Yolanda Gasso, precedente en lograr el título de piloto del Ejército del Aire, o con Rosa García-Malea, la primera piloto de caza y ataque, pionera también en la Patrulla Águila.
Sin ellas, tal vez no sería posible la llegada de Leonor a la AGA y que, llegada la hora de su 'suelta', los compañeros le rasuren una 'T' en la nuca, como es tradición después del primer vuelo. Puede que tenga que mancharse las manos de barro, como su padre cuando colaboró en las tareas de limpieza tras las graves inundaciones que sufrió San Javier el 5 de noviembre de 1987. «Para el municipio será una orgullo, que pone de relevancia el lugar donde el Ejército eligió crear su escuela de oficiales», afirma el alcalde, José Miguel Luengo. Una comisión mixta del Ayuntamiento y la AGA ya trabaja en el festival aéreo que se celebrará en 2025, cuando coincide la llegada de la Princesa con el 40 aniversario de la Patrulla Águila.
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Será el momento elegido para inaugurar el Centro Cultural Aeronáutico o museo de la patrulla acrobática, que comenzará a construirse el próximo año entre el límite de la base y la playa de La Ribera. La heredera se convertirá en el centro de atenciones y homenajes. Se le entregará la medalla de oro de la villa, igual que la recibió su padre, y su nombre lucirá para el futuro en el teatro de invierno. Luengo no duda de que «será un año importante lleno de actos aeronáuticos».
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