Andaban los primeros años del siglo XVII cuando el rey Felipe III ordenó la expulsión de todos los moriscos que quedaban en el Valle de Ricote. Muchos de ellos convivían en el municipio de Ojós, donde por unas causas u otras y al contrario de lo que sucedió en toda España, habían aguantado anteriores saqueos para ser desterrados.
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Fueron casi los últimos de toda España en abandonar unas tierras en la que habían estado asentados durante más de 800 años. Afortunadamente, muchos de ellos pudieron volver después y, paulatinamente, volvieron a repoblar el valle.
Desde hace una década, Ojós recuerda cada año a aquellos pobladores en un acto al que asisten sus descendientes y tras un laborioso trabajo de investigación que hace años llevó a cabo el ojetense Buenaventura Buendía Banegas. Tuvo lugar este domingo en el jardín de Los expulsos, donde se leyó un comunicado y se nombró, uno por uno, a todos los expulsados junto al monolito que los recuerda.
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