Okupas de chalé, barco y moto de agua

A finales de junio, dos familias, con varios niños pequeños, pegaron una patada en la puerta de la entrada de una propiedad, en la que se levantan dos viviendas sobre una parcela de unos dos mil metros cuadrados, para establecerse durante el verano.

La ubicación privilegiada, pegada al faro y al comienzo del canal del Estacio en La Manga, les ha permitido disfrutar de unas vacaciones a pie de playa y con paseos en barco y motos de agua, que han tenido amarrados junto a un arenal con acceso directo desde el inmueble. «La Policía Local nos ha dicho que tienen los papeles de las embarcaciones en regla. Habría sido surrealista que les multaran por eso y no por meterse ilegalmente en una propiedad privada para veranear», afirma un vecino de la zona, que prefiere no decir su nombre por miedo a represalias. «Me dijeron que se irán en septiembre, para la Feria de Murcia. No quiero problemas con ellos ahora que queda poco para que se marchen», apunta.

Desde El Zoco hasta Veneziola, en La Manga, la Policía Local de San Javier tiene localizadas seis casas de lujo que fueron ocupadas ilegalmente a principios de verano «por grupos de familias» cuyo perfil está muy alejado del colectivo okupa necesitado y sin recursos. A principios de julio, los agentes evitaron la invasión de un chalé, ubicado junto a Las Brisas, en el kilómetro 11. «Entraron por la mañana, pero por la tarde pudimos echarlos, cuando trataban de cambiar la cerradura», explica una fuente policial.

En el caso de la vivienda junto al faro del Estacio, su propietario, un hombre de nacionalidad holandesa, no tuvo tanta suerte. «Mi vecino no pudo venir en todo el año pasado por problemas personales y la Policía cree que es muy posible que los okupas le echaran el ojo a la propiedad al verla deshabitada». A principios de julio, un conocido llamó al dueño del inmueble para preguntarle si había alquilado la casa. «Había mucha gente dentro, por lo menos treinta personas. Vi las dos motos de agua y la lancha y pensé que eran inquilinos, pero me dijo que no había arrendado la casa a nadie y le contesté: 'pues tienes okupas'».

El propietario interpuso una denuncia, pero ya le han dicho que no se puede hacer nada a corto plazo, que el proceso judicial es muy lento. «Este año no ha podido venir a disfrutar de su vivienda. ¿Eso es justo?», se pregunta una vecina de la calle Pedáneo Vicente Molina. «Estos son okupas de sol y playa», apunta un acompañante de la mujer, mientras ambos observan el remolque del barco que está aparcado a la entrada de la propiedad usurpada.

La presencia de los moradores ha alterado, además, la tranquilidad en la zona y las llamadas por incidentes no han cesado en todo el verano. El pasado miércoles por la noche, una patrulla de la Policía Local denunció a un representante de los okupas por el ruido procedente de la casa, durante una fiesta con una veintena de asistentes. «Aquí se han juntado más de cuarenta personas; algunas venían a bordo de motos de agua, descargaban unos bultos en la casa y se marchaban. En otras ocasiones, venían coches con gente que entraba y salía. Luego están las fiestas multitudinarias. Comenzaban al atardecer, poniendo música de Camarón a todo volumen, y acababan de madrugada. Está siendo una pesadilla», lamenta uno de los denunciantes.