En el bastidor se había tensado una pieza muy grande de raso azul, amplia y despejada como todo un mar en calma. Era el 28 de noviembre de 1904, y una de las mujeres del taller dio la primera puntada del manto de la Virgen ... de los Dolores bajo la dirección de Francisco Cayuela. Evocando aquel nacimiento, parece que podemos ver al pintor, como arrobado en su fantasía, corrigiendo el contorno de la cruz y las telas, insuflando aire a las plumas, ajustando el brillo de los instrumentos del martirio. Lo adivinamos también, junto a las 28 bordadoras, amagando un gesto de congoja conforme la Santa Faz de Cristo entornó los ojos y derramó las primeras gotas de sangre. Los imaginamos compadecerse, creer en el milagro de la seda y comprender que aquel hombre era el hijo de la Doloricas y la causa de su aflicción.

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Al recorrer las volutas que ordenan la composición vemos cómo cada elemento se relaciona según una idea de armonía y transparencia. Y se nos figura que, un día en el taller, sobre el artista y las bordadoras, por aquel inmenso cielo de raso pasó un ángel, y se quedó a vivir con los azules y su Virgen.

Un ángel sobrevoló el manto espléndido, echando flores, con las alas abiertas sobre el bastidor y un pie perdido tras el acanto. A Cayuela, interesado siempre por la idea del vuelo, no le importó que ocultara parte de la escena y las cartelas, ni que invadiera con su aparición la limpieza del espacio, porque ambos se entendieron muy bien. Y es que aquel ángel, como el pintor, había llegado al taller de los azules a salir de los marcos, a romper los moldes, a inaugurar una auténtica revolución estética en las procesiones y el bordado de Lorca.

La primera puntada que hoy celebramos dio inicio no solo al manto azul, sino también a la consolidación de una labor que se ha convertido en la manifestación artística más genuinamente lorquina. Por ello, coincidiendo con el 150 aniversario del nacimiento de Cayuela, esta efeméride nos brinda la ocasión para volver sobre los clásicos de nuestro bordado y renovar nuestro compromiso con el futuro de este arte, conscientes de ser los herederos de una valiosa tradición y los inquilinos temporales de unos talleres por los que, como hace 120 años, algunos días pasan ángeles volando.

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