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La carne de conejo figura como uno de los productos más saludables de la dieta mediterránea y base de numerosas recetas tradicionales de la cocina regional. Sin embargo, su producción está al borde del colapso en la Región de Murcia, una de las comunidades ... donde más se añade a las comidas. En 2008, había entre 50 y 55 explotaciones profesionales dedicadas a la venta –su momento de mayor apogeo–; en 2018, su número menguó a veinte, y, en la actualidad, permanecen en funcionamiento solo diez, según datos del Ministerio de Consumo. El cierre del 80% de las granjas en estos quince años y la mitad en el último lustro ha supuesto el desplome de un 55% de la producción: de 496 toneladas de carne de conejo en 2008 a 225 toneladas en 2020, el último dato oficial publicado.
La drástica caída se explica sobre todo por la marcha de las explotaciones a otros puntos de la geografía española, las ayudas de instituciones al mundo rural y el declive del consumo de los hogares. «En el sector cunícola, a nivel nacional, se ha ido originando una deslocalización de la producción desde las zonas tradicionales como Levante, incluido Cataluña, hacia otras del centro y del norte de la Península Ibérica donde no es nada habitual el consumo de la carne de conejo», explica Carlos Esparcia, secretario de ganadería de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) de la Región de Murcia.
Subraya que las políticas públicas de apoyo al medio rural para impulsar zonas que se estaban quedando despobladas, y así diversificar la actividad agrícola y ganadera, han contribuido a un rápido aumento de la producción. «En estas zonas de nuevos productores disponen de explotaciones más modernas, más tecnificadas y con mayor capacidad de producir que las granjas de la Región que son más tradicionales, profesionales pero familiares, donde el sistema de producción es diferente», abunda Esparcia. Señala que esta situación provocó tensiones tremendas y el hundimiento del precio de la carne de conejo a los productores. «Los primeros que empezaron a sufrir fueron estas zonas tradicionales donde sus explotaciones eran menos competitivas y los costes mayores», prosigue el responsable regional de UPA. También indica que en el sector han aparecido grupos empresariales que venden más cantidades o gozan de mayor facilidad a la hora de acceder a las grandes empresas de distribución de la carne.
Los cambios de hábitos alimenticios han influido también en la bajada de consumo. Mientras que en 2007 se consumían 1,6 kilos por habitante y año, esta cantidad descendió hasta 0,75 kilogramos en 2022 (lo que equivale a una caída de un 53%), según datos del Ministerio. Además, hoy en día, la gente joven considera como mascota a este animal cada vez más. «Los hábitos culinarios están cambiando con la inclusión de esta carne en platos más elaborados, pero todavía no se ha llegado a ese público, entre otras razones por verlos como animal de compañía», dice Esparcia.
Para poner en valor la carne de conejo e incrementar su comercialización mediante acciones promocionales, el Gobierno central llegó a finales del pasado año a un acuerdo con la Organización Interprofesional para Impulsar el Sector Cunícola (Intercun). «A pesar de los grandes esfuerzos que está haciendo con campañas de difusión y de sensibilización hacia el consumo de la carne de conejo, no se ha logrado remontar el consumo», indica Esparcia, que asegura que su organización lleva años alertando del colapso a las administraciones.
El Ministerio de Agricultura otorgó ayudas específicas con subvenciones directas que estableció debido al aumento del coste de producción por la guerra en Ucrania. Del Gobierno regional, solo se ha logrado una campaña de promoción, que la UPA tildó de «descafeinada». «Nos hubiera gustado que se hubieran conseguido sinergias con la institución autonómica», afirma Esparcia, que pide ayudas directas a las granjas y retomar las acciones de promoción del consumo. Desde la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos apuestan por «desarrollar una marca de calidad y diferenciada del conejo que se produce en la Región de Murcia; vendría muy bien al sector».
Amparo Cayuelas abrió hace cinco años un corral de conejos en la carretera de Santomera a Abanilla, consciente de que el viento soplaba en contra, pero con la intención de lograr un negocio solvente que pudiera alimentar también a otras familias. Junto con su socio, tiene en la actualidad dos trabajadores, ya que resulta imposible gestionar solos el criadero con 800 conejos madre. «En este trabajo, no nos podemos ir de vacaciones, tenemos que estar pendientes todos los días de la semana», cuenta la empresaria, que afirma que mantiene una política de medicamento cero. «Se trata de un animal sensible que necesita muchos cuidados, sobre todo en verano cuando cada vez estamos sufriendo más olas de calor», remarca.
A la semana, vende unas 500 piezas a mataderos y a núcleos zoológicos. Pese a mantener las ventas, su precio no ha aumentado estos años. «Nos pagan unos 2,65 euros por cabeza, mientras que lo demás ha subido: los piensos, la luz y los salarios», explica. Es un precio que les cuesta sostener. «Muchos productores han tirado la toalla por el alto gasto de mantenimiento de un criadero», recalca. Y subraya que la subida del coste de la carne de conejo ha llegado, en cambio, al consumidor. Pide ayudas de las administraciones central y regional e impulsar campañas que promuevan su consumo: «Es una carne muy valorada por su alto contenido en proteínas y bajo en grasas, además de encajar perfectamente en las recetas culinarias».
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