Juan Luis Vivas
Sábado, 13 de febrero 2016, 01:13
La puerta principal de Conservas Lozano, con instalaciones en el polígono El Tapiado, amaneció el jueves reventada por los ladrones que, a sabiendas de que la empresa cesó su actividad hace dos años, volvieron a entrar a la fábrica. En este caso, centraron su atención en el cable de cobre y piezas del sistema informático, fundamentalmente, según asegura un grupo de extrabajadores.
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Aunque se fueron al paro cuando cerró la sociedad familiar, hay una treintena de empleados que velan por los intereses de la fábrica, ya que hay negociaciones abiertas para su venta y, si cristalizan, ellos podrían «pillar algo», según indica uno de ellos. Cobraron una parte del Fondo de Garantía Salarial (Fogasa), a razón de unos 20.000 euros de media por trabajador, pero muchos quedaron en una situación precaria debido al Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que también sufrieron y por las dificultades de encontrar un nuevo empleo (muchos de ellos tienen más de 50 años).
Los trabajadores denunciaron en la comisaría este nuevo robo, como también hicieron el lunes pasado, tras constatar que el domingo habían entrado los cacos a la fábrica. Los ladrones han entrado, al menos, cuatro veces a desvalijar lo que han encontrado en su camino. «Al principio eran pequeñeces, pero ahora ya vienen más preparados», comentó uno de los empleados de Lozano. Prueba de ello es que se dejaron una escalera que, presuntamente, utilizaron para alcanzar la techumbre del almacén y coger el cableado que luego se llevaron.
El lunes también se personó la Policía tras producirse otro robo. Además, tuvo lugar una reunión en la que el administrador concursal informó a los representantes legales de la empresa y de las entidades financieras, así como a una delegación de trabajadores, entre otros, acerca de la documentación que ya tiene preparada para trasladar la maquinaria, es decir, para iniciar el desmantelamiento de la fábrica si no se consigue vender antes. Al parecer, parte de los equipos (aproximadamente la mitad, propiedad de entidades financieras) iría a parar a una empresa que gestiona residuos. Pero también hay intermediarios que han negociado con alguna de las entidades la compra de parte de la maquinaria para revenderla. La otra mitad se incluiría en el paquete de venta, junto a las instalaciones de la fábrica. Ahora bien, si no hay comprador, su destino será convertir el inmueble en un solar, circunstancia probable que lamentan los trabajadores.
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