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Una de las pozas de la rambla del Puerto, llenas de agua tras las últimas lluvias.
LA RUTA CON UN PAR

Las mil caras del Cigarrón

Ascensión por la rambla entre umbrías frondosas, pasos angostos y muchas sorpresas

Pepa García

Sábado, 4 de febrero 2017, 12:36

La propuesta de hoy comienza en las inmediaciones del Puerto de la Cadena, un enclave principal de la Región por muchas razones, pero sobre todo porque durante milenios fue el camino que emplearon los pastores para trashumar con su ganado del centro de España, sobre todo Teruel y Cuenca, a la costa o Vega del Segura buscando climas más benignos en el crudo invierno y ricos pastos. En el Puerto de la Cadena, donde se encuentran, a un lado y otro, los castillos del Portazgo y la Asomada, ambos de origen árabe y cuya construcción se atribuye al Rey Lobo, convergen la Cañada Real de Torregüera y el Cordel de los Valencianos. Aquí se pagaban impuestos que autorizaban a pasar la mercancía por el Puerto de la Cadena y los pastores celebraban las mestas.

Hoy la ruta no está dedicada a recorrer las vías pecuarias, aunque circula por un tramo de una de ellas, pero sí uno de los cursos de agua que hizo de la Cordillera Sur un lugar ideal para que lo frecuentara el ganado. El itinerario propuesto es idóneo para realizarlo en todas las épocas del año: en invierno, al discurrir por un cauce, protege del viento y del frío; y, en verano, como transita por umbrías, permite no exponerse demasiado al sol; no es nada recomendable, sin embargo, realizarlo cuando llueve o hay predicción de tormenta, ya que el paseo discurre por la rambla del Cigarrón.

Fósiles de tortugas

El cauce, Lugar de Importancia Geológica en el que se encontraron en 1999 restos fósiles de tres tortugas terrestres que habitaron este monte cuando, hace 7 millones de años, era una isla bañada por el mar, es también un área de importancia antropológica, ya que toda la Costera Sur ha sido habitada desde tiempos prehistóricos y las casas-cueva que se prodigan en esta rambla (se conoce el paraje como Cuevas del Cigarrón) estuvieron ocupadas en el siglo pasado.

La ruta comienza en el área recreativa del Castillo de la Asomada, a la derecha del Puerto de la Cadena en dirección a Cartagena. Dejen allí el coche y bajen hasta el lecho de la rambla del Puerto. Esta rambla cuenta con numerosas huellas de sus antiguos pobladores. De hecho, muchas de las pocetas que hoy se llenan de agua por la recarga de los acuíferos que han supuesto las últimas lluvias, son las que dejaron anteriores civilizaciones cuando extrajeron del lecho rocoso muelas para los molinos (los expertos lo atribuyen a la cultura islámica, aunque no sería raro que su explotación fuera mucho más antigua).

Justo a esa altura, en la margen izquierda, encontrarán una fuente casi exigua pero que mana, es la del Caño del Agua. Tienen que seguir la rambla aguas abajo, antes también verán una acequia tallada en la misma roca, es la que deriva parte del caudal para regar los ya vetustos huertos de la zona.

El paisaje, reverdecido tras las últimas lluvias, alterna taludes de roca y vegetación frondosa junto a las Casas del Portazgo. A poco más de un kilómetro y tras cambiar de margen (primero se va por la izquierda y, cuando se llega a una poza insalvable, se cruza a la derecha), llegamos a una carretera que, a la izquierda, sigue el antiguo trazado del Cordel de los Valencianos (una vía pecuaria muy transitada hasta mediados del siglo pasado). Siguiendo la carretera en sentido ascendente se pasa junto a la Casa de Pertigueros y una yeguada, y se deja el asfalto para desviarse, a la izquierda, por una senda que les conduce, bajo una pinada y tras un leve pero pronunciado descenso, hasta el lecho arenoso de la rambla del Cigarrón.

El recorrido, muy agradable, discurre por la cara norte de la sierra del Puerto, la vertiente más abrupta de estas montañas que separan la Vega del Segura de las llanuras del Campo de Cartagena. Por eso, internarse en esta rambla es hacerlo en pasos angostos y sinuosos en los que las paredes, moldeadas por el agua y el viento, dibujan curiosas formas de apariencia orgánica.

El camino es sencillo, también divertido y sorprendente, así que no pierdan detalle y verán fósiles marinos incrustados en el lecho o los taludes de la rambla. Al poco de penetrar en ella, se bifurca, deben coger el ramal de la derecha, pero siempre por su lecho.

En estos días también tendrán que sortear algunos pinos que han caído sobre el cauce tras las torrenciales lluvias de diciembre y quizá ayudadas por la nevada de enero. Igualmente, observarán desprendimientos de rocas de los taludes hacia el cauce, también derribados por los últimos arrastres de las escorrentías, pero que no impiden el paso.

A unos 2,5 kilómetros del inicio de la ruta encontrarán otra sorpresa, uno de los, al menos cuatro, rostros esculpidos en taludes y rocas de la rambla. Obra de escultores diferentes y de distinto estilo, estas caras añaden atractivo al recorrido, ya de por sí interesante. No lo hacen, sin embargo, las firmas con que algunos senderistas irrespetuosos han querido dejar constancia de su paso tallando su nombre sobre las areniscas.

Este primer tramo, el recorrido no tiene pérdida. Hay tres caras más, una de ellas, mastodóntica, es mayor que el tamaño medio de una persona y no les pasará desapercibida.

Casi 4 kilómetros después de iniciar el paseo, la rambla se vuelve a bifurcar: a la izquierda, continúan hasta un maravilloso rincón de paredes multicolores esculpidas por el agua, y también encontrarán un antiguo pozo, pero la pared, insalvable caminando, les hará retroceder; a la derecha, siguen por la del Cigarrón y, a unos cientos de metros, una senda que sale a la derecha les sube a una carretera asfaltada. Serán un par de curvas sobre este firme, antes de llegar a una puerta negra que es la entrada a la finca privada Las Llanas. Tras el guardarraíl, parte una senda, hacia la izquierda, que por lo alto del cañón de la rambla ofrece unas vistas impresionantes.

Matahombres

Disfrútenlas antes de que la senda les devuelva de nuevo al cauce. En algunos tramos, la rambla discurre por suelo rocoso y parece que caminas por una antigua vía romana, pero esta ha sido construida por la naturaleza. Deberán ir atentos a un hito de piedras que marca, a la izquierda, la salida de la rambla. Subiendo hacia su izquierda y por el lateral del cortafuegos que hay bajo las torres eléctricas, llegarán hasta una pista de tierra. Si la siguen hacia la derecha, llegarán al camino de Matahombres.

A partir de aquí tiene dos opciones. La más sencilla consiste en seguir la pista que desciende. La otra es coger enseguida una senda a la derecha, que, aunque marcada con hitos de piedra, se pierde por momentos y tiene algunos de los tramos de descenso bastante pedregosos y resbaladizos. Si eligen la opción fácil, la pista les llevará de nuevo hasta el cordel de los Valencianos, a la altura de la Casa de Pertigueros y solo tendrán que desandar los primeros pasos de la ruta para volver al área recreativa donde aparcaron.

Si optan por la segunda opción, mucho más agreste y atractiva, vayan atentos a los hitos de piedra para no perderse, pero no dejen de disfrutar del frondoso paisaje, ni de observar, por ejemplo, las fajas que durante décadas se han instalado en el monte para tratar de reducir los procesos erosivos. El sendero les llevará a una antigua pista forestal, ahora con evidentes signos de estar en desuso. En sentido descendente, la pista pasa junto a un antiguo acueducto, otro indicador del aprovechamiento que el hombre ha hecho de este paraje, y finalmente hasta la rambla del Puerto.

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