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De la pared del único bar que hay en Torre del Rico (Jumilla) cuelgan cuatro fotografías antiguas, en blanco y negro. En ellas se ven niños, formados en filas, que tienen ahora más de 70 años. Lo que desde hace un año y tres meses es un bar en el que se desayunan tostadas de tomate con atún, «antes era la escuela masculina del pueblo», cuentan cuatro lugareños que se han resistido a mudarse a la gran civilización.
Con unos 90 habitantes empadronados -según datos de 2017 de la Comunidad-, este caserío histórico resiste a la despoblación gracias a los extranjeros, en su mayoría británicos, franceses y belgas, que han instalado allí su primera residencia y que, según estima la pedánea Pepita Tomás, «ellos serán el 60% de los vecinos del pueblo».
Abanilla La Umbría, La Tierra Colorada, El Algarrobo.
Abarán Vergeles.
Águilas Barranco (Los Arejos).
Aledo Patalache y Los Allozos.
Alguazas El Colmenar.
Bullas Casa don Pedro, El Cabezo.
Campos del Río Los Tenderos.
Caravaca de la Cruz El Hornico.
Cehegín Valdepino, Gilico, Burete.
Jumilla Término de Arriba.
Librilla Las Pujantas.
Lorca Puntarrón, Culebrina.
Moratalla Benamor.
Mula Rincones, Alquibla, Hoya Noguera y Cuadrados, Retamosa.
Ojós El Arco, La Cuna.
Puerto Lumbreras Cabezo de la Jara.
Ricote Alcoba, Almarcha, Ambros, Cañada Gil, La Cuerda, Cuesta Alta, Fuente del Cieno, Patruena y Vite.
San Pedro del Pinatar Las Salinas.
Ulea Ficaira, La Estación.
Villanueva del Río Segura Cañada de Cartín y Agua Amarga.
«Nosotros nos vinimos al jubilarnos. Buscábamos tranquilidad y sol, pero queríamos estar en un sitio en el que nos integrásemos con los vecinos», cuenta Carole Evans, Carolina para sus amigas españolas, quien vino desde Doncaster (South Yorkshire) con su marido hace ya doce años.
Ella es torreña de adopción y orgullosa de serlo, y además vicepresidenta del Grupo de Mujeres Rurales de Torre del Rico, del que forman parte unas 50 mujeres de la zona. «Lo creamos porque aquí las mujeres pasan mucho tiempo en casa y creímos que juntarnos a hacer cosas sería bueno para nosotras», cuenta Evans.
El bar de José Luis es lo único que hay en Torre del Rico. Ni médico, ni comercios donde comprar, ni farmacia, ni cajero, ni fibra óptica, ni estanco... Nada. «Por no llegar, aquí no llega ni la lluvia», dice Antonio Ródenas, uno de los niños en bermudas que cuelgan de la pared del bar. Pero no es cierto, le corta su mujer, María García, que asegura que en Torre del Rico no les falta de nada: «Aquí viene el panadero, el carnicero, el 'pescatero', el butanero. Estamos muy bien. No nos podemos quejar». Lo dice como si fuera algo extraordinario en los tiempos que corren, pero para ellos lo es. Pues en los 90 no tenían ni alcantarillado, ni teléfono, ni internet.
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Con 3.939 personas más según datos del Instituto Nacional de Estadística, la Región es la segunda comunidad que más habitantes ha ganado en el último año. Solo la superan las cifras de Madrid. Sin embargo, entre 2016 y 2018, un total de 22 municipios han perdido habitantes censados en el padrón. Destacan entre ellos las caídas del 13,3% de Mazarrón, el 5,8% de Los Alcázares o el 2,7% de San Javier. En cuanto a las grandes ciudades, pierde vecinos Cartagena (1,7%), aumentan en Murcia (2%) y también lo hacen levemente en Lorca (0,4%). Es destacable, sin embargo, que los mayores aumentos de población se produzcan en Villanueva del Río Segura (12%), Cehegín (8,1%), Librilla (6,9%), Torre Pacheco (5,8%) y Ceutí (5,2%).
El avance de las grandes urbes hace inevitable que algunas zonas murcianas se vean abocadas a la despoblación como destino. Sucede en al menos 35 núcleos urbanos, antiguas pedanías o barriadas municipales, en los que, según recoge el Centro Regional de Estadística de la Región (CREM), había menos de diez habitantes en 2017, último ejercicio del que se tienen datos.
En Torre del Rico solo vive un niño, el nieto de la pedánea. Y jóvenes de entre 20 y 30, ninguno. A pesar de esto, Tomás no cree que el pueblo llegue a quedarse vacío por completo, «porque los extranjeros van comprando casas y no dejan de venir», cuenta. Por eso, todos los carteles de 'se vende' están en dos idiomas, español e inglés. La repoblación de extranjeros ha hecho que Torre del Rico se mantenga en torno a los 90 habitantes en la última década. Pero otras zonas de la Región no tienen tanta suerte, como Cañada de la Cruz (Moratalla) o Casas Nuevas (Mula), que desde 2008 han bajado de los 200 a los 150 habitantes, según datos del CREM. Aunque en estas dos pedanías tienen muchos más servicios que Torre del Rico, los vecinos de ambas aseguran que acabarán muriendo deshabitadas.
El silencio se apodera de sus calles, casi desiertas, salvo por los dos o tres abuelos que toman el sol de primavera. Los pocos niños que hay, siete en Casas Nuevas y nueve en Cañada de la Cruz, entran y salen solos de las casas desde edades muy tempranas. Dos de ellos son los hijos, de siete y cuatro años, de Pilar Martínez, que juegan «a su aire» en el único tobogán que hay en la localidad. «Aquí tienen mucha libertad y nosotros estamos tranquilos. Por eso no les gusta nada ir a Caravaca, porque allí tienen que darme la mano y no se pueden mover de mi lado. Aunque claro, estamos en Cañada de la Cruz porque todavía hay colegio. El día que me lo quiten, nos iremos».
La falta de trabajo es la primera de las causas que apuntan los vecinos de Cañada de la Cruz y Casas Nuevas como responsables de su despoblación. Pero no es la única, «pues lo que no puede ser es que unas cuatro familias se hayan ido porque no les dejaron construirse una casa aquí», explica Fernando del Baño, el dueño del único supermercado que hay en Casas Nuevas.
Ubicada en mitad del Parque Regional de Sierra Espuña, por esta pedanía de Mula pasan turistas, sobre todo extranjeros en bicicleta o en ruta de senderismo. «Esto se acabará vaciando, aunque tampoco del todo, porque la gente que tenga casa aquí vendrá a pasar los fines de semana, digo yo», aventura Bartolomé Sánchez, de 86 años, sentado en un banco en la calle junto a su hermana Josefa, de 93. Ambos hablan con humor de su edad, de su falta de dientes y del paso del tiempo, que ha ido llevándose a los vecinos, «a los viejos, al cementerio, y a los jóvenes, a trabajar fuera».
Con unos 550 habitantes arriba o abajo desde 2008, Canara (Cehegín) resiste a la despoblación gracias a la economía local que han creado en el pueblo con el mercado de la flor, que genera empleo para los vecinos y atrae a inmigrantes a trabajar en sus invernaderos. En esta pedanía en la que reinan los problemas de cobertura móvil, «más del 80% de los vecinos nos dedicamos al sector de la flor», explica Miguel Ángel Fernández, presidente de la asociación de vecinos, quien también asegura que entre un 10 y un 15% de los habitantes del pueblo son extranjeros. «En su mayoría marroquíes y búlgaros», añade Francisco Rodríguez de Gea, dueño de uno de los bares. En Canara hay dos carnicerías, dos peluquerías, dos bares, un pub, misa los domingos y un panadero que pasa en furgoneta. «Pero esto no se quedará despoblado nunca, porque la gente joven se va quedando. No toda, porque muchos están estudiando y se irán, pero otros también se quedan a llevar el negocio familiar de las flores», explica Fernández. Y precisamente una de las grandes faltas de Canara tiene que ver con su economía local: no tienen contenedores de plástico, aunque es un pueblo plagado de invernaderos.
Estas cuatro pedanías, Torre del Rico, Casas Nuevas, Cañada de la Cruz y Canara, son solo algunos ejemplos de los cientos de núcleos con menos de 600 habitantes que tiene la Región. En algunos de ellos se vive sin supermercado, sin médico ni farmacia, sin transporte urbano que les comunique con los pueblos más cercanos. En la mayoría también tienen serios problemas de cobertura y 3G. En todos ellos, los niños y los perros pasean sueltos por la calle. En todos reina el silencio. Y en todos, a veces, lo que puede parecer una carencia se convierte en una virtud, porque vivir con menos suele significar, según cuentan los vecinos, vivir mejor.
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