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La Virgen de las Huertas, ayer, durante la procesión en su trono portado por los Mozos del Convento. JAIME INSA / AGM

Las fiestas patronales de Lorca recuperan su esplendor tras la pandemia

La misa mayor en el santuario fue multitudinaria y cientos de fieles acompañaron a la Virgen de las Huertas en procesión

Viernes, 9 de septiembre 2022, 01:21

Después de dos años y medio de restricciones por la pandemia, el santuario patronal en el que se venera a la Virgen de las Huertas se llenó ayer de fieles en la misa mayor para festejar su onomástica. La eucaristía fue oficiada por el obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, y concelebrada por el vicario de Lorca, Francisco Fructuoso, y por 16 sacerdotes de la localidad.

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El altar del templo estaba repleto de centros de flores, ofrecidas a la imagen por asociaciones, instituciones y ciudadanos. La talla de Sánchez Lozano permaneció en su hornacina y lució el manto blanco con el que fue coronada en el año 1944, diseñado por Emilio Felices, y la corona de oro, piedras preciosas y perlas que le donó el pueblo de Lorca a la patrona ese mismo año. La pieza de orfebrería ha sido recientemente restaurada con la autorización de la Dirección General de Patrimonio Cultural, al tratarse de un Bien de Interés Cultural.

Las voces del grupo de Coros y Danzas de Lorca sonaron desde el coro del santuario con la interpretación durante la misa de las piezas más clásicas del folclore local y tres parejas del grupo, ataviadas con los trajes típicos, interpretaron la jota lorquina al concluir el oficio religioso.

El acto contó con la asistencia del presidente de la Región, Fernando López Miras, del consejero de Presidencia, Marcos Ortuño, del alcalde de Lorca, Diego José Mateos, y de casi todos los concejales de la corporación municipal. El primer edil destacó que «este año es especial» porque después de la pandemia «recobramos el día de la Patrona con normalidad», sin restricciones sanitarias.

Tras la misa, la Hermandad Virgen de las Huertas entregó el título honorífico de Hermano Mayor al presidente López Miras. El jefe del Ejecutivo regional agradeció a la hermandad la concesión «de uno de los mayores privilegios que puede tener un lorquino». Afirmó que le hacía «mucha ilusión este reconocimiento» y dijo que lo llevará «con dignidad y con la alegría de saberme hijo de la Virgen de las Huertas».

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El mismo reconocimiento fue otorgado por la hermandad al empresario almeriense Francisco Martínez-Cosentino, presidente del Grupo Cosentino. También se otorgó la medalla de oro de la Patrona a la Virgen de la Amargura del Paso Blanco y, a título póstumo, al que fuera ministro de Cultura, José Guirao, por su implicación en las gestiones para restaurar las pinturas murales del santuario, que comenzarán de forma inminente en el antecamarín, la capilla de San Antonio y la escalera Tota Pulchra.

Los trabajos fueron adjudicados por el Ministerio de Cultura el pasado mes de julio a una unión temporal de empresas formada por una firma lorquina y otra murciana por un importe de 392.000 euros.

El presidente de la Región reconoció que aún quedan actuaciones pendientes para la restauración del santuario patronal tras los terremotos de 2011 y que «también hay que abordar» la rehabilitación del convento, vacío desde que los monjes franciscanos abandonaron la ciudad en 2018.

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Por la tarde, se celebró, por primera vez desde que comenzó la pandemia, la tradicional procesión con la imagen de la Virgen de las Huertas por la plaza del Rey Sabio y por las calles de la barriada en su trono de andas, decorado con rosas en tonos rosa y blanco, que fue portado por los Mozos del Convento.

Buñuelos y turrón

Las inmediaciones del santuario recuperaron el bullicio de las atracciones feriales, de los chiringuitos, el olor a buñuelos de bacalao y el gentío alrededor de las casetas de turrón. Estos últimos negocios, los más tradicionales de la Feria Chica lorquina, están en vías de extinción y han sumado nuevas bajas. Solo cuatro de las casetas han abierto este año. «Ya no es como antes», lamentó Mateo García, uno de los turroneros que aún continúa fiel a la tradición. Pertenece a la cuarta generación de la saga familiar y sabe que con él se cerrará un ciclo que comenzaron sus bisabuelos. «A mis hijos no les gusta esto», sentenció.

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