Mirella Rosique, ayer en Murcia. Vicente Vicéns/ AGM
Enfermera pediátrica experta en duelo

Mirella Rosique: «Tras una pérdida hay que permitirse sentir rabia y tristeza»

«En esta sociedad tenemos que estar siempre alegres, ser positivos; es una dinámica que hace mucho daño»

Jueves, 26 de octubre 2023, 01:07

A Mirella Rosique, enfermera pediátrica, le enseñaron que debía ser «profesional» a la hora de abordar la muerte de un paciente, lo que traducía en ... poner distancia emocional. Pero ella, que durante muchos años trabajó en la UCI pediátrica de La Arrixaca, observó que esta mentalidad suponía crear «una barrera» con las familias que a veces generaba «más dolor». «Así que me dije: voy a hacerlo a mi manera», cuenta. Comenzó a especializarse en el acompañamiento y en el duelo, y terminó formando parte del equipo de cuidados paliativos pediátricos del Servicio Murciano de Salud (SMS). Rosique se jubiló el año pasado, pero sigue organizando las Jornadas Regionales de Pérdida y Duelo, que se celebran hoy y mañana en La Arrixaca.

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–El acompañamiento en la fase final de la vida y en el proceso de duelo ha sido tradicionalmente una asignatura pendiente en el sistema sanitario. ¿Cómo llegó a implicarse en este ámbito?

–A lo largo de mi carrera observé que los profesionales sanitarios nos centrábamos en el 'hacer'. Sobre todo a los médicos se les decía que hay que ser profesional, y eso implica no sentir, no mostrar tus emociones. Esto daba lugar a reacciones a veces 'desconectadas': terminabas poniendo una barrera, y eso podía ser desagradable para la familia porque en lugar de acercarte, te alejabas. Añadías más dolor. Así que decidí que iba a hacerlo a mi manera. Yo no me voy a derrumbar, no voy a ser menos profesional, ni menos cuidadosa, si me permito sentir. Eso sí, lo que tenemos que aprender es a gestionar nuestras emociones para poder ofrecer esos cuidados de calidad, holísticos.

–¿Esas dificultades de los profesionales sanitarios para abordar el momento de la muerte están relacionadas con la forma en que nos relacionamos con el final de la vida en la sociedad actual?

–Yo creo que sí. Hace cien años, la muerte estaba ahí, siempre. Nuestros abuelos tenían la muerte en sus casas. No se llevaban los cuerpos a los tanatorios, los velaban en las casas, y había todo un ritual que permitía acompañar a la familias en su proceso de duelo. Todo esto ahora genera rechazo, y hemos ido al extremo opuesto: tenemos que estar siempre alegres, sonrientes, ser positivos. Esta dinámica de 'míster Wonderful' ha hecho mucho daño. Hemos sacado fuera el dolor, la muerte, el duelo, y ahí hay una carencia.

–Cuando comenzó en cuidados paliativos pediátricos y en el acompañamiento al duelo había un claro déficit en el sistema. Ahora que se ha jubilado, ¿qué sensación le queda? ¿Hemos avanzado?

–Ha habido un avance, aunque quedan muchas cosas por hacer. Todavía se echa en muchos casos mano del voluntariado, aunque en La Arrixaca, por ejemplo, las matronas han tirado mucho del carro. Un embarazo es una alegría, algo maravilloso, una nueva vida, pero a veces sigue ocurriendo que llega a término y el bebé muere. Pasa muy pocas veces, afortunadamente cada vez menos, pero es algo que está ahí y no se puede silenciar, porque eso supone añadir sufrimiento. En los abortos, por ejemplo, también se ha silenciado. A la mujer que sufría un aborto se le decía: 'No pasa nada, tendrás más'. Pero pregúntele a su abuela. Si ha tenido algún aborto, algo que antes era muy frecuente, estará ahí. Lo tienen guardado en el corazón, en la memoria, hasta el último día de su vida. Y los abortos provocados también conllevan duelo. Ninguna mujer aborta por gusto.

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–¿Con qué situaciones se ha encontrado en estos años de acompañamiento a tantas familias?

-Es fácil aceptar que una persona mayor se muera, porque entra dentro de lo que entendemos que es justo en la vida. Aunque nos duela un montón, comprendemos que tenemos que morir. Lo sabemos desde que nacemos. Pero un niño, no. A un niño, su madre ya lo está viendo casarse. Todos vamos construyendo el futuro de nuestros hijos. Nunca vamos a pensar en su muerte, aunque podamos tener ese miedo, que en el fondo está ahí. Le decimos: 'Ten cuidado con esto, y con lo otro'. Pero es algo que está muy escondido. La prueba es que cuando pasa, la reacción es: 'No puede ser', 'esto no me puede pasar a mí', 'esto no le puede pasar a mi hijo.' Son las frases que más se repiten. Nosotros vamos acompañando a las personas, recogiendo todas esas emociones, esa negación, ese rechazo, hasta la aceptación. El amor ayuda a superar muchas cosas. Sobre todo en las madres, la sensación de estar muerta por dentro dura un tiempo largo. Tienen que reconstruirse, y eso es un proceso lento.

–¿Cuáles son las claves para un proceso de duelo no patológico?

–Quiero subrayar que el duelo no es una enfermedad. No se necesita de un psiquiatra ni de una medicación cuando uno está en duelo, porque es un proceso natural del ser humano. Es verdad que se puede complicar y, en el peor de los casos, patologizar. Ahí sí que puede ser necesario el apoyo de un profesional de la psiquiatría o la psicología. En un duelo, hay que permitirse sentir tristeza, rabia, culpa. Si en el primer duelo que afrontes en tu vida te pones un velo y decides no sentir nada, en los siguientes se irá colmando el vaso hasta que se convierta en algo patológico, porque ya no sabremos cómo reaccionar.

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