Los dos policías locales le quitan la pistola que lleva en una mano y amarran los brazos del detenido con unas esposas. Los agentes no paran de jadear. Acaban de pegarse una carrera olímpica por una playa de Mazarrón persiguiendo al sospechoso de acabar con la vida de un marroquí de tres tiros ... hace escasos minutos en la terraza de un bar. «Que no se acerquen los moros», les advierte el detenido, mientras lo engrilletan. No parece que le haya afectado lo más mínimo el hecho de haber tiroteado a un hombre.
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Poco después, la Guardia Civil encontraría en el registro de su vivienda otras tres pistolas, una real y dos detonadoras, para las que no tenía licencia ni permisos reglamentarios que le autorizara a tenerlas. Además, se incautó de abundante documentación y varias armas blancas, algunas de ellas de tipo machete.
Un jurado popular, que ya ha sido seleccionado, será el encargado de juzgar desde este lunes en la Audiencia Provincial de Murcia a Carlos Patricio B. M., de 55 años, acusado del asesinato del marroquí Younes B., que en el momento de su muerte, en 2021, tenía 38 años. La fiscal pide para él penas que suman 25 años de prisión por los delitos de asesinato, con alevosía sorpresiva y la agravante de racismo o discriminación, y de tenencia ilícita de armas.
Este crimen, con aparentes tintes racistas, soliviantó a colectivos sociales como la Asociación Marroquí para la Integración de los Inmigrantes y la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes (ATIM), que está personada en el procedimiento como acusación particular. Desde las organizaciones achacaron el asesinato a tiros de Younes a la propagación de los discursos de odio hacia las personas inmigrantes, concretamente hacia personas de origen marroquí y confesión musulmana que se produjeron en aquel año.
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«La muerte de Younes Blal es consecuencia del caldo de cultivo de odio que se ha gestado los últimos años con el auge de los discursos extremistas de racismo, xenofobia, islamofobia y discriminación. Unos discursos que pretenden dinamitar la convivencia con un claro interés y que tienen su repercusión en la percepción hacia las personas migradas», denunciaron.
Y, a tenor de las conclusiones del Ministerio Fiscal, parece que esos mensajes de odio habían calado profundamente en Carlos Patricio, un exparacaidista y antiguo aspirante a guardia civil, quien desde primeras horas de la tarde de ese 13 de junio de hace dos años se amarró a la barra del bar El Muelle, situada en la plaza de las Comunidades Autónomas de Puerto de Mazarrón.
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Allí se tomó una cerveza tras otra y, entre vaso y vaso, comenzó a encadenar pullas hacia los clientes de origen magrebí que entraban al local y se acercaban a la barra para pedir consumiciones. «No quiero ver marroquíes dentro del bar»; «voy a mandar a la Inspección de Trabajo»; «no quiero moros en la barra», «qué hacen los putos moros en la barra» son algunas de las expresiones que profirió Carlos Patricio según escucharon las camareras del establecimiento. Hasta que llegó la premonitoria amenaza: «La voy a liar por la tarde».
Se levantó de la silla y se marchó del bar, pero dejó sobre la barra una cerveza a medio terminar y sus gafas de sol, dando a entender que regresaría. Carlos Patricio enfiló la calle hacia su vivienda, en la calle Sanotel, y allí abrió el armero que tenía en su habitación. Cogió la pistola marca Star Fire, de 9 milímetros, se la colocó en el cinturón de una pistolera y se sacó la camisa por fuera para ocultarla.
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Cuando salió a la calle, eran las 22 horas y se dirigió directamente a la terraza del local en busca de Younes y sus amigos. Se plantó frente al marroquí y le dijo: «Levántate si eres tan valiente. Te mato», según expone el fiscal en su escrito.
Al ver que Younes reaccionaba y se levantaba, le disparó un primer tiro que le impactó en un hombro. La víctima se abalanzó sobre él para quitarle la pistola, lanzándole una sombrilla que había en la terraza del bar. Pero lejos de retroceder, Carlos Patricio se aproximó aún más y, a muy corta distancia, pegó otros dos tiros que le impactaron en el abdomen, sin dar opción alguna a defenderse.
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Viendo que Younes estaba en el suelo, el exmilitar emprendió la huida con la pistola en la mano y apuntando al resto de clientes con ella. Salió corriendo por el paseo marítimo y, desde allí, viéndose perseguido por una patrulla de la Policía Local, atravesó la playa, donde finalmente, pocos minutos después del tiroteo, fue interceptado por los agentes al grito de: «¡Que no se acerquen los moros!». Younes fue trasladado moribundo al hospital de La Arrixaca, donde falleció sobre las 1.20 horas del 14 de junio.
La letrada Sara Megías, del despacho MMB abogados, que defiende los intereses de la familia del fallecido, reclama una condena, como autor de asesinato con la agravante de delito de odio, de 25 años de prisión. «La clave de este crimen no es quién es el responsable de la muerte de Younes, porque Carlos Patricio lo ha reconocido, sino en qué contexto lo mató. Para nosotros, se trata de un delito de asesinato, porque actuó con alevosía, sin que la víctima pudiera defenderse», apunta. Megías añade que concurre la agravente de asesinato por motivos racistas. «La familia quiere que se haga justicia». Desde el despacho MMB añaden que «la sociedad marroquí, y en general el mundo árabe, tiene los ojos puestos en este caso por su carácter racista». La defensa de Carlos Patricio expone que «aunque, efectivamente, reconoció haber efectuado los disparos, horas antes consumió varias cervezas, algo que afectó al desenlace de lo que ocurrió». Así, apunta que «los efectos del alcohol le llevaron a efectuar comentarios que jamás habría hecho en otras circunstancias». Las camareras comentaron a Younes lo que pasaba y este se levantó para recriminar su actitud. «Tuvieron una discusión y mi defendido, al sentirse amenazado, abandonó el lugar regresando al rato». El abogado José Antonio Pardínez manifiesta que, tras otra discusión en la terraza del local con Younes, se inició una refriega «lanzándole una sombrilla y la mesa de la terraza, disparando mi defendido dado el miedo que sentía. Todo ello, con el fin de evitar que siguiese la agresión, pues tenía miedo por su vida y sin que su intención fuera acabar con su vida, dado que el primer disparo fue a la zona del hombro. Tras abalanzarse sobre él para quitarle la pistola, se volvió a disparar el arma dos veces con el forcejeo. No hubo, pues, un acto inicial de acometimiento doloso con ánimo de matar, por lo que estos hechos no constituyen un asesinato».
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