Para Jesús Jiménez, presidente de la patronal Hostemur, las expectativas que abrió la ministra de Turismo, Reyes Maroto, fueron demasiado optimistas, a la vista ... de la situación. «Le sucede como a Fernando Simón, que cuando habla no acierta una», dijo. Sobre las restricciones a la hostelería, y en función de la incidencia acumulada quincenal, espera que a finales de este mes empiecen a abrir la terrazas. «Me imagino que la desescalada va a ser lenta porque los cambios de fase y el descenso de los contagios se producen bastante más despacio que en la segunda ola».
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Confió en que el sector pueda arrancar de nuevo a principios de marzo, aunque da por hecho que la Semana Santa está perdida para el turismo por segundo año, un escenario que nadie se imaginaba cuando hace once meses estalló la pandemia y se declaró el primer estado de alarma.
Sobre las ayudas al sector, Jesús Jiménez declaró que «el gran desaparecido es el Gobierno de la nación». Señaló que los gobiernos europeos han ayudado a sus respectivos sectores hosteleros y turísticos «con miles de millones», a diferencia del Ejecutivo español. «Nos tiene abandonados desde el principio. Da la sensación de que quiere hacer una reconversión industrial del sector turístico sin aportar ningún fondo. Y cuanto más industria desaparezca, mejor para sus planes. Es la impresión que da a nivel nacional», recalcó el presidente de Hostemur. A nivel regional, explicó que se aplicó en noviembre «un plan decente» con motivo de la segunda ola, que permitió la inyección de 22 millones para la hostelería, 15 para los alojamientos y 5 para el ocio nocturno. Apuntó no obstante que a causa de este tercer cierre que dura casi dos meses, necesitan que el Gobierno regional «se moje con un plan de ayuda superior al anterior y que permita el sector vivir. Por desgracia, el Gobierno de la nación, ni va a aparecer ni se le espera».
Juan José López Escolar, presidente de la patronal de la hostelería de Cartagena, Hostecar, cifró ayer en 50 millones de euros las pérdidas «en el tercer año de economía de guerra».
«No por esperado, el palo es menos gordo», explicó ayer el presidente de la patronal hostelera de la comarca de Cartagena, Hostecar, Juan José López Escolar. Su estimación de las pérdidas en los diez días de Semana Santa sin procesiones «ronda los 50 millones, si consideramos que el año pasado se estableció que podían ascender a 150 para toda la Región». «Cartagena genera alrededor de un tercio de esos ingresos», dijo. Su pesar es compartido por el sector hotelero, «que aun así podría cubrir gastos si en abril se flexibilizan los confinamientos, se autoriza la movilidad con provincias limítrofes y eso nos permite llegar al 40% de ocupación», explicó el presidente de la Agrupación de Hoteles de Cartagena, Bartolomé Vera. Para los comercios, «es solo un escalón más en la crisis que sufrimos desde hace un año», según subrayó el directivo del Centro Comercial Abierto, Joaquín Moya.
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«Este será el tercer año de economía de guerra. En 2019, la lluvia nos fastidió gran parte de la Semana Santa. Tenemos que luchar contra la imagen que da la situación ambiental del Mar Menor y contra las consecuencias de la DANA. En 2020, el confinamiento llegó justo para suspender las procesiones y este año, la situación se repite», apuntó López Escolar. «Para nosotros, en especial para los establecimientos del centro de Cartagena, la Semana Santa supone un 30% de la facturación anual. También es la época de apertura de muchos nuevos negocios y una fuente de creación de nuevos empleos», detalló el representante del sector.
En los hoteles, preocupa que se mantenga el confinamiento perimetral del municipio. «Aunque no tenemos restricciones de aforo, si no puede venir nadie de fuera de Cartagena no pasaremos del 20% actual de ocupación, que es una ruina», advirtió Bartolomé Vera. Su esperanza es que en Semana Santa se permita la movilidad desde otros municipios y regiones, para superar el 40% y cubrir gastos.
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En el sector comercial también esperan que la mejora de la crisis sanitaria permita a los ciudadanos salir a la calle. «Vivimos de la movilidad de la gente para que venga a comprar», dijo Joaquín Moya.
Por Eduardo Ribelles.
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