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Ilustración de una familia ucraniana sobre el mapa de la Región de Murcia y los colores de su país. Foto: Miguel Martínez | Vídeo: Verabril

La nueva vida de los ucranianos refugiados en la Región de Murcia

Numerosas familias encuentran en la Comunidad el lugar perfecto para crear un hogar lejos del conflicto. Murcia es una de las provincias con más empadronados, escolarizados y afiliados a la Seguridad Social, según el INE

Viernes, 3 de marzo 2023, 01:37

Nunca un viaje se hizo tan largo. Diez eternos días duró la huida de la guerra de Pavlo, Svitlana y Roman. Fueron devorados en una guerra por el terror y la tristeza más extrema: la de abandonar tu hogar por miedo a morir. Pero había alguien más. Sofiya y Aleksandra descansaban en el vientre de su madre. Los cinco salieron de Ucrania el 2 de marzo de 2022 cargados de maletas y de incertidumbre. Despertarse y ver su hogar sin luz, agua ni gas, y el ruido ensordecedor de las bombas fue la gota que colmó el vaso. El ejército ruso estaba ya a menos de 30 kilómetros. Era el momento de dejarlo todo. Murcia esperaba para empezar una nueva vida.

Desorientados y agotados, el 12 de marzo aterrizaron en la Región. Fueron una de las primeras familias en llegar, cuando habían transcurrido menos de tres semanas desde el inicio del conflicto. La apertura de fronteras y el ofrecimiento de las comunidades para acoger a refugiados fue inmediato y desde entonces, el flujo migratorio no ha cesado. El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha monitorizado durante este año la incorporación de los ucranianos a la sociedad, mediante la actualización periódica de empadronamientos, alumnos en centros educativos y tanto parados como afiliados a la Seguridad Social. En todos esos apartados analizados, Murcia está en el 'top 10' de provincias del país.

La primera característica que define al movimiento migratorio ucraniano es la inmediatez de la respuesta europea. Otras guerras del siglo XXI habían provocado avalanchas de refugiados, pero ninguna había tenido un impacto demográfico importante en la Región. Las guerra de Irak (2003-11) y la de Tigray en Etiopía (2020) hicieron estragos, pero no elevaron su población en tierras murcianas. De las nacionalidades que recoge el INE, solo los sirios encontraron refugio a partir de 2016, cuando habían pasado ya cinco años del inicio del conflicto.

El contraste con el caso ucraniano es abismal. Pavlo y Svitlana eligieron Murcia como destino después de que la visitaran 2018 en vacaciones. Quedaron encandilados del clima y la gente. Apoyaron sus maletas a las puertas de la asociación Accem, encargada de la acogida de refugiados. Hasta ahí llegaron sus fuerzas. Era el turno de las empleadas de las trabajadores sociales, encargadas de buscar un nuevo hogar a una familia que se preparaba para dar la bienvenida a dos mellizas. Svitlana vivió el horror embarazada de siete meses. Al recordarlo, su rostro lo dice todo. Pero una mirada a las pequeñas borra cualquier atisbo de tristeza. Al llegar fue atendida en La Arrixaca. «Todo va bien, las bebés están en buen estado», dijeron los doctores. Ahí terminaba el miedo. Ahí comenzaba la esperanza.

Además, estaban en una tierra con gran presencia de compatriotas. Antes de la guerra, en enero de 2022, ya era el sexto grupo extranjero más numeroso en la Región, donde residían 7.226 ciudadanos de este país del Este de Europa, el 3% de todos los inmigrantes. Estas cifras estaban por encima de la media nacional, donde se situaban como la 14º nacionalidad y sumaban el 2% del total de extranjeros.

Un año después, el número de ucranianos en España se ha disparado un 74%: de 110.977 a 193.292 personas. Los datos acumulados por comunidades aún no están disponibles y el INE solo recoge los empadronamientos registrados por provincias. Es decir, las altas, no las bajas, por lo que no existe una foto fija actual. Pero esas estadísticas confirman que las llegadas se multiplicaron en la Región de forma inmediata tras el inicio de la guerra. Entre marzo y abril, se superó el millar de empadronamientos.

Al contrario que la mayoría de provincias, Murcia no alcanzó su pico de nuevos empadronados en marzo, sino en abril. El desembarco fue constante durante la primavera y disminuyó entre mayo y junio, más de un mes después de la liberación de Kiev. Durante el verano y el otoño, tras el inicio de la contraofensiva ucraniana, la llegada de desplazados se mantuvo pero con un progresivo descenso.

En el global del año, la Región se ha consolidado como la séptima provincia con más empadronamientos. De hecho, el 'top 10' está monopolizado por las comunidades mediterráneas, con la excepción de Madrid.

La vida se abre paso

En uno de esos puntos del sureste, Murcia, Pavlo, Svitlana y el pequeño Roman luchaban por crear un nuevo hogar a la espera de la llegada de las mellizas Sofiya y Aleksandra a un mundo de paz. Accem le dio todas las herramientas, y ellos las utilizaron de la mejor manera. Con sus ahorros y las pequeñas ayudas, la familia comenzó su nueva vida entre hoteles y albergues. Pero la primera alegría llegó pronto. Mientras a 4.000 kilómetros informaban de miles de muertes, la vida se abría paso en Murcia. Sofiya y Aleksandra volvieron a esbozar una sonrisa en el rostro de unos padres tan necesitados de ella. Pero estas no vinieron solas. Al poco, el padre de familia encontró un trabajo en una empresa de transporte de muebles con la compañía de cuatro compatriotas. La vida recobraba todo su sentido.

La incorporación de los ucranianos al mercado laboral fue más gradual que en otros ámbitos de la sociedad, como refleja el registro del INE. Es lo normal, ya que un recién llegado no encuentra empleo de inmediato y entre los refugiados hay muchos jóvenes que ni siquiera alcanzan la edad de trabajar.

De elaborar raviolis en Ucrania, a repartir estanterías de Ikea en Murcia. Ese fue el cambio que vivió Pavlo aunque, como él reconoce, no olvida su pasado: «Me gustaría trabajar en un futuro en Murcia haciendo raviolis como en mi país». El trabajo le duró unos meses, hasta que el marido de Svitlana paró su vida laboral para aprender el idioma con el fin de abrirse puertas en más trabajos.

Sin embargo, no lo tendrá fácil, ya que el mercado laboral se estancó el año pasado y dejó en el tercer trimestre la mayor destrucción de empleo del país. Esos son precisamente los meses que enfrían la incorporación de los ucranianos. Los parados volvieron a crecer en la Región tras la recuperación posterior a la Covid, y entre ellos los refugiados, que durante el verano sumaron más llegadas de hombres adultos.

Antes de la guerra, había ocho ucranianos trabajando en la Región por cada desempleado; ahora el promedio es de 5 a 1. Y aun así, la Región sigue a la cabeza española y por encima de la media nacional: de seis empleados por cada parado ha disminuido a 4-1.

Vuelta al cole

Para completar su adaptación, la familia Shabelnyk aprende español mientras vive los primeros meses de sus hijas, que les siguen dando calor a unos corazones tan helados por la guerra. Y de Roman, el mayor de los hermanos, cuya cara refleja todo el miedo sufrido con solo 6 años. Él dejó a sus primeros amigos allí, rodeados de tanques y destrozos. Pero aquí ha encontrado a nuevos camaradas con los que vuelve a jugar, sus compañeros del colegio Pintor Pedro Flores de Puente Tocinos. «Emitimos la solicitud y enseguida nos dieron una plaza en un centro. Él es un chico muy hablador, su llegada al cole fue genial. El sistema educativo en España es muy bueno», explican sus padres.

Los datos del INE confirman que la incorporación de los inmigrantes a los centros educativos fue muy rápida. Además, el grueso de refugiados por la guerra está compuesto por mujeres y menores de edad, aunque la proporción disminuyó tras los tres primeros meses de guerra, cuando suponían el 90% de nuevos empadronados. La Región de Murcia también está a la cabeza en esta estadística: a finales de 2022 contaba con 1.054 ucranianos escolarizados, el octavo mayor datos por comunidades y casi el doble que el pasado abril, cuando el INE puso en marcha su registro.

La evolución, eso sí, muestra detalles interesantes: hay dos periodos claramente diferenciados y en la Región ha sido más suave que en el resto de España, como muestra la tasa de alumnos por cada 100.000 habitantes. Las cifras se dispararon a final del curso pasado, coincidiendo con la llegada más intensa de inmigrantes. En cambio, durante el nuevo año escolar, la media española ha seguido creciendo, aunque lentamente. Y en la Región de Murcia el número de ucranianos incluso ha caído.

Heridas cerradas

El terror ya solo llega por televisión. Y por teléfono, cuando Pavlo o Svitlana contactan con sus familiares. A Murcia no llegaba el atronador sonido de las bombas procedentes de Rusia. Solo faltaba contar con el calor de un hogar donde ver caminar a las mellizas y crecer a Roman. No fue un paso sencillo. De hecho todo lo contrario, tal y como María del Mar Hernández, trabajadora social y 'salvavidas' en muchos momentos de la familia: «Alquilar un piso sin presentar una nómina es imposible. Fue un proceso muy lento y costoso hasta que pudimos negociar la entrada en una vivienda».

Esta familia ucraniana encontró su refugio hace seis meses en Puente Tocinos. En un piso donde las paredes del salón están decoradas por los dibujos que Roman no se cansa de crear y en donde siempre aparece la bandera de su país y en el que en el suelo se reparten multitud de juguetes para que Sofiya y Aleksandra vivan ajenas a todo lo que no llegaron a ver, padres e hijos han vuelto a vivir. En paz. Aunque una pregunta inocente que Roman no deja de repetir amenaza con reabrir heridas: «Papá, ¿cuándo vamos a volver a Ucrania». A lo que Pavlo cicatriza al instante: «Murcia ya es nuestra casa».

Créditos

  • Textos Antonio Gil Ballesta y Fernando Perals

  • Vídeos Verabril

  • Fotos Martínez Bueso

  • Diseño web Antonio Gil Ballesta y Fernando Perals

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