El teléfono sonó bien temprano y hubo que salir a toda prisa hacia Portmán. El aviso del Gobierno socialista de Carlos Collado nos levantó de ... la cama porque se iba a dar con prontitud la orden de cese de los vertidos en la bahía. En aquella desapacible mañana de marzo de 1990, la expectación era máxima debido a que se ponía fin a uno de los mayores atentados medioambientales cometidos en el Mediterráneo por el vertido de miles de toneladas diarias de residuos procedentes del lavado de zinc, cadmio, plomo y otros minerales extraídos de la sierra, de una forma especialmente intensa desde el año 1957 a manos de la multinacional Peñarroya.

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La agresión ambiental, tolerada hasta ese momento por el Gobierno de la nación y la legislación vigente, se tornó atrozmente escandalosa e hizo tristemente famoso este punto negro denunciado y publicitado -con afán y acierto -por Greenpeace. Encaramado en la tubería y con el walkie talkie en la mano, Carlos Collado ordenó la paralización del lavadero Roberto, entonces propiedad de la empresa Portmán Golf, y el chorro de estériles cesó para siempre. Desde entonces han transcurrido 35 años que resumen la larga historia de olvidos y fracasos de los respectivos gobiernos, incapaces de regenerar este entorno que sigue colmatado por más de 400 millones de toneladas de fango y residuos contaminantes.

La gota que colma el vaso es el nuevo bandazo del Ministerio, que ahora rechaza extraer los estériles, y prefiere sellarlos en el lugar donde están. De ahí la indignación de los colectivos vecinales que se sienten traicionados. No se imaginaban que seis años después de que la anterior ministra Teresa Ribera (que aprobó el plan inicial en 2011) paralizara las obras de regeneración porque la fórmula no se consideraba adecuada, el propio Ministerio saliera con esta otra propuesta. Se abre un nuevo capítulo que puede alargar más el abandono de la bahía.

Portmán fue fundado por el Imperio Romano en el siglo I, que le dio la categoría de 'portus magnus' con el inicio de una actividad minera que duró casi 2.000 años, con mayor fruición en el siglo pasado. De aquellos polvos estos tristes lodos.

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