Naranja y en botella
PRIMERA PLANA ·
Sorprende la temeridad de PSOE y Ciudadanos, al activar la moción de censura sabiendo del duro enfrentamiento entre Isabel Franco y Ana Martínez Vidal. López Miras ha logrado parar el órdago, pero a costa de la indecorosa colocación en su Gobierno de tres diputados de Cs que son fieles al pacto de 2019, pero infieles a su partido y, por tanto, tránsfugasEra ya difícil superar la crisis reputacional que arrastra nuestra Región, pero cuando interviene la política aquí todo es posible. Alguien podrá decir, no sin razón, que el terremoto con epicentro en Murcia y réplicas en Madrid y Castilla y León... es producto de una operación nacional que utilizó la Región como laboratorio político. Todos los medios regionales y nacionales hemos publicado, y nadie lo ha desmentido, que la moción de censura fue supervisada por La Moncloa (Félix Bolaños), el secretario de organización socialista, José Luis Ábalos, y el 'número dos' de Cs, Carlos Cuadrado, con el conocimiento del presidente Sánchez y de Inés Arrimadas. Por más que desde Madrid se haya querido (cuando empezó a torcerse) circunscribir la operación a la Región, son múltiples las señales de que era parte de una operación de fondo de los estrategas monclovitas para ir separándose de Podemos y desunir al centroderecha con un acercamiento a Cs, lo que debilitaría al PP y situaría a PSOE y Vox como referencias. Por parte de Arrimadas, la moción y lo que fuera a venir en otras comunidades era, tras el monumental batacazo en Cataluña, un movimiento a la desesperada para evitar verse fagocitada desde la derecha en ese proceso de apoptosis que arrancó el día en que Rivera rechazó gobernar con Sánchez. Dicho lo anterior, esta moción, tal como fue improvisada, pactada y abortada, hubiera sido inconcebible en otra región con más peso político y dirigentes locales de más altos vuelos.
En esta polarizada polémica por la inesperada presentación de la moción de censura, hemos mantenido que tenía toda la legitimidad democrática. Es una herramienta constitucional que está prevista y reglada en nuestro Estatuto y en el reglamento de la Cámara. Pero su legitimidad no estaba acompasada con el don de la oportunidad, en plena pandemia y con una crisis económica y social que debía ser prioritaria. La única ventana de oportunidad era política, la súbita disponibilidad de la nueva lideresa Ana Martínez Vidal a pactar con el PSOE, lo que tenía todo el sentido hace dos años cuando Diego Conesa ganó las elecciones y Cs se presentó con la promesa de acabar con 24 años de gobierno del PP. Sin embargo, la justificación política es ahora endeble e improvisada, como evidenció el escrito de la moción. El 'vacunagate', destapado por este diario con información exclusiva y un posicionamiento editorial en línea con el reproche social generalizado que causó el escándalo, parece insuficiente razón para tumbar un gobierno en plena emergencia sanitaria y social, más aún cuando ya motivó dimisiones y no parece que la fiscalía vaya a percibir delito en el bochornoso incumplimiento de protocolos sin rango legal.
Lo importante, en todo caso, es la opinión de los ciudadanos. De ahí que, en la misma mañana del miércoles, encargamos un sondeo de opinión a la acreditada empresa demoscópica Sigma Dos. El sondeo con 1.100 entrevistas teléfonicas, realizadas desde el miércoles por la tarde hasta última hora del viernes, muestra que al 60% de los encuestados les parece mal o muy mal la ruptura del pacto PP-Cs y la moción Cs-PSOE, frente al 24,9% que lo ve bien o muy bien. Lo más interesante del sondeo es que la posición es desfavorable en el 69,7% de los votantes de Ciudadanos y en el 31,4% del electorado socialista. El sondeo regional no pregunta por qué se respalda o rechaza la moción, pero los números no dejan lugar a dudas del magro apoyo.
Más allá de la oportunidad, la justificación o el respaldo de esta iniciativa, lo que más sorprende es la ingenuidad de las direcciones de PSOE y Cs, que dieron el visto bueno a la moción de censura conociendo la división interna entre los seis diputados naranjas. No era un secreto el duro enfrentamiento personal entre Isabel Franco y Martínez Vidal. Tampoco que la segunda iba a laminar a la primera en cuanto tomara posesión de la presidencia. La operación era temeraria. Pero Ana Martínez Vidal y Diego Conesa registraron la moción en la Asamblea incluso después de que Carlos Herrera dijera en la Cope que el PP tenía conocimiento de la moción por dos diputados regionales de Cs. Naranja y en botella. Fue un error garrafal pensar que la firma de un documento de adhesión, presentado de improviso en la noche del martes, iba a ser un blindaje inquebrantable en el partido de los sempiternos bandazos y de muchos dirigentes que hoy están aquí y mañana quizás allá. De la improvisada ejecutoria y planificación da idea el hecho de que Arrimadas se enteró en una entrevista en una televisión nacional que Conesa estaba imputado por prevaricación, lo que forzó a presentar su autoexclusión temporal del futuro Ejecutivo como un acto de generosidad del líder socialista. Lejos de hacer autocrítica por el fiasco, ayer llegó de Madrid un tal Santos Cerdán a impartir doctrina en el Comité Regional y hablar con desprecio de los medios de comunicación murcianos por no asumir como propios los argumentarios del PSOE. (Por cierto, qué vergüenza dan los audios en los que se oye a Conesa pedir ayer a sus dirigentes locales «estirar el chicle de la corrupción» y un «guiño con los medios de comunicación que nos han ayudado»).
Si no hay sorpresas de última hora (aquí todo es posible, repito), López Miras habrá logrado abortar la operación y saldrá vivo de esta historia de puñaladas y contrapuñaladas. Pero eso no significa que salga del todo bien parado, pues para desactivar la operación ha incorporado al Ejecutivo a los tres diputados disidentes. Y aunque se argumente que se mantuvieron fieles al pacto entre PP y Cs de 2019 son, a efectos políticos, tránsfugas que han puesto precio a su apoyo. De poco servirá alegar que no hay un incumplimiento del pacto antitransfuguismo porque el acuerdo para extender el veto al ámbito autonómico y estatal no se ha plasmado aún en leyes y reglamentos de las Cámaras. Un Gobierno con tránsfugas es otra mancha indecorosa que se suma al 'vacunagate' y al cambalache de la modificación de la ley del presidente a cambio de esa remodelación del Gobierno que hasta hace pocos días pedía Martínez Vidal para ser vicepresidenta, cuando todavía tenía un discurso duro contra el PSOE (el transfuguismo escandaliza, y con razón, pero ya asumimos con naturalidad que los políticos den bandazos en sus posiciones, digan una cosa y la contraria o incumplan los compromisos electorales con sus votantes).
Miras tiene que gobernar ahora con lo puesto. Por ejemplo, un consejero de Universidades que no completó su paso por un campus y con un carajal en la Asamblea que le obligará a pactar con tres expulsados de Cs, el diputado de Vox y los otros tres expulsados de Vox. Sí, ha salvado la presidencia, pero dejándose no pocos pelos en la gatera y sin librarse de turbulencias. Su consuelo es que el pronóstico para Martínez Vidal y Conesa es peor. Está claro qué partido gana con el desgaste del resto.
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