Carlos Egea: «Tengo nostalgia por lo que fue Cajamurcia, pero al final vence la racionalidad»
«Las empresas tienen ahora un problema de solvencia; estamos otra vez al borde del precipicio porque muchos negocios no podrán abrir si no reciben ayudas directas», sostiene el consejero de Bankia y presidente de la Fundación Cajamurcia
Con 74 años recién cumplidos, Carlos Egea Krauel dejará este mes el Consejo de Bankia, cuando culmine la integración en Caixabank. Ingeniero industrial y doctor ... en Ciencias Económicas, ha estado en primera línea de los sucesivos procesos de reestructuración bancaria. Presidió Cajamurcia y BMN, que fue intervenido al igual que Bankia como consecuencia de la crisis de 2010. Este adelgazamiento del mapa bancario español era inimaginable hace diez años, y aún no ha acabado, advierte. Después de un largo tiempo sin conceder una entrevista en profundidad, Carlos Egea muestra su nostalgia por lo que fue Cajamurcia, cuya Fundación preside. Es un referente en la Región, aunque niega que en su momento fuera una de las personas con mayor poder. En una conversación distendida con LA VERDAD aborda a tumba abierta todos los asuntos.
–Este mes culmina la integración de Caixabank y Bankia, ¿se imaginaba que los sucesivos procesos de reestructuración bancaria de estos años iban a derivar en la situación actual?
–No, no. Para nada. Para ninguno de los que estamos todavía en esto era imaginable hace diez años lo que iba a pasar. Ignorábamos el cambio tan brutal del entorno que se ha producido, tanto por los tipos de interés como por la digitalización. No esperábamos que al final quedaran cuatro bancos, de momento, ya que el Banco de España anuncia que existe margen para más fusiones, y yo creo que las desea, sin reducir la competencia. Eso es lo importante para los clientes, que tengan distintas ofertas a un precio bueno. Pero eso asusta un poco... Ninguno pensábamos que el final de la película podía ser este.
–Reducir la competencia es un arma de doble filo.
–Claro, pero el Banco de España dice que no se está reduciendo la competencia debido a los bajos tipos de interés. Estamos en territorio negativo. Los tipos son de menos 0,5, lo cual es letal para los bancos, aunque buenísimo para los deudores. ¿Y quién es el primer deudor? El Estado, los gobiernos, luego las empresas y después las familias. Para la economía en general es buenísimo que los tipos sean bajos, pero para los bancos es muy malo, como se está demostrando, porque está forzando que haya un proceso de fusión muy intenso.
–Tras la operación, ¿qué podrá recuperar el Estado de los 24.000 millones que inyectó en Bankia, y en menor medida en BMN?
–Todo no se va a recuperar. La fusión fue una excelente operación aplaudida los mercados; de hecho el valor ha subido más de un 60%. Los clientes van a tener una gama más amplia de productos y servicios en el primer banco del país, y para los empleados, aparte del handicap inicial de las prejubilaciones, será positivo estar en una entidad más grande. Isidro Fainé, que ha sido un gran impulsor de la fusión, ha destacado que la nueva entidad tendrá a los dos mejores ejecutivos de Europa: José Ignacio Goirigolzarri, en la presidencia, y Gonzalo Gortázar, como consejero delegado.
El problema reputacional
–¿Cree que se ha recuperado la banca de la crisis reputacional que arrastró durante años?
–En esta crisis pandémica que estamos sufriendo y que nos tiene a todos sobrecogidos, la banca ha demostrado que ha sido parte de la solución por su apoyo a las empresas y las familias. Le ha dado liquidez al sistema, que de otra forma habría derivado en una situación muy grave. Aunque queda todavía una huella de ese diríamos problema reputacional que tuvo la banca en la crisis de 2010, creo que se ha enjugado bastante con los procesos de concentración, y después con el trabajo de este último año, que ha facilitado créditos a todas las entidades y empresas que los han necesitado.
–Presidió Cajamurcia y BMN. Después llegó la absorción por Bankia. De Cajamurcia solo queda la Fundación. Si echara la vista atrás, ¿qué cambiaría?
–Vamos a ver. Es probable que se podría haber cogido otros caminos, pero no creo que el final hubiese sido muy distinto. Se crearon diez grupos, de los que ocho se calificaron en resolución porque tenían que desaparecer, y dos en reestructuración, que fuimos Liberbank y nosotros, con un apoyo puntual de capital por parte del Gobierno. Éramos entidades viables que pudimos tener nuestro camino. Pero después del problema de capital que tuvimos, vino el de los tipos de interés, que nos afectó mucho. Hubo momentos en que pudimos salir a bolsa, y estuvimos a punto de vender la participación pública a algún inversor privado, pero al final, en el año 2017, pensamos que lo mejor era la fusión con Bankia. Cajamurcia podía haber resistido por un tiempo, pero al final hubiésemos tenido que ir a la fusión.
Al detalle
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Errores del pasado: «No creo que haya otra burbuja inmobiliaria; los bancos son ahora muy exigentes»
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Mapa financiero: «El Banco de España quiere más fusiones; todavía existe un exceso de capacidad instalada»
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Infraestructuras: «El AVE le va a dar un chute social, económico y cultural a Murcia; la Región ganará mucho»
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Grandes proyectos: «El aeropuerto no es un error; otra cosa es que el procedimiento desgraciadamente fuera sinuoso»
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Agua: «Que alguien explique por qué el Trasvase no es sostenible; la postura del Ministerio es extrema»
–¿Le entristece pensar que la Región se haya quedado sin una banca propia? Desaparecieron Cajamurcia, CAM y otras.
–Claro que lo siento. Sobre todo, tengo una cierta nostalgia por lo que fue Cajamurcia, por los muchos años que estuvimos trabajando, por el grupo de clientes que teníamos, por el equipo directivo y los empleados. Era una organización muy horizontal. Lo que pasa es que entre la nostalgia y la racionalidad, al final vence la racionalidad. Pero esa nostalgia de lo que fue Cajamurcia yo nunca la perderé.
–¿Qué se hizo mal?
–El Gobierno creó el FROB y forzó, a través del Banco de España, un proceso de fusiones muy intenso para que las cajas que estaban en peor situación pudiesen ser saneadas. Esperábamos salir de la crisis en el año 2011, pero hubo una doble recesión que ya nos afectó a todos, incluso a los que teníamos un nivel de solvencia y una capacidad de rentabilidad mayor, ya que Cajamurcia era el banco tractor en BMN.
–¿Y sobre el exceso de ladrillo, de los activos tóxicos de la época? ¿Eso volvería a repetirse?
–Hubo una demanda brutal de viviendas, interna y externa, por la cantidad de extranjeros que compraban, que se vino abajo rotundamente con la crisis financiera. Se puso de manifiesto que había un exceso de suelo urbano de viviendas que estuvieron sin vender mucho tiempo y hubo que reestructurar financieramente las entidades. Parte de esas viviendas y suelos se mandaron a la Sareb. No creo que ahora haya otra burbuja inmobiliaria porque los constructores producen y los bancos financian lo que se va a vender. En el sector inmobiliario, los bancos son enormemente exigentes en el momento actual.
El papel de la Fundación
–Antes le daban un préstamo a todo el que iba la oficina.
–Tampoco era así. Hay que pensar que el sector de la construcción fue muy importante para España. Teníamos una inercia y nunca creímos que se llegaría a eso. Vino la crisis financiera, que puso de manifiesto los excesos que se habían cometido, en primer lugar, en la planificación urbanística. Se puso en el mercado solares, suelo urbano, que no se iba a cubrir, y la construcción de muchas viviendas que no se vendieron.
–Después de los cierres y prejubilaciones que ya se han producido, ¿cuánto margen queda para recortar más el mapa bancario?
–De las entidades que quedan, todavía hay un exceso de capacidad instalada en España. Ahora tenemos la red que había en el año 1978, pero muestra ese exceso de capacidad porque los tipos de interés no te permiten afrontar esos costes tan importantes, y por el fenómeno de la digitalización, que se ha acentuado con la Covid. Antes había un 47% de clientes digitales, y se ha pasado al 60%. Muchos siguen acudiendo a las oficinas, pero el número de estas no puede ser tan grande.
–¿Cuál será la resultante de Bankia y Caixabank?
–Obviamente también habrá cierre de oficinas porque hay unas al lado de otras, al igual que prejubilaciones voluntarias. No conozco las cifras porque es decisión del Consejo de Caixabank. Para la Región es muy importante que el nuevo banco tenga una dirección territorial exclusivamente murciana. Ha sido un gran acierto que la máxima responsabilidad recaiga en Olga García Saz, por su trayectoria profesional de 20 años en Cajamurcia, BMN y Bankia.
–Ahora preside la Fundación Cajamurcia. ¿Como va a quedar dentro de esta integración? Su participación se ha diluido.
–Se va diluyendo, pero en cifras absolutas. La Fundación Cajamurcia, que está muy bien gerenciada por Pascual Martínez, seguirá haciendo su función histórica, sobre todo de ayuda a los más desfavorecidos. Las desigualdades sociales se acentuaron a partir de la crisis de 2010 y con esta pandemia hemos comprobado que los sectores más débiles son todavía más vulnerables. Además de la línea cultural y de restauración de nuestro patrimonio histórico artístico, donde lo fundamental está hecho, hemos relanzado una nueva actividad de apoyo a proyectos medioambientales. Estoy convencido de que vamos a tener convenios con Caixabank y la Fundación La Caixa, una de las más importantes del mundo.
«Vacunación lenta»
–Muchos negocios y empresas están con respiración asistida con los ERTE, los fondos ICO y otras ayudas, ¿teme que no aguanten más y que llegue ese segundo paso, también terrorífico, de nuevos cierres?
–Es un tema muy importante. Se pensó que con los ERTE, que han amparado a 4 millones de personas, y con los préstamos del ICO y de los bancos que dieron liquidez a las empresas, iba a ser suficiente, pero como la pandemia se ha extendido y las vacunaciones van más despacio, las empresas tienen ahora un problema de solvencia. Se han comido el capital porque no venden. Si queremos que muchos negocios sigan funcionando, hay que reponerles el capital que han perdido. Y ahí está la discusión, cómo se materializa ese apoyo. El Banco de España advierte de un sobre endeudamiento de las empresas de 20.000 millones de euros, mientras que el jefe del Gobierno anuncia que dará 11.000 millones. Mi criterio es que hay que hacerlo en forma de ayudas directas, como se ha hecho en Alemania, Inglaterra, Francia...
–¿Cuál es su análisis del paro? Ha escalado a los 4 millones, con gran impacto en la hostelería.
–Ha subido de 3 a 4 millones, pero no ha sido una catástrofe tan grande como podía haber ocurrido si no se ponen los ERTE y los ICO. Ahora estamos otra vez al borde del precipicio porque hay muchas empresas que no van a abrir si no se les ayuda vía capital. Aunque vamos retrasados con las vacunas, pienso que en el segundo semestre se dará un estirón. Si no tenemos un verano completo, probablemente tengamos un semi verano que permita a la hostelería, la restauración y las empresas de ocio empezar a respirar.
–¿Cree que se ha sido muy duro con el sector de la hostelería, con los cierres y restricciones?
–No me atrevo a juzgar. Creo que los gobiernos regionales se han preocupado primero por la salud de las personas y ese orden de prelación lo deberíamos aceptar. Estamos a tiempo de recuperar, y hay que ver cómo se encajan las ayudas porque el déficit público del país se acercará a los 280.000 millones. Afortunadamente el Banco Central Europeo nos está financiando de forma muy barata, pero lo debemos. Aparte de las personas que han perdido la vida, el coste de la pandemia está siendo enorme. Además de los ERTE, el ICO y las ayudas directas, tenemos que ver qué hacemos con el fondo 'Next Generation' de la UE para que mejoren la productividad y el empleo. Junto a lo anterior, y desde el punto de vista económico, están las reformas que hay que implementar para que todo lo que hemos gastado sea sostenible. Habrá que hacer reformas en nuestro sistema productivo, fiscal, de pensiones, etc.
«El campo, más productivo»
–Si se analiza el empuje del sector agroalimentario y la menor potencia de la industria turística, ¿este modelo económico le ha permitido a la Región resistir mejor que otros territorios este tipo de desafíos?
–Realmente nuestro sector turístico es muy bajo, no sé si llega al 10% del PIB. No tenemos industria turística; tenemos más industria residencial. Si quieres tener un sector turístico debes disponer de hoteles, porque es lo que te da estabilidad en el año. Nosotros tenemos una industria residencial importante en ciertas zonas de la costa que se utiliza dos meses al año. No tenemos una potencia turística como la de Alicante o Baleares. Es un tema que no debemos perder de vista para el futuro. Lo que sí tenemos es un sector agroalimentario muy potente, que supone casi el 25% del PIB con todos sus aditamentos y el 25% del empleo. Pero creo que, como dijo el ministro de Agricultura en la entrevista que usted le hizo, es una industria muy competitiva pero podía ser más productiva. Hay que digitalizar el campo, la agricultura. Las nuevas técnicas y herramientas, como el Big Data, pueden ser muy útiles y ganaríamos en productividad.
–El ministro también habló de la sostenibilidad ambiental. ¿Qué opina usted de la situación del Mar Menor, del debate sobre el impacto agrícola y los nitratos?
–El problema del Mar Menor nos ha hecho un daño interno a todos. Alguien dijo que había sido un fracaso colectivo de todos los murcianos. Debemos aceptarlo como tal, y también aceptar que no lo hemos hecho bien. Por lo tanto, hay que poner los medios. También nos ha hecho un daño reputacional como Región, y eso es importante que lo sepamos. Pero creo que es corregible. Me resisto un poco a que toda la culpa del Mar Menor la tenga la agricultura. No le voy a repetir la polémica sobre la presión urbanística, los lixiviados de la minería, los puertos que se han construido... La agricultura tiene su parte, pero no toda. En el tema del Mar Menor no soy equidistante; no me sitúo en medio, sino que estoy con unos y con otros: a favor de un ecosistema en las mejores condiciones, y por unos regadíos sostenibles. Con el paso del tiempo se notará que quizás se haya limitado excesivamente la capacidad de producción agrícola en el Campo de Cartagena. Lo digo en el sentido de que hay que complementar la ley del Mar Menor con otras actuaciones, como la construcción de los colectores y la extracción de agua del acuífero para evitar la contaminación subterránea.
«Hay que digitalizar el agua»
–Sobre el agua, ¿cree que hay que prepararse para el final del Trasvase, o que sea residual?
–Hoy se habla mucho de la sostenibilidad medioambiental, pero me gustaría que alguien me explicara por qué el Trasvase no es sostenible. Si realmente se van a producir disminuciones considerables en la cabecera del Tajo, está claro que no es sostenible; pero mientras no ocurra eso, debe ser sostenible. Gracias al cambio climático, que trajo la borrasca 'Filomena', el Tajo tiene hoy un 50% más de agua que hace mes y medio. Estoy convencido de que los ciclos secos van a ser mayores que los húmedos, pero hoy por hoy no veo que el Tajo no sea sostenible. Cuando se plantea modificar los caudales ecológicos en Aranjuez y Talavera, ¿no hay otra forma de que esas aguas tengan mayor calidad reciclando los caudales de Madrid o de Toledo? Para los ciclos secos sí tenemos que ir preparándonos para la desalación, en la que todavía existe margen para reducir el coste energético, pero no hay que renunciar al Trasvase. Me parece que la postura del Ministerio es extrema sobre el Trasvase, la cual no comparto en absoluto. También conviene introducir la digitalización en el agua, para reflejar la oferta y demanda en tiempo real y sus distintas procedencias. Nos daría mayor claridad y transparencia, y mayor credibilidad y capacidad de negociación ante el Ministerio. Los responsables del Sindicato de Regantes están pensando en estos temas y tienen una buena cabeza para dirigirlos.
–¿Ha pasado la etapa de los proyectos faraónicos, que se quedaron en el camino? ¿Está el aeropuerto entre esos errores? Participaron BMN, Sabadell-CAM y otros grupos empresariales.
–El aeropuerto no lo considero un error. Otra cosa es que el procedimiento, desgraciadamente, fuera sinuoso porque las cosas vinieron así dadas. Pero la idea del aeropuerto fue buena. No solo llegan turistas, por un aeropuerto también entran la cultura, la innovación y las empresas. Es verdad que no se puede tener un aeropuerto anti rentable, y hay que sacarle punta. Estaba pensado para el desarrollo de toda la zona turística entre Cartagena y Águilas, donde hay una autovía apenas utilizada, pero que también es importante. Una parte está totalmente protegida, pero hay otras zonas que podían ser objeto de desarrollo con una concepción distinta. Creo que hubo cosas que tal... pero el aeropuerto me parece un instrumento importante para la Región, aunque la crisis ha hecho que ahora esté parado.
–Después de tanta polémica, ¿cómo cree que se ha resuelto el soterramiento de Murcia y la próxima llegada del AVE?
–Más que entrar en la polémica del soterramiento, porque es estéril hablar de eso, lo relevante es que vamos a tener pronto el AVE, probablemente el año que viene, y además soterrado. Es muy importante, no solo para que vayamos nosotros a Madrid, sino para que venga la gente aquí. El AVE le va a dar un chute económico, social y cultural a Murcia. Los hoteles se abrirán; al comercio, la restauración y el mundo cultural les vendrá muy bien. Quizás tengamos que mejorar nuestro tema de marketing y comunicación. Murcia y la Región van a ganar mucho con el AVE.
–Usted es un referente en la Región. Se ha dicho incluso que en cierto momento fue uno de los hombres con más poder.
–Eso no es cierto...
–...Que casi todo pasaba por su despacho. Al menos, era conocedor de casi todo.
–He tenido, ahora ya no, el poder de hacer cosas, no el poder como sustantivo... Muy sinceramente, yo no he tenido esa sensación.
–Parece que la transmitía, que le consultaban mucho.
–Se puede transmitir, pero desde luego no era una estrategia por mi parte presentarme así. Lo que sí he tenido siempre es la sensación de que podíamos hacer muchas cosas. Me consultaban menos de lo que la gente se cree. Siempre he tenido una buena relación y contacto personal con la gente que ha estado en un partido y en otro. Con todos.
–¿Tiene muchos secretos que guardar?
–No, nada. La verdad, secretos no.
–¿Cuál es su siguiente etapa?
–Entro en una etapa que ya era hora que llegase. Me jubilé a los 73 años. He agotado el tiempo más de lo debido y le he pagado a la Seguridad Social más años de lo normal. Además de la presidencia de la Fundación Cajamurcia y del Consejo de Funcas, quiero tener tiempo libre para algunas cosas. Aunque anímicamente soy optimista por naturaleza, la pandemia me tiene un poco sobrecogido. Estamos en la fase de salida, pero me preocupa por qué vamos tan despacio con las vacunas.
«La reforma de la ley del Presidente llega en un momento desajustado»
–La gestión de la pandemia se ha llevado bastante bien. Aunque estuvimos al límite con la tercera ola, creo que el presidente del Gobierno regional lo ha hecho muy bien. Esta trifulca última no la he entendido. Me parece bien que se cambie la ley del Presidente para que este u otro puedan estar más de ocho años, ya que a mi juicio esa limitación no tiene sentido. Pero me parece que es un momento desajustado en el tiempo. Tenemos la urgencia de la pandemia y de la situación económica. Para mí es apremiante saber qué pasa con los Presupuestos, aún sin aprobar en marzo; y también qué vamos a hacer con las ayudas europeas que nos lleguen. Son tres asuntos clave para el Gobierno y la Región. La reforma de la ley del Presidente me parece oportuno y adecuado que se haga, pero los otros temas son prioritarios. Eso es lo que ha desconcertado un poco a los ciudadanos. No están en desacuerdo en que se haga, pero el 'timing' probablemente no sea el adecuado.
–Me preocupa la polarización política que existe, y los nacionalismos, que francamente es algo que me desborda un poco. No entiendo cómo las empresas en Cataluña pueden convivir en ese ambiente; por eso se están yendo muchas. La polarización también me preocupa; se van haciendo cosas pero cuesta un trabajo enorme sacarlas. Veo una situación de confusión, con un panorama parlamentario muy complejo, pero como se suele decir, con estos mimbres hay que hacer el cesto. Como señala Antonio Garrigues, echo en falta la sociedad civil. En este mundo con tanto chirrido, la sociedad civil, que es más prudente, debe complementar al poder político. Creo que está en la retaguardia, asombrada. Debería lanzarse y expresar sus opiniones. Y los poderes públicos, mantener el respeto hacia ella.
–Es una mala cosa porque hay precedentes en otros sitios, como Berlín. En muchas ciudades españolas se necesitan viviendas, sobre todo para los jóvenes, porque es un problema de primera magnitud. Pero la solución no es limitar alquileres, sino ofertar más vivienda de promoción pública. No tiene por qué hacerla la Administración, sino por vía concesional con gestores privados.
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