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Carmen y Alejandro, durante su jornada en San Pedro del Pinatar. Javier Carrión / AGM
Salvar vidas poco después de cumplir la mayoría de edad: así es ser socorrista

Salvar vidas poco después de cumplir la mayoría de edad: así es ser socorrista

«A los que piensan que no hacemos nada les pediría que pasen un día con nosotros», explican Carmen y Alejandro, que trabajan en las playas de San Pedro del Pinatar

Sábado, 17 de agosto 2024, 14:50

En el imaginario popular, el trabajo ideal para cualquier joven en verano es el de socorrista. Pasarse el día sentado en el puesto de vigilancia de la playa, o paseando por sus orillas, e incluso hablando con los bañistas para hacer pasar las horas parece un empleo fácil al cumplir la mayoría de edad, sobre todo para hacer los primeros pinitos en el mercado laboral. Sin embargo, el de socorrista no es un trabajo tan fácil ni tan relajado como pueda parecer.

La vida de una persona puede estar en juego en cuestión de minutos. Es a lo que se enfrentan cada día los jóvenes que este verano están velando por la seguridad de los bañistas en la Región. Dos de ellos, Alejandro Maya y Carmen Jorquera, son ya 'veteranos' de las playas, ya que empezaron poco después de cumplir los 18. Él lleva desde 2014 ejerciendo como socorrista y ella afronta su tercer verano, ambos en San Pedro del Pinatar. Para hacer su trabajo es necesario superar cada año unas pruebas físicas y de primeros auxilios.

Carmen y Alejandro quieren acabar con la imagen que se percibe del trabajo de socorrista como «fácil o cómodo». «La gente dice que no hacemos mucho, pero estamos ocho horas pendientes de todo lo que ocurre en la playa», dice esta socorrista, que ejemplifica la concentración que tiene en su trabajo con una anécdota que le sucedió hace unas semanas durante la hora que tienen para comer. «A pesar de estar en mi tiempo de descanso, seguía mirando a la playa y vi cómo unos niños con una colchoneta se pusieron a gritar. Al final no era nada, simplemente uno de ellos se había asustado, pero entré al agua, les ayudé a salir y los llevé con sus padres», cuenta Carmen. «A la gente que piensa que no hacemos nada le pediría que pasen un día con nosotros», añade.

Una situación que les molesta es el hecho de que la gente los vea usando el móvil y automáticamente se entienda que es una falta de profesionalidad y que están utilizando su teléfono personal con aplicaciones como redes sociales. «Un socorrista no está con su móvil durante su jornada, pero sí usamos uno de trabajo que tiene una aplicación específica en la que reflejar las asistencias, la apertura de la playa y demás aspectos relacionados con nuestra labor. Pero la gente nos ve y automáticamente se hace una idea falsa», explica Alejandro.

«Urgente, urgente, urgente»

¿Y cómo es el día a día de un socorrista en la Región? En el caso de Carmen y Alejandro, su jornada laboral comienza a las 11 de la mañana y se prolonga hasta las siete de la tarde. En la primera media hora, tienen una pequeña reunión para determinar a qué zona va cada uno y saber a qué compañeros tienen cerca. Una vez en la playa, tras cada hora cambian de puesto, para poder mantener la máxima atención.

Si todo va bien, la jornada transcurre entre cambios y saludos hasta la tarde. Sin embargo, todo cambia cuando algún bañista requiere de la asistencia de los servicios de emergencia. «En el momento en el que una persona pide ayuda, o creemos que está pidiendo ayuda, cantamos por la emisora 'Urgente, urgente, urgente' y cuál es nuestro puesto. En ese momento se activa el protocolo de ahogados», explica Alejandro. «Hay veces que, en cuestión de dos minutos, hay en la playa un montón de gente trabajando: se activa el responsable, la embarcación de salvamento, la ambulancia medicalizada…». En estos casos, la velocidad es lo más importante, más que comprobar si hay de verdad una situación de emergencia. «Si luego tenemos que anular una falsa alarma, pues lo hacemos, pero si creemos que está pidiendo ayuda, lo tenemos claro».

El verano en la Región está siendo trágico, con quince personas que han fallecido ahogadas hasta el momento, casi las mismas que en todo 2023. A pesar de ello, Alejandro hace un balance positivo de la labor de los socorristas. «Hemos tenido muchísimas asistencias y excepto una en julio [que acabó con el fallecimiento de una persona], el resto las hemos sacado todas para adelante», indica, incluso casos «en los que ya estaban a punto de entrar en parada cardiorrespiratoria».

Ambos apuntan a que la playa de la Torre Derribada, en San Pedro, es una de las más problemáticas este verano para ellos. «Está junto al puerto y este año, no sabemos por qué, hay muchas corrientes. La gente no lo sabe, se mete y la corriente los lleva para dentro del mar. Tenemos que estar muy atentos para evitar el peligro», asegura Carmen.

Un sentimiento que te marca

La parte más dura de su trabajo llega, precisamente, cuando no pueden salvar la vida de alguno de los bañistas. A pesar del duro golpe que puede suponer para ellos, su trabajo implica mantenerse alerta durante ese mismo día, con una gran fortaleza mental. «Afecta más cuando eres más joven, con 18 o 19 años. En mi primer verano tuve una situación así y durante varios días te quedas como más marcado con ese sentimiento de que a lo mejor podría haber hecho algo más. Para eso tenemos un gran equipo aquí, nos apoyamos muchísimo entre todos y desde el minuto uno en cuanto se termina esa actuación se habla de lo ocurrido y se refuerza al compañero», asegura Alejandro. «Es muy importante contar cómo te sientes, hablarlo y que no se te quede dentro esa sensación», reconoce Carmen.

Alejandro estudia el grado superior de Protección Civil y Carmen el de técnico en Emergencias Sanitarias, señal de su vocación por el servicio a la comunidad. Ninguno de los dos se plantea dejar de trabajar en las playas en un futuro cercano, por lo que el verano que viene seguirán velando por la seguridad de todos los bañistas.

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