Antonia, a la izquierda, nacida en Otos, reside en la población junto sus hijos; en cambio, sus nietos se marcharon a Murcia. JAVIER CARRIÓN / AGM

Vecinos de las pedanías de Moratalla reclaman más medios y servicios

Claman contra la despoblación de sus localidades y denuncian que son los últimos para todo

Carlos Mirete

Moratalla

Lunes, 17 de enero 2022, 00:00

Más de veinte años llevan luchando los vecinos de Benizar para que solucionen definitivamente los recurrentes problemas que presentan las carreteras que unen esta pedanía de Moratalla con otras localidades vecinas, como El Sabinar, y también Socovos, en Albacete. Por el momento, el silencio ... que se disfruta en este rincón enclavado en el Noroeste de la Región es el mismo que obtienen como respuesta a dicha exigencia. No se trata ni mucho menos de la única, pues lo cierto es que el abandono por parte de las administraciones es «total», según manifiesta la presidenta de la Asociación de Vecinos de Benizar, Ana Rosa Moreno.

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No es de extrañar, por tanto, que Moratalla pierda población a un ritmo preocupante, sobre todo en los núcleos más alejados. Aislados por su orografía y por el empeño de los gobiernos, según denuncian sus habitantes. Para poner en contexto: la Región ha ganado en el último lustro 53.639 habitantes, cifra suficiente para llenar una ciudad pequeña, a razón de más de 10.000 personas por año. Además, en 2021 fue la segunda autonomía que más creció, solo por detrás de Andalucía, pese a los estragos causados por la pandemia. Se trata de un incremento uniforme, pues casi todos los municipios, salvo contadas excepciones, han visto multiplicarse su población. Pero el gran lunar es la comarca del Noroeste y, en especial, Moratalla.

En caída libre

Resulta paradójico que el municipio donde se sitúa el techo de la Región, haya visto caer en picado su población sin parar desde el año 2002. Entonces, el padrón contabilizaba 8.600 personas, mientras que hoy solo suma 7.797. La sangría de habitantes es aún más llamativa de 2014 a 2019, cuando de 8.219 vecinos pasó a 7.839. De las más de 800 personas que han decidido abandonar Moratalla en las últimas dos décadas, la mitad de ellas lo hizo en apenas cinco años.

El olvido administrativo de esta zona del Noroeste es el principal motivo de queja: «Nuestro mayor problema es que somos los últimos para todo»

El mal estado de las comunicaciones es uno de los mayores problemas de Benizar y el resto de pedanías, pues tanto las ambulancias como el autobús escolar –el colegio local solo cubre los cursos de Primaria– tienen que atravesar sus carreteras a diario. «Aquí cualquier herida tonta puede convertirse en cuestión de vida o muerte», asegura Ana. El hospital más cercano se encuentra a 55 kilómetros, en Caravaca de la Cruz. Pero las distancias no son como en la ciudad. Las únicas autovías que existen las dibujan en el cielo las rapaces con sus acrobacias. Por ello, consideran una «necesidad» disponer de helicóptero sanitario en la Región.

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Toni, el panadero, vende una barra a una mujer en Mazuza. j. carrión / AGM

«Murcianos... o marcianos»

En el suelo predominan los caminos de trazado sinuoso y con el firme no siempre en el mejor estado. Si la patología a tratar es de gravedad, el traslado a La Arrixaca es casi utópico: entre 100 y 110 kilómetros de distancia, según la ruta. A ello hay que sumar el tiempo que tarda la ambulancia en acudir desde Bullas o alguno de los centros de salud que, a diferencia del de Benizar, sí disponen de ella. «Si hay cualquier urgencia, es mejor llamar a un cura que un médico», apunta Ana. La fe y el humor asoman como único refugio para quien lleva tanto tiempo luchando por una causa «sin que nadie nos haga caso».

Los aproximadamente 900 vecinos censados –aunque los habituales apenas llegan al medio millar– en esta pedanía moratallera, el segundo núcleo más poblado del término tras la propia cabecera municipal, tienen la sensación de que «no somos murcianos o somos murcianos de segunda categoría». De hecho, hasta hace no tanto, incluso el código postal los consideraba manchegos, pues el correo les llegaba a través de Elche de la Sierra.

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Ahora se ocupa Emilia, que lo transporta desde Moratalla y que ha tenido que adaptarse. «¿Te has dado cuenta de que la mayoría de casas no tienen números?», pregunta con orgullo un vecino. Normalmente, la dirección conduce al destinatario, pero aquí es a la inversa. «Antes de que llegara Emilia, el caos en el reparto era brutal», comenta Yolanda. «En los pueblos la cosa funciona así: abuelo cartero, padre cartero, hijo cartero», afirma Sergio Sánchez mientras señala a Ángel, benizareño de pies a cabeza, pero encargado del correo de la albaceteña Socovos. «Por eso me río cuando desde Madrid hablan de la España vaciada sin conocer el terreno», comenta indignado.

Tan difícil es saber quién dio la orden de eliminar la oficina de atención al cliente para que el servicio de paquetería en territorios rurales se digitalizara, como para sus habitantes comprenderla. Ni Schrödinger habría firmado un proyecto así, pues digitalizar un servicio antes de prestar el de fibra óptica se antoja complicado. «Date una vuelta por el pueblo, calcula la edad media y verás si beneficia a alguien esa medida», ironiza Sergio.

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Aunque si algo tienen claro en Benizar es que la unión hace la fuerza. En las elecciones de 2019, tanto las nacionales como las autonómicas y locales, decidieron no ejercer su derecho a voto. La iniciativa tuvo un seguimiento cercano al 100% de electores y una cobertura internacional. «Es la única manera de hacernos notar: ignorar a los políticos que nos ignoran», añade.

De camino a las cercanas aldeas de Otos y Mazuza, es fácil constatar el fundamento de las quejas vecinales: 'volcanes' de asfalto en miniatura brotan de la propia carretera, haciendo que el trayecto en coche se asemeje a jugar una partida del videojuego de Mario Bros, en la que se tienen que ir chafando champiñones de alquitrán con los neumáticos.

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Vecinos de Benizar conversan entre ellos en la plaza. Javier carrión / AGM

En Otos reside Antonia García, que ha conseguido retener a sus hijos en su pueblo natal, pero a la que ha sido imposible convencer a sus nietos, afincados en Murcia. «Solo se queda quien echa raíces, porque vivir aquí no genera más que molestias», dice antes de que la sonrisa que se dibuja en su rostro deje al descubierto unos profundos surcos. El autógrafo que la vida ha serigrafiado en su piel es la mejor prueba de la autenticidad de sus palabras. «El único trabajo lo da la tierra y no hay tierra para todos».

Un claxon rompe la quietud de Mazuza. Lo que en la ciudad es sinónimo de tráfico y estrés, aquí es un poderoso reclamo. Una vecina acude, monedas en mano, al encuentro de Toni, el panadero. Este le entrega una de las últimas barras que quedan en su furgoneta. «Cualquiera que tenga un negocio aquí ha notado la pérdida de vecinos», suspira antes de añadir que también regenta un restaurante en el Campo de San Juan. «Con lo que gano vendiendo pan no me daría para vivir», explica.

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Pese a encontrarse a más de cien kilómetros en línea recta de la costa, estas pedanías parecen haberse convertido en islas con respecto al resto de la Región. «El problema de las carreteras es común a todos los pueblos de Moratalla», denuncia Inmaculada Martínez, presidenta de la Asociación de Vecinos de El Sabinar, con unos 300 habitantes. Esto complica la labor de la Policía y, por tanto, la vigilancia de dichos lugares. «Antes de Navidad sufrimos una oleada de robos y no es la primera», se queja Inmaculada. Para evitarlo, propusieron al Ayuntamiento de Moratalla instalar cámaras de seguridad en los tres accesos de los que dispone esta pedanía, a fin de identificar los vehículos que entran y salen, pero el Consistorio lo denegó «amparándose en la Ley de Protección de Datos».

Sin embargo, este archipiélago de interior ha encontrado en la defensa de sus intereses un motivo de unión. «Conviene luchar por las causas, no contra las consecuencias», reivindica Sergio. Aunque Inmaculada es todavía más certera: «Nuestro mayor problema es que somos los últimos para todo».

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«En el Ayuntamiento siempre responden que no hay dinero»

Juan Rodríguez es pedáneo de Benizar desde hace más de seis años. Durante todo este tiempo, declara encontrarse inmerso en «una lucha contra las administraciones de Castilla-La Mancha y Murcia» para conseguir que «se responsabilicen de mejorar nuestros accesos». Sin embargo, según relata, se trata de una batalla perdida porque «se pasan la patata caliente entre ellas». También las calles del pueblo necesitan «un buen arreglo», algo que, asegura, transmite al Ayuntamiento cada vez que se reúne con ellos. «Siempre que les exijo algo, me contestan que no hay dinero», dice abatido. Lamenta que los jóvenes «se tienen que ir porque aquí no tienen modo de estudiar ni trabajar», ya que incluso «eliminaron las bolsas de empleo». Ni siquiera el turismo rural se puede convertir en el salvavidas al que se aferran miles de pueblos en una situación parecida en España, pues la conservación del patrimonio, tanto natural como artístico, no es el idóneo. «Cuando accedí al cargo de pedáneo solicité a la concejal de Cultura la restauración del castillo», recuerda Juan, «pero todavía sigo esperando a que hagan algo al respecto».

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