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Campoamor marca el límite entre dos modelos de turismo: uno digamos que intensivo del lado de la provincia de Alicante, con una amplia oferta comercial y de ocio, y otro en la parte murciana con registros más modestos y bastante estacionalizados. La diferencia se aprecia ... circulando por la carretera nacional 332, cuando se cruza esa línea de separación turística y, sobre todo, cuando se visita el populoso centro comercial La Zenia y todo lo que lo rodea, invadido por turistas y residentes extranjeros. (Por cierto, obsérvese además lo mucho que se está construyendo de nuevo en la zona). A esa separación contribuyó también la interrupción durante años de la Autopista del Mediterráneo en Alicante y el efecto dique para la economía de territorios vecinos.
Las últimas cifras del INE sobre el incremento del turismo internacional en la Región de Murcia, con cifras históricas de visitantes y gasto, es una buena señal y marca una tendencia positiva con el incremento del 18,6% de visitantes, aunque eso no oculta que tenemos un modelo pendiente de definir en lo que respecta a infraestructuras turísticas, a las comunicaciones y también a una oferta como lugar de destino que debe ser potenciada. Hay muchos atractivos y tesoros para ser descubiertos puertas afuera. Los destinos menos masificados resultan ahora más atrayentes, aunque se debe aprender de los errores pasados.
Se ha dicho en diversos foros que nuestra Región tiene la ventaja de que no está tan masificada –sobre todo su litoral– en comparación con la vecina provincia de Alicante. Quedan amplias franjas de costa agreste a salvo del ladrillo, y una muestra de ello fue el carpetazo que se dio a la macrourbanización que se pretendió levantar en Marina de Cope. Un proyecto aquel que tenía una vocación de efecto llamada para otros desarrollos urbanísticos y que pasó a la historia. Fue la tercera pata de un modelo de principios de siglo que se conjugaba con el nuevo aeropuerto (con cifras todavía modestas) y la autopista Cartagena-Vera (con baja ocupación). La ecuación falló. Tenemos la oportunidad de diseñar un turismo más sostenible, diferente y a la vez rentable.
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