La magistrada Pilar Alonso Saura en los jardines del hotel Siete Coronas, en Murcia, junto al Palacio de Justicia. Vicente Vicéns / AGM
Magistrada jubilada tras casi 48 años de servicio

Pilar Alonso: «Intenté ser coherente por mí y por lo que significaba para la mujer en la justicia»

«La falta de renovación del CGPJ da una muy mala imagen que, además, no es correcta. La justicia no falla»

Lunes, 6 de mayo 2024, 01:10

Pilar Alonso Saura (Elche, 1952) reconoce sentir una extraña «sensación de libertad» al estrenar jubilación tras casi 48 años de servicio a la justicia. ... Esta magistrada, que ha trabajado más de tres décadas en la Audiencia Provincial, llegó a los estrados siguiendo el ejemplo de su padre, presidente de la Audiencia Provincial de Albacete durante años. En su larga y reconocida trayectoria, ha afrontado casos de gran dureza batallando con una situación de la Administración que, reconoce, es «marcadamente mejorable». Su nombre saltó a la palestra en 2015, cuando fue descartada para presidir el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Región y un grupo de magistrados del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) denunció que en la elección de Miguel Pasqual del Riquelme había existido «discriminación de género». Prudente y poco dada a las polémicas, Alonso nunca se pronunció públicamente sobre esta cuestión, que sí peleó hasta el tribunal de Estrasburgo, sin lograr una victoria. «Intenté ser coherente por mí y por lo que significaba para la mujer en la justicia», explica por primera vez. «No estaba dispuesta a renunciar».

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–Hace unos días se despidió de la carrera judicial tras casi 48 años de servicio. ¿Con qué se queda de todos estos años?

–Yo me quedo con la experiencia. Primero que, al ser una cosa vocacional, para mí, aunque he tenido épocas muy duras, sinceramente era algo que me llenaba, que me satisfacía. Ver cómo resuelves en cierta manera los conflictos te produce internamente una satisfacción de ver que tu dedicación es algo útil para la sociedad. Y luego también el afecto, la consideración, el trato humano que he tenido con las personas que han trabajado conmigo. Al fin y al cabo, esto viene a ser un equipo. Todos tenemos que aunar esfuerzos para conseguir la solución.

–¿Por qué alude a épocas duras?

–Bueno, han sido épocas duras porque hay que entender que en el año 76, cuando yo ingreso, la conciliación de la vida familiar y profesional tenía muchas dificultades. Yo, más o menos, lo fui llevando hasta que llegó un momento que tuve que ascender a magistrado. Me tuve que ir a Vitoria-Gasteiz. Allí estuve un año. Mi familia aquí, yo allí. Un juzgado de Primera Instancia e Instrucción con todo lo que supone. En aquel momento, claro. Eran momentos que había una mayor tensión y aquello tenía su complicación. Además, con elecciones, presidiendo la Junta Electoral de Zona. En fin, que fue una época que realmente para mí fue muy fructífera y, además, enriquecedora, pero también fue un sacrificio personal importante.

FALTA DE MEDIOS

«Los jueces, haciendo un esfuerzo muy grande, superando el rendimiento medio que marca el Consejo, no pueden dar salida al número de asuntos que ingresan»

–Claro. ¿Qué casos diría que le han marcado en su carrera?

–La verdad es que ha habido algunos que personalmente me han conmovido. Por ejemplo, en un levantamiento de cadáver de un niño que cayó a un pozo por tratar de ayudar a su padre. Aquello fue personalmente muy duro porque empatizas. No era tanto la naturaleza penal del hecho en sí, si no ver ese drama familiar que, en cierta manera, comprendes que es un sufrimiento muy grande y te afecta. No tanto por su trascendencia jurídica, si no por el problema humano que subyace en todo aquello. Y luego, asuntos penales, pues sí, pero he tenido, ya en la sala, formando parte de la Audiencia, asuntos de agresiones sexuales muy graves, homicidios... A través del tribunal del jurado, presidiendo el tribunal, también ha habido algún asunto delicado en que ves un sustrato humano muy difícil y muy conflictivo. En este caso, un acusado joven, porque entonces la edad penal era de 16 años y, entonces, a lo mejor tenía 17. Todas esas experiencias te van dando una percepción, una soltura o, al menos, una seguridad, un oficio que te permite ir afrontando las cosas cada vez con más facilidad.

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FALTA DE RENOVACIÓN DEL CGPJ

«Creo que da una muy mala imagen y que, además, no es correcta. Los jueces están muy preparados y la justicia no falla»

–El atasco que sufre la Audiencia está obligando ya a señalar juicios para 2027. El TSJ ha advertido de que harían falta años, nueve concretamente, solo para sacar los 170.000 asuntos que hay ahora mismo pendientes de respuesta. ¿Qué diagnóstico hace de la situación de la justicia?

–Yo la situación de la justicia la veo manifiestamente mejorable. Creo que, por ejemplo, refiriéndonos al Tribunal Superior de Justicia de Murcia, aparte de gestionar y administrar los recursos que se tienen, que realmente se hace un esfuerzo para que sean los más productivos, creo que faltan plazas de jueces y de magistrados. Eso significa que los jueces, haciendo un esfuerzo muy grande, superando el rendimiento medio que establece el Consejo, en realidad no pueden dar salida al número de asuntos que ingresan en los juzgados y en los tribunales. Por eso hablamos de que se señala el juicio transcurrido de media más de un año entre la resolución que señala el juicio y la fecha prevista para su celebración. Siempre se dice que una justicia tardía no da la tutela correcta, no es una justicia efectiva. Al final es un tema también de la elevada litigiosidad y la falta de medios, que aquí en la Región es bastante. El presidente del TSJ reiteradamente reclama e insiste en la necesidad de creación de nuevos órganos y en eso estamos. Es preciso, pero al final no se atiende con la celeridad que necesitamos. Además, en los juzgados se crea un fondo de litigiosidad en poco tiempo, pero resolver esa litigiosidad requiere mucho tiempo. Hay actos públicos, hay una serie de trámites que no se pueden obviar y eso supone que la bolsa es muy importante, pero la salida de esa bolsa que se genera en poco tiempo requiere de mucho más.

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–Aunque parece que ha estado varias veces a punto de conseguirse, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) lleva desde 2018 sin renovarse. ¿Coloca eso a la justicia en una posición más vulnerable?

–Creo que da una muy mala imagen. Una imagen además, en cierta manera, que no es correcta, porque el Consejo es el órgano de gobierno y el Poder Judicial se integra por jueces y magistrados. Los jueces y magistrados y juezas y magistradas creo que en la actualidad están muy preparados, y tienen una dedicación muy importante, luego, desde ese punto de vista la justicia no falla. Lo que falla es la imagen que se da con este tema de si se renueva o no el órgano de gobierno, que es el que debe garantizar la independencia de jueces y tribunales. Ese planteamiento político en la renovación está causando distorsión, al final, porque el Consejo en funciones no puede hacer nombramientos discrecionales. Entonces, está el Tribunal Supremo que le falta casi el 30% de la plantilla. El Supremo, su doctrina es la que genera la jurisprudencia que sirve a los jueces y tribunales para interpretar y aplicar la ley. Desde ese punto de vista, yo creo que es necesaria una renovación. Es imperativa. La situación que se está generando es insostenible.

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'LEY DEL SOLO SÍ ES SÍ'

«En la aplicación de esa ley intervinieron muchas mujeres y no creo yo que las mujeres sean machistas»

–¿Y le preocupa esa imagen de una cierta politización que parece que se deja entrever en esos intentos reiterados de renovar?

–A mí sí que me preocupa, porque yo creo que el Poder Judicial tiene que ser independiente. Jueces y tribunales son independientes, inamovibles, responsables, sujetos solo al imperio de la ley. Y se está dando la sensación de que no se da esa independencia, de que se vincula a determinado planteamiento político. Yo creo que eso no beneficia a nadie. Es más, que genera desconfianza en la justicia.

–En los últimos tiempos, con motivo, entre otras cuestiones, de la aplicación de la conocida como 'ley del solo sí es sí', se han vertido duras críticas contra la judicatura, a nivel nacional y también en la Región. ¿Qué diría a quienes la tildan de clasista o machista?

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–A mí no me parece. Todos esos calificativos para mí no son correctos. La ley tenía un contenido y, cuando los jueces y tribunales han de aplicarla, pues aplican esa norma. No se inventan nada y la interpretan con arreglo a criterios consolidados. De hecho, ya se apreció que debía de ser reformada y se reformó. Cada poder realiza su función: el legislativo crea la norma, el judicial la aplica. Además, en esa aplicación han intervenido muchas mujeres. No creo yo que las mujeres sean machistas.

LA MUJER EN LA ADMINISTRACIÓN

«En las cúpulas judiciales sigue habiendo mayoritariamente hombres»

–Precisamente le iba a preguntar por las mujeres, que ya ocupan seis de cada diez nuevas plazas en el poder judicial, pero no alcanzan una cúpula aún mayoritariamente masculina. ¿Qué cree que ocurre?

–Bueno, pues sí, en las cúpulas judiciales sigue habiendo mayoritariamente hombres. Pienso que en muchas ocasiones la mujer no pide ser designada para ese cargo y esa puede ser una razón. No siempre las mujeres optan, a veces por planteamiento personal, porque no tienen interés en participar en ese enfoque del servicio de la Administración de Justicia y otras veces porque a lo mejor tienen dificultades para conciliar, porque no olvidemos que estos cargos también requieren de mucha disponibilidad y dedicación. Otras veces lo piden y no se lo dan, como me pasó a mí.

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–Ahora iba a preguntarle por eso.

–Yo, en fin, en ese sentido siempre he tenido inquietud y de hecho he sido diez años miembro de la sala de gobierno de este tribunal por elección de los compañeros, que es lo que más satisfacción te genera.

–En 2015, cuando se presentó a la presidencia del TSJ y Pasqual del Riquelme accedió al cargo, un grupo de vocales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) denunciaron que había existido «una discriminación por razón de sexo» y hasta una «desviación de poder». Jamás la he escuchado pronunciarse al respecto.

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–No, no, porque yo estos son temas que... Además, hay una persona destinada con la que tengo amistad, a la que tengo el máximo respeto y, por supuesto, nada más lejos de mi planteamiento personal que cualquier minusvaloración. Sucede que yo aspiré legítimamente a un puesto porque tenía esa inquietud de participar, como lo había exteriorizado anteriormente, presentándome a la sala de gobierno. Pues bien, llegado el momento decidí presentarme. Yo me veía en condiciones de afrontar esa responsabilidad y así lo hice. Y ya se generó una situación. Empezamos con votos particulares en el propio Consejo. Cuando se produce el nombramiento, votos particulares a mi favor. Llegamos al Supremo, anula el nombramiento, lo devuelve al Consejo. El Consejo sigue manteniendo al otro candidato y yo sigo teniendo el apoyo de votos particulares, otra vez al Supremo. Entonces, creo que fueron 17 magistrados a favor del nombrado y 15 a mi favor. De ahí, me voy al Constitucional. Yo ya inicio un camino en que creo que hay que ser coherente. Coherente por mí misma y por lo que significa para la mujer en la justicia. Voy al Constitucional y el Constitucional, lo mismo. De ahí, me fui al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

–Lo peleó hasta el final.

–Bueno, hasta el final no, me quedó un tramo, pero sinceramente me jubilaba y ya consideraba que estaba bien. En el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tampoco hubo unanimidad, que también tuve voto particular a mi favor. Ya no quise seguir. Quedaba la gran sala y ya, no por nada, pero me jubilaba. Creo que yo había hecho un esfuerzo importante. De hecho, no ha sido un esfuerzo inútil, porque ha tenido su traducción en los criterios y en las bases que se están poniendo para el nombramiento en el ámbito del Consejo General, que entonces realmente no se trataban de esa manera. Y esa fue la experiencia.

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–¿Usted se sintió discriminada por razón de género?

–Yo realmente sentí que no se había valorado adecuadamente el tema de la discriminación. Hay una actuación activa en favor de la mujer, que en igualdad de méritos y tal se debía nombrar a la mujer. Y aquello, en mi opinión, no se aplicó como debía. Pero yo no puedo hacer otra cosa que aceptar y ya está. No tiene mayor importancia. O sea, para mí no tiene mayor importancia. La importancia para mí era ser coherente con la defensa de lo que consideraba mis derechos, con todo el respeto a los restantes participantes. Pero no estaba dispuesta, por supuesto, a renunciar.

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