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La pareja estacionó su coche en la calle Alfonso Ortega Carmona. Eran las 22 horas del pasado 20 de agosto. La mujer se disponía a sacar de la parte de atrás del vehículo a su hija de 2 años. Abrió la puerta trasera y observó a un joven con el pelo corto, alto, delgado, que vestía unos pantalones de color negro, con el torso desnudo y una camiseta enrollada en la cabeza discutiendo a gritos con una vecina en la acera de enfrente. Mientras tomaba a la pequeña, de repente el chico apareció de la nada y agarró la cadena de oro que llevaba la niña en el cuello y se la arrancó. La pequeña cayó al suelo y se golpeó la cabeza. El padre del bebé fue tras el agresor, pero al verse perseguido, le sacó una navaja. «Te voy a matar», le dijo. Tal amenaza y la expresión delirante que tenían sus ojos bastaron para que el hombre abandonara la idea de pedirle cuentas.
La niña de dos años fue la primera víctima y la más joven de Rafael F. R., alias 'Rafa', de 23 años, natural de Almería y residente en Águilas. Entre las diez de la noche del día 20 y la una de la madrugada del 21 de agosto, Rafa mantuvo en jaque a la Policía Local del municipio costero. Fueron tres horas de pánico para cinco vecinos que fueron víctimas de atracos a punta de navaja en un radio de menos de medio kilómetro, en los alrededores de la calle Alfonso Ortega Carmona y la calle Aire, paralela al paseo de Parra, junto al Club Náutico y la playa de Levante.
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Una hora después de arrancar del cuello el colgante de oro a la bebé de dos años, dos adolescentes caminaban hacia el paseo y se cruzaron con Rafa, quien les llamó. Al acercarse, les exigió que le acompañaran a la calle Aire, que estaba menos concurrida de gente. Allí, les sacó una navaja. «No corráis porque os voy a pillar», les dijo. Les llevó hasta un portal de un edificio y les quitó las riñoneras que los dos adolescentes llevaban, pero no había dinero.
Rafa se marchó de allí furioso y su agresividad aumentó con las siguientes víctimas. Un joven de 20 años sufriría la ira de un Rafa desbocado, cuando a las 23.30 horas se topó con él en la calle Hissu Ecla y le obligó a acompañarle a un callejón. Allí, le cogió del cuello mientras le registraba los bolsillos. «¿Dónde vives?», le preguntó. Al no responder, le soltó el primero de los cuatro guantazos que recibió.
«Dame el patín», le exigió. El joven declaró a la Guardia Civil que se opuso y Rafa sacó una navaja del bolsillo y se la puso en el abdomen, cada vez más nervioso y agresivo, presionado más fuerte el hierro sobre el estómago. «Si no me lo das, te meto una puñalada y me lo llevo de todas formas». A la amenaza le siguieron otros dos golpes con la mano abierta que retumbaron en la cabeza de la víctima como un ultimátum.
«¡Rafa!». El grito salvador provino de una mujer que al parecer lo conocía. Al ver la violenta escena, intervino y habló con él para intentar que se calmara, mientras hacía señas al joven para que se fuera de allí y huyera. Y el chico se esfumó. Sin embargo, un grupo de cuatro amigos sufrirían la gran frustración de Rafa ante una noche aciaga y con un botín tan exiguo. Ellos fueron sus siguientes víctimas. Tres de los jóvenes relataron que estaban en un coche esperando al cuarto amigo en la calle Aire. Cuando el compañero llegó hasta el vehículo, iba acompañado por Rafa, quien le amenazaba con una navaja. Entró al coche y les obligó a que conducir hasta un edificio en ruinas, en la playa de Los Cocedores del Hornillo.
Al llegar, les hizo salir del turismo a los cuatro y les obligó, cuchillo en mano, a que se bajaran los pantalones. Registró sus carteras, pero no encontró dinero. «¿Con quién vivís?», preguntó. Tres de ellos le dijeron que con sus padres y el cuarto afirmó que con su abuela.
«Vamos a ir a tu casa y me voy a llevar todo lo que quiera», le dijo. El joven, temiendo por su vida y por la de su abuela, se abalanzó sobre Rafa y comenzaron a pelear. Durante el forcejeo, la víctima aseguró que al caer los dos al suelo, intentó pincharle con el cuchillo en las piernas y que en ese momento intervino uno de sus amigos y lo desarmó.
Rafa, no obstante, volvió a amenazarlos colocando una mano en la cintura para dar a entender que llevaba otro cuchillo. Para tratar de calmarlo, los jóvenes le propusieron ir a un cajero para sacar dinero, algo a lo que accedió. El grupo se dirigió a un banco de la calle Aire y dos de los amigos le dieron 90 euros, pero Rafa no estaba conforme. Quería más. «Vamos a otro cajero para que saquéis dinero vosotros dos», les dijo.
Cuando iban a montarse de nuevo en el coche, los dos chicos huyeron en un descuido. Ante la imposibilidad de darles alcance, Rafa abrió el maletero del coche y cogió varios objetos que había dentro: una mochila, una caña de pescar y una cartera con documentación y tarjetas de crédito y se marchó. Casi cien euros y varios objetos que podían tener valor y venderlos. Este asalto fue el más rentable de todos. Viendo el resultado que le dio el asunto del cajero, Rafa repetiría el procedimiento poco después.
Un hombre caminaba hacia donde tenía su coche estacionado, en dirección recinto ferial. Faltaban veinte minutos para la una de la madrugada y de repente, una persona iba detrás de él, dio un fuerte golpe a un contenedor. Sobresaltado, miro hacia atrás, y el joven le dijo: «¡Que miras, hijo de puta!». El hombre continuó su camino, pero el chico le exigió que se parara y se interpuso en su camino. «Llevo una navaja. Dame todo lo que lleves», le espetó. Rafa obligó a su quinta víctima a que se sentara en el suelo, con las manos en alto. Le quitó el móvil, pero no le interesó. Le cogió la cartera, pero no tenía dinero.
Rafa quiso repetir la operación del cajero y, bajo amenazas, lo llevó hasta una sucursal de la calle Aire. «Como llames a la poli, te rajo», le iba diciendo. Mientras accedían al banco, la víctima envió un mensaje de WhatsApp a su mujer avisándole que estaba siendo atracado y le mandó la ubicación en la que se encontraba.
Pasaron varios minutos, y el hombre no lograba sacar dinero, porque no sabía utilizar la app del banco para hacer la operación, por lo que Rafa se puso nervioso. Ese tiempo que transcurrió, fue suficiente para que llegaran varios policías locales, lo apresaran y pusieran fin a una noche de pánico.
El que defiende los intereses de Rafa, el penalista Eduardo Simó, señala que todavía no se ha tomado declaración en sede judicial a los denunciantes, e indica que esta es la prueba fundamental del caso. Además, añade que, según el relato de los hechos que le manifiesta su cliente y el que cuentan los denunciantes, resulta «inverosímil» que sea el autor de todos ellos.
Simó añade que en el mes en el que sucedieron supuestamente los hechos, su defendido se encontraba en un estado de trastorno transitorio debido a una adicción, y detalla que sería muy complicado que, debido a su estado de salud, llevara a cabo los hechos que se le imputan. «Mi patrocinado ha reconocido que durante esa fecha estaba en una situación de salud bastante complicada debido a la adicción que padecía. Esto hace muy difícil la comisión de alguno de los hechos de los que se le acusa».
Rafa fue detenido en la calle Alfonso Ortega Carmona y trasladado a las dependencias de la Guardia Civil al día siguiente, donde rechazó declarar ante los agentes y negó los cinco delitos de robo con violencia que le imputaban.
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