La población con menor nivel de estudios cuadruplica las tasas de obesidad de los más formados

El 28,5% de los murcianos con estudios de Primaria o que no llegaron a terminar la educación básica sufren obesidad. Mientras, solo el 6,7% de los graduados universitarios padecen este problema de salud. Además, mientras en el primer grupo las tasas se han mantenido estables a lo largo del tiempo, en el segundo se ha producido una reducción significativa. Entre quienes tienen estudios de ESO, FP o Bachillerato, la prevalencia de obesidad es del 17%.

Todas estas cifras provienen de los microdatos de las Encuestas de Salud Europeas y las Encuestas Nacionales de Salud publicadas entre 2009 y 2020. Se trata de un informe descriptivo «preliminar» que requiere de un estudio más a fondo para analizar las diferentes variables, explica Olga Monteagudo, la jefa del servicio de Promoción y Educación para la Salud. Así, a la hora de abordar las enormes diferencias en las tasas de obesidad que presenta la población en función de su nivel educativo, hay que tener en cuenta que la proporción de graduados universitarios es mayor entre los más jóvenes, mientras en los grupos de edad avanzada –donde se registran mayores índices de exceso de peso– hay más personas sin formación básica.

Pero, con esta matización, el factor educativo sigue estando ahí: la tasa de obesidad entre la población de 25 a 44 años es del 13,8%, una cifra que dobla a la registrada entre los murcianos que disponen de título universitario.

Estas diferencias se observan también si se atiende a la ocupación. Entre los directivos y gerentes de empresas con más de 10 trabajadores, y entre los profesionales con licenciatura universitaria, la prevalencia de obesidad es del 8,2%. Entre los trabajadores del sector primario y los asalariados no cualificados, la tasa oscila entre el 24,9% y el 21,6%.

«Los niveles educativos influyen mucho en los hábitos de vida», resume Olga Monteagudo. «Estamos ante una de las grandes inequidades sociales. El grupo de población con mayor nivel sociocultural presenta mucha menos obesidad que quienes tienen menos recursos económicos y un menor nivel educativo», apunta, por su parte, Asensio López, ex director gerente del Servicio Murciano de Salud (SMS) y actual coordinador del Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc). «Es ahí donde tenemos que poner el foco e implementar recursos, porque es donde tenemos un grave problema», añade.

Hay un relación clara entre obesidad y pobreza, pero no se trata solo de los más vulnerables. «Hay muchos trabajadores que no están entre los más desfavorecidos pero tienen menos recursos para afrontar, por ejemplo, el alza de los precios de los alimentos», apunta Asensio López.

En sus últimos informes, la Asociación en Defensa de la Sanidad Pública (ADSP) ya puso el acento en los determinantes socioeconómicos que se esconden tras los malos indicadores de salud. En 'Una Región enferma de pobreza', la ADSP relacionaba aspectos como las tasas de paro y de abandono escolar con la mayor prevalencia de sedentarismo o exceso de peso y, «muy especialmente, con la obesidad infantil».

Un amplio estudio publicado el año pasado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) y el Centro Nacional de Epidemiología advertía de que el 36% de los murcianos varones de entre 2 y 17 años tienen exceso de peso, mientras en el conjunto de España el porcentaje, en esas edades, se sitúa en el 33,7%. En cuanto a las niñas y adolescentes murcianas, el 32,7% presenta exceso de peso. En España, se encuentran en esta situación el 26% de las chicas.

Olga Monteagudo y Asensio López coinciden en que hay que poner el foco en la educación para inculcar hábitos saludables desde las edades más tempranas. «El 80% de los niños con obesidad o sobrepeso mantendrán este problema durante la edad adulta. Es un predictor muy preocupante de cara al futuro», avisa el coordinador de promoción de la salud de Semfyc. Los padres deben tener cuidado con hábitos como los de ofrecer «gusanitos o chucherías» a los niños pequeños para calmarlos. «Tener obesidad a los 2 años predispone a tenerla también de adulto», avisa.

Los planes de Educación para la Salud de la Consejería, que coordina el servicio de Olga Monteagudo, tienen la prevención de la obesidad como objetivo prioritario. «Cambiar hábitos en las personas mayores es muy difícil. La clave es trabajar desde la escuela, de forma que los niños incorporen de forma natural pautas como comer bien o hacer ejercicio», destaca. Es un trabajo de fondo para cambiar la realidad de una región marcada, a día de hoy, por indicadores de salud muy mejorables.