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Se le ha quedado marcado en la memoria a Héctor Flórez el día en el que, mientras se besaba con su novia en la calle, una señora sintió la irrefrenable necesidad de detenerse junto a ellos para afearle la conducta a su pareja de forma airada. «¿No te da vergüenza hacerle eso al chico?», le dijo. Sabe que el desagradable incidente protagonizado por aquella espontánea nunca se hubiera producido si él no hubiera estado en una silla de ruedas fruto de la discapacidad física del 96% que tiene.
Héctor, de 35 años, nació con una parálisis cerebral que le ha obligado a aprender a desenvolverse en el mundo con una severa merma en la habilidad motora, que le imposibilita ponerse en pie o valerse de las manos para realizar tareas básicas, y que también le supone serias dificultades a la hora de hacerse entender en una conversación oral. Aunque eso nunca ha frenado sus ganas de experimentar y explorar las oportunidades que le brinda la vida, ni en el plano intelectual, ni en el social, ni en el afectivo. «He tenido pareja y también encuentros sexuales. Falta mucho por normalizar en este aspecto. Por eso es muy necesario sensibilizar y habilitar espacios donde hablar de la sexualidad de las personas con discapacidad sin tapujos», señala.
Con ese objetivo este joven cántabro participará mañana en Murcia, junto a Marina Saura, trabajadora social de Aspaym Murcia, en la charla 'Sexualidad en la discapacidad: derribando muros', un encuentro que se celebra a partir de las 11.00 horas en la sede de la asociación, al que podrán asistir, tanto de forma presencial como a través de YouTube, profesionales, usuarios y familiares interesados en ahondar en un tema que sigue estando «rodeado de tabúes y de falsas creencias que limitan la autonomía y derechos del colectivo», explica la trabajadora social.
En la charla, Héctor tratará de aportar su experiencia y reflexiones sobre la importancia del sexo en las personas con discapacidad a través de sus propias vivencias, mientras que la profesional de Aspaym, que cuenta con un máster en sexología, abordará la parte más teórica de esta realidad.
«Hay que tener herramientas para tener una vida plena, donde tiene que entrar también la sexualidad, y la forma de conseguirlo es con una educación sexual adecuada desde edades tempranas», defiende Héctor. En este sentido, y en referencia a algunas voces críticas con estas acciones formativas y de sensibilización, Marina Saura recalca que «es muy importante que la gente entienda que la educación sexual no es enseñar a alguien a tener relaciones sexuales. De hecho, eso nunca se enseña. Eso cada uno lo tiene que experimentar por su cuenta. Se trata de educar en todo lo anterior: quién soy, qué me gusta, qué no me gusta, con qué me identifico, cómo quiero ser con los demás, cómo soy conmigo mismo... Todo eso es sexualidad. El acto es una consecuencia que no se enseña, simplemente se vive».
Así lo ha entendido siempre Héctor, que lleva toda su vida tirando abajo los estereotipos que rodean a la discapacidad. Cuenta con un buen número de amigos y siempre ha tenido una vida activa. Es un apasionado de la música, acude a conciertos y festivales, le gusta salir de bares y ha publicado dos libros de relatos a través de una máquina adaptada que maneja con la boca. Del mismo modo ha tratado de seguir su propio camino a la hora de tener relaciones, donde ha contado con el apoyo y la comprensión de su familia. «Tienen una mente muy abierta. Cuando tengo alguna cita me lleva mi padre», cuenta.
La forma de establecer esas conexiones no es muy diferente de la que podría relatar cualquier otra persona de su edad. Cuando no ha estado en una relación, Héctor ha tenido sus encuentros después de flirteos en espacios de ocio compartidos o utilizando las posibilidades que le brinda la tecnología, que considera una gran aliada para las personas con discapacidad. «He tenido varias citas por Tinder –asegura–, y normalmente han sido experiencias positivas. Cuando no, ha quedado en una primera cita y ya está».
Marina cree que este tipo de aplicaciones pueden resultar «muy interesantes» para el colectivo. «De entrada, ya dices: 'Esta es mi condición, ¿quieres conocerme? Pues vamos a hablar por chat'. Igual conoces menos gente que otra persona, pero la que conoces ha pasado ya varios filtros».
Aunque muchas veces la resistencia surge de la gente más cercana. «La educación y sensibilización es necesaria no solo entre las personas con discapacidad, sino también en las de su entorno, especialmente en los padres», subraya la trabajadora social. «Hay quien cree que una persona con discapacidad es más vulnerable, que es más fácil que puedan aprovecharse de ella –explica–, pero al intentar protegerla, que es algo bueno hasta cierto punto, lo que ocurre es que no se le permite vivir experiencias que al final todos tenemos y que son necesarias. Todos nos hemos enamorado y hemos tenido encuentros sexuales que luego han salido bien o mal. Las personas con discapacidad necesitan códigos y educación. Luego se pueden equivocar. Hay que tener más precaución, pero evitar la situación no evita el problema, lo agrava».
La trabajadora social de Aspaym Marina Saura subraya que evitar que las personas con discapacidad vivan sus propias experiencias sexuales «puede derivar en una peor calidad de vida y una merma de su bienestar emocional» e incluso «en expresiones inadecuadas de la sexualidad que surgen de esa represión, sobre todo en las discapacidades intelectuales, donde se pueden llegar a dar comportamientos que rebasan las normas sociales porque nadie les ha enseñado cómo hacerlo, ni se les ha permitido que desarrollen un deseo que no saben gestionar», asegura. De ahí que esta profesional destaque «la importancia que tiene la figura del psicólogo y del sexólogo en las asociaciones de personas con discapacidad intelectual». «Por supuesto hay casos y casos, y lo que está claro es que este es un tema que hay que tratar con mucho cuidado, con mucho respeto y mucho cariño, y ofreciendo unas pautas y un acompañamiento muy específico, siempre con un profesional al lado».
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