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Alexia Salas
Lunes, 23 de diciembre 2019, 22:01
El tirón del primer gobierno constitucional encabezado por Adolfo Suárez tuvo en San Javier su respaldo popular más claro. Con 10 concejales, UCD logró la mayoría absoluta en aquellas primeras urnas que llegaban a San Javier después de mucho tiempo. El PSOE obtuvo cuatro concejales, dos el CD -posterior PP- y otros dos los independientes. «Salió a votar toda la familia, incluso los pequeños que no podíamos, pero ver a los abuelos y a los padres depositar su voto se convirtió en algo solemne, no festivo», recuerda la escritora Inmaculada Barranco. Los duros recuerdos de la Guerra Civil y el largo luto de la dictadura, con sus silencios y sus cortinas cerradas, hablaban de «lo que habían pasado todos, tanto de un lado como de otro, por eso la gente apenas se exponía a ir a los mítines, y querían paz», explica Barranco. Entre el paisanaje de ropas oscuras, empezaban a destacar las minifaldas, las trencas y las botas altas de charol. También las Vespas que conducían las parejas o los 'cuatro latas' de colores. La vida abandonaba el blanco y negro para los jóvenes, que se reunían en el bar Moderno, el pub Hierba, el Casino o el bar de Demetrio, cuando no se organizaba un guateque con tocadiscos. De los primeros pasos hacia la modernidad, que vivía el municipio tras las primeras elecciones democráticas, algunos de los más elocuentes fueron la compra de la primera ambulancia y la contratación del primer experto en informática en el Consistorio.
Comenzaba la era de las luces y el desarrollo económico de San Javier, que recibió inyecciones desde distintos frentes: el trasvase Tajo-Segura, que transformó la agricultura de secano en una producción intensiva de regadío con destinos a la exportación; el desarrollo urbanístico de La Manga y Santiago de la Ribera; el despegue del turismo con la apertura del aeropuerto, y la profesionalización de los pilotos militares en la Academia General del Aire.
En la orilla de La Ribera, el mítico hotel Los Arcos dio un giro en 1981 para convertirse en el hospital comarcal de régimen privado tras la venta del edificio por parte de los propietarios. Se desinflaba el 'boom' turístico de los años cincuenta y sesenta, que Fraga había impulsado en el Sureste español, mientras cogía aire otro modelo más orientado a la segunda residencia, a base de pisos en las altas torres de La Manga, que proliferaron durante los mandatos de los alcaldes José Ruiz Manzanares y José Hernández, y en versión dúplex en las nuevas urbanizaciones de La Ribera.
Para el historiador local Rubén Lora, «la evolución fue tan rápida e intensa durante el desarrollo de los ochenta y noventa, que sacrificó algunas cosas y trajo otras». Uno de los mártires ha sido «el patrimonio, tanto histórico como ambiental, y como ejemplo tenemos todas aquellas casas señoriales de primera línea de La Ribera de principios del siglo XX, aunque la mayor pérdida ha sido la del Mar Menor», señala Lora.
El municipio se desprendió de su carácter rural, sus caminos de tierra y sus fondas, para ejecutar la pavimentación de avenidas como la que une San Javier con La Ribera, o la avenida Virgen de Loreto. En el curso 1978-79, los alumnos pudieron empezar a cursar la Secundaria en el primer instituto, el Ruiz de Alda, que empezaba a funcionar como una sección delegada del de Torre Pacheco. La escolarización total de los menores de San Javier llegó a finales de los setenta, con el proceso de descentralización de las escuelas en grandes colegios comarcarles. Ya funcionaba la Biblioteca Santa Mónica desde 1974, pero en los primeros años de la democracia comenzaron a abrirse las salas de lectura en El Mirador y en Pozo Aledo. Unos años más tarde, llegarían a La Ribera y La Manga.
Las pedanías de interior vivieron un desarrollo agrícola que, con el tiempo, ha dado lugar a fenómenos como el conocido como 'el milagro de El Mirador', una localidad rural con reducida población y un conglomerado de centrales productoras y subastas de productos hortofrutícolas que concentran una facturación astronómica. La llamada de la mano de obra trajo a los nuevos residentes norteafricanos. La primera oficina de información al inmigrante se crea en 1997 para abordar las necesidades de los trabajadores extranjeros, que se iban estableciendo en muchos casos con sus familias, en una llegada paralela a la instalación de otros nuevos vecinos procedentes del norte de Europa, en busca de sol y playas. La diversidad de nacionalidades ha transformado la sociedad local, cuya demanda de nuevos servicios ha ido impulsando el crecimiento urbano del municipio considerado cabecera de la comarca del Mar Menor.
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