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Hermanos. Carmen Rivera y su hermano Antonio, de 91 y 93 años, en la puerta de la residencia donde vive el segundo. Nacho García / AGM
Una parada de autobús para Carmen y «los que vendrán»

Una parada de autobús para Carmen y «los que vendrán»

Una mujer de 91 años de Murcia pide que el transporte público la deje más cerca de la residencia donde vive su hermano, al que visita casi a diario: «Tengo que andar un buen trecho y no hay ni una sombra»

Lunes, 1 de julio 2024, 01:35

No tiene teléfono móvil ni mucho menos redes sociales, pero no le faltan herramientas para desenvolverse con gran soltura y hacer llegar su mensaje. A sus 91 años, Carmen Rivera ha movido cielo y tierra para pedir públicamente que el autobús de la línea C3 de Murcia, en el que monta casi a diario para desplazarse desde el Polígono de la Paz a la avenida de la Justicia, la deje «un poco más cerca» de la residencia de mayores donde vive su hermano Antonio, de 93 años. «Hace un par de meses lo solicité por escrito al concejal de Movilidad, pero supongo que tendrá mucho lío y no ha podido hacer nada», explica sobre su petición formal al Ayuntamiento, en la que exponía que «los ancianos esperan con ilusión nuestras visitas. Por favor, pongan una parada lo antes posible».

Lejos de tirar la toalla ante la falta de respuesta institucional, esta mujer nacida en el barrio murciano de Santa Eulalia hace casi un siglo no ha dudado en tocar otras puertas. «He hablado con los chóferes del autobús, el director del instituto que está aquí al lado, la Policía Nacional y hasta con el obispo», enumera. «También me encomendé a La Fuensanta, a la que le tengo mucha fe, y creo que ha hecho efecto porque fue pedírselo a la Virgen y aparecer tú como un ángel caído del cielo», destaca refiriéndose a quien escribe este reportaje.

Además de la posible intervención divina de la que habla Carmen, también influyó la llamada desesperada que hizo a esta Redacción para trasladar su situación. «LA VERDAD es mi periódico, lo compro todos los días en el estanco de Vistabella y me lo leo de cabo a rabo antes de llevárselo a mi hermano a la residencia para que esté entretenido y bien informado», cuenta visiblemente emocionada al comprobar que su petición ha sido atendida.

«LA VERDAD es mi periódico, lo compro todos los días y se lo llevo a mi hermano», dice Carmen

Unos 500 metros separan la parada de autobús ubicada en la Ciudad de la Justicia de las instalaciones donde está su hermano Antonio, a quien visita casi a diario, «excepto los jueves, porque voy a hacer la 'comprica' al mercado de La Fama, y los domingos, porque no me pierdo la misa en la Catedral», detalla. Y, aunque reconoce que nunca ha sido de ir mucho a la iglesia, siente que tiene mucho que agradecer después de haber superado un cáncer de mama y un ictus.

«Estoy 'solica'»

Carmen empuja un carro de la compra que le sirve de ayuda para caminar por Murcia. Nacho García / AGM

Pese a que Carmen goza de buen estado de salud y no le falta energía, asegura que los achaques de la edad le hacen muy cuesta arriba la distancia de un kilómetro –entre ida y vuelta– que recorre para estar cerca de su hermano mayor. «Tengo que andar un buen trecho y no hay ni una sombra», apunta mientras empuja el carro de la compra con el que se ayuda para caminar y en el que lleva todo tipo de enseres. «Espérate a que estemos en pleno verano y el calor sea insoportable», advierte con el termómetro a treinta grados.

Hija de un carpintero y una limpiadora de los clásicos Cines Iniesta, Carmen es la tercera de cinco hermanos, de los que ya solo quedan Antonio y ella. «Yo no tuve hijos y hace unos años me quedé viuda; 'estoy solica'», resalta. Aunque puntualiza, «para que no se vayan a molestar» al leer estas líneas, que sus ocho sobrinos la quieren «con locura, pero cada uno tiene sus obligaciones».

Respuesta feliz

Al preguntar al Ayuntamiento de Murcia por su solicitud, fuentes municipales aseguraron que están «estudiando la viabilidad de poner una nueva parada de autobús en las inmediaciones de la residencia». Una respuesta que hace muy feliz a Carmen. «A mí me quedan cuatro días, pero lo pido por todos los que vendrán y porque hay muchos mayores como yo a los que les cuesta caminar y no pueden permitirse venir en taxi a visitar a sus familiares. Y a ellos, cuando nos ven aparecer, les cambia la cara. Mi hermano es lo único que me queda y mientras pueda vendré a verle, aunque a veces lo único que hacemos es discutir», confiesa con una sonrisa de las que llegan al corazón.

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