Un locutorio de El Carmen fue clave en los planes de Al-Qaeda para el 11-S
Dos años y medio después de los atentados, el juez Garzón ordenó detener en Murcia y Torrevieja a los sospechosos de confeccionar los pasaportes falsos
En el cuentakilómetros de un modesto e insignificante Hyunday Accent de color plata se halla una de las claves, y todavía –a día de hoy– uno de los grandes enigmas, de la planificación de los atentados que el 11 de septiembre de 2001 cambiaron el mundo. Un cuentakilómetros que conduce hasta un no menos modesto e insignificante locutorio de la calle Buenos Aires, en el barrio del Carmen de Murcia, que regentaban el argelino Moussa Laouar, de 36 años de edad, y su socio Khaled Madani, de 34. Una de las claves, ya que los grandes servicios de inteligencia occidentales –el FBI, la policía alemana, la Guardia Civil...– están convencidas de que ese humilde establecimiento estaba integrado en el aparato de falsificación de Al-Qaeda y que de allí salieron, sí, los pasaportes que permitieron a Mohamed Atta y al resto de los integrantes de la 'célula de Hamburgo' entrar en Estados Unidos. Y un enigma porque lo cierto es que, aunque Baltasar Garzón, entonces todavía magistrado de la Audiencia Nacional, acabó procesando por tales hechos a Khaled Madani y llevándolo a juicio por presuntos delitos de organización terrorista, financiación de actividades terroristas y falsificación de documentos con fines terroristas –su socio Laouar había sido extraditado a Francia, donde tenía varias causas pendientes–, acabó siendo absuelto y librándose de los veinte años de prisión que se le reclamaban. ¿La razón? Las escuchas telefónicas a las que fue sometido fueron anuladas por el tribunal por falta de garantías. Así que, formalmente, nada está judicialmente probado sobre el papel que ese locutorio desempeñó en el 11-S, por más que los indicios recabados a ese respecto resulten abrumadores.
En el centro de todo ese material probatorio se encuentra nada menos que Ramzi Binalshsibh, un yemení situado en aquellos años en la cúpula de Al-Qaeda y que se erigió en el máximo coordinador del atentado contra las Torres Gemelas. Detenido en Pakistán un año después de su 'proeza', fue conducido a Guantánamo, donde habría confesado al FBI cómo preparó el colosal acto terrorista. Y lo hizo, dijo, en un encuentro celebrado en España con el líder de los pilotos suicidas, el egipcio Mohamed Atta.
La cumbre de Tarragona
Los informes que a lo largo de años fueron emitiendo los servicios de información de medio mundo, y que se fueron incorporando en muchos casos a las diligencias abiertas en la Audiencia Nacional contra presuntos terroristas de Al-Qaeda, desvelan que Binalshsibh y Atta, que habían vivido juntos en Hamburgo (Alemania), se reunieron durante dos semanas en Tarragona, en julio de 2001, para ultimar los detalles del atentado.
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El 8 de julio, el egipcio llegó al aeropuerto de Barajas y al día siguiente alquiló un coche, el mencionado Hyundai Accent, con el que se desplazó al aeropuerto de Reus. Allí recogió al yemení. Esa noche compartieron habitación en el hotel Mónica de Cambrils.
La Guardia Civil logró reconstruir casi con todo detalle los diez días que ambos pasaron en España, hasta el día 19 en que Atta devolvió el coche alquilado. Todos los días, salvo los que van del 10 al 13, en que su pista se pierde.
Integrantes de la 'célula de Hamburgo' hicieron dos giros, en julio y septiembre de 2001, a un argelino asentado en Murcia
Del análisis del cuentakilómetros del Hyundai y del millar de kilómetros que hicieron en esos tres días, los especialistas del Instituto Armado infieren que muy probablemente se dirigieron a Murcia, «por motivos relacionados con la planificación de los atentados y su inminente ejecución», según un informe remitido a la Audiencia Nacional.
La consideración no es gratuita. Durante los interrogatorios a que Binalshsibh fue sometido en Guantánamo, confesó que después de esa cumbre, el 5 de septiembre de 2001 –apenas seis días antes de que las Torres Gemelas fueran derribadas– viajó de nuevo a España para hacerse con un visado falso que le permitiera salir de Europa y refugiarse en Kabul (Afganistán), antes de que el mundo enteró se estremeciera por la visión de los dos rascacielos convertidos en polvo. Y dio un nombre: Khaled El-Jaziri.
Para la Guardia Civil, Khaled 'El Argelino' no era otro que Khaled Madani, el hombre que compartía un locutorio en Murcia con Moussa Laouar. Ingeniero en óptica mecánica de precisión por la Universidad de Setif (Argelia), acumulaba además otros datos sospechosos en su contra, como el hecho de haber recibido el 16 de julio de 2001 un giro de 455 euros alemanes, que le fue enviado por Zacarías Essabar, otro de los miembros de la 'célula de Hamburgo'. Y más tarde, el 1 de septiembre, otro giro de 300 marcos, éste remitido por Kamel Lameche, igualmente integrante del grupo de terroristas que se constituyó en la ciudad alemana.
La detención de Madani y Laouar se llevó a cabo finalmente en la tarde del 23 de febrero de 2004, en medio de un espectacular despliegue de agentes encapuchados y dotados con armas automáticas y chalecos antibala. Con este operativo se cerraba uno de los capítulos más relevantes, y a la vez más desconocidos, de la planificación de unos atentados terroristas sin apenas parangón por su brutalidad y vileza extraordinarias. En un locutorio de Murcia, sí, debieron de hallar Atta y sus suicidas las llaves que les daban acceso al corazón, ya para siempre lacerado, de Estados Unidos.
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