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Especialista en desertificación, Jaime Martínez Valderrama (Madrid, 1973) alerta sobre la degradación del territorio e invita a promover cambios y a no ser meros espectadores. En este sentido, aborda la desertificación desde una óptica muy amplia. El Foro de la Economía del Agua ha publicado ... su libro 'Desertificación, cuando el territorio hace agua', en el que pone el foco sobre los recursos hídricos y el modelo de regadío, con sus paradojas. Doctor ingeniero agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid e investigador de la Universidad de Alicante, Martínez Valderrama, que reside en Almería, trabaja en el proyecto del Atlas de la Desertificación en España. Sostiene que el deterioro del Mar Menor es un caso de desertificación.
-¿Qué conclusiones de su estudio sobre desertificación son trasladables a la Región de Murcia?
-Conozco el trabajo del Cebas sobre esta materia, y también el tipo de regadío que se viene imponiendo en todo el territorio peninsular; que es un modelo de crecimiento económico en regiones que estaban atrasadas respecto a la media de España a mitad del siglo pasado, al menos Almería. El regadío les ha dado una fuente de crecimiento y de ingresos muy importante. De hecho la exportación de frutas y hortalizas es muy relevante en la balanza comercial de España. Esto tiene sus consecuencias ambientales, que a su vez se traducen en repercusiones socioeconómicas. El regadío ha crecido tanto que pone en riesgo el propio regadío porque constantemente necesita más agua. Ahí es donde empieza a haber problemas, por ejemplo al vaciar acuíferos. En el caso de Murcia, para mí, la destrucción del Mar Menor es un caso de desertificación, aunque resulte paradójico.
-Menciona en su libro los deterioros del Mar Menor, Doñana y Las Tabla de Daimiel como ejemplos de desertificación, aunque en general no se les identifique como tal. En el caso del Mar Menor, ¿por qué considera que es un ecosistema propenso o abocado a la desertificación?
-Abocado no. Está desertificado. Existen muchas definiciones de desertificación. La Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación la define como el deterioro de un territorio en zonas áridas como consecuencia de las actividades humanas y las variaciones climáticas, como una sequía o una tromba de agua. ¿Qué pasa en el Mar Menor? Ha habido por supuesto sequías, pero también sufrió una variación climática que hizo que saliera toda esa bolsa de tóxicos, los fertilizantes y pesticidas que estaban acumulados, que eutrofizan el Mar Menor. Y eso se debe a una actividad humana, que es la agricultura intensiva. Por eso lo considero un caso de desertificación, porque ahí había una fertilidad natural que se ha perdido como consecuencia de una actividad humana.
-¿Está cuantificado el grado de desertificación en la Región de Murcia? ¿Cuál es la evolución?
-Soy investigador principal del proyecto del Atlas de la Desertificación de España, y estamos intentando poner números porque la desertificación tiene muchos problemas conceptuales. Eso ha hecho que los mapas que se han realizado hasta ahora no se consideren válidos porque tratan de sumar cosas que no se parecen, de sumar peras con manzanas. Por ejemplo, procesos de erosión con procesos de degradación de aguas subterráneas. Estamos tratando de evaluar esto desde un punto de vista distinto, y va a costar tiempo hacerlo, aunque están claras las tendencia. El declive, tanto cuantitativo como cualitativo, de muchas masas de agua subterráneas en la Región de Murcia es más que evidente. Pero no hay una cifra exacta de desertificación, ni para Murcia ni para ninguna zona en el mundo. Los mapas del atlas mundial que se publicaron en 2018 quedaron invalidados. La aridez ha aumentado mucho en la Región de Murcia. El nuevo estudio de Gabriel del Barrio y María E. Sanjuán, de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, dice que hay 2.983 kilómetros cuadrados áridos y 8.324 semiáridos. (Suman el territorio regional). Es decir, que por el lado climático cada vez es más vulnerable a la desertificación, porque hay menos agua disponible. Se ha perdido lo poco que había de subhúmedo seco y parte del semiárido se ha convertido en árido. Si llueve menos o se evapora más, el índice baja.
-¿Señala que la imagen general, el cliché que se tiene de la desertificación asociada al desierto, a zonas sin vegetación ni agua, no es el correcto?
-Si esa falta de vegetación se debe a una mala intervención humana, que a lo mejor ha causado un desarrollo económico necesario, pero que ha tenido como consecuencia efectos colaterales como la pérdida de vegetación, o procesos de erosión que han hecho que haya menos suelo, entonces es desertificación. Lo que no es desertificación es el avance del desierto. Otro cliché que tenemos en el Mediterráneo es que siempre se ha asociado territorio con erosión. En este libro he querido dar un matiz muy centrado en el agua, ya que el deterioro de los recursos hídricos también es desertificación. La degradación del territorio incluye el suelo, el agua y la biodiversidad. Es todo lo que hay en un territorio. Lo quise matizar mucho en este libro, porque en España el tema de los recursos hídricos es muy importante.
-¿Existe una paradoja en torno al regadío? Por un lado están quienes defienden que con el arbolado de regadío se frena el avance del desierto y por otro se dice que los regadíos contribuyen a deteriorar el suelo. ¿Se contradicen? ¿Hay un término medio?
-Bueno, con el regadío hay varias paradojas. Si uno considera que la desertificación es el avance del desierto, pues se plantean soluciones equivocadas, como he comentado antes. No es poner un muro para que no avance el desierto, cuando no hay desierto. No vamos a ponernos en el extremo y decir que no hay que poner nada de regadío, eso tampoco. Pero si pones demasiado regadío, o si realizas actividades de restauración forestal, que ahora están muy de moda, lo que puedes hacer es crear un problema o agravar el que existe, porque extraes demasiado agua, y hay zonas que quizás no están acostumbradas a tanta masa arbórea. En sentido figurativo, para mí el regadío sí es una barrera contra la desertificación, en el sentido de que genera desarrollo y empleo, pero si nos pasamos de frenada puedes acabar cayendo en todo lo contrario.
-¿Dónde estaría el equilibrio?
-Hay que hacer un balance de los recursos hídricos y del agua que se va a gastar. Y no estar siempre contemplando que si se nos acaba el agua, nos traerán de fuera más agua, porque eso no puede ser así. Depende de para qué sea el agua. Sobre todo, hay que tener en cuenta que el agua es finita, y cuanto más dependas de fuera, más vulnerable es el territorio. Mejorar la eficiencia del regadío es parte de la solución, pero no es una solución. Un economista inglés dijo hace siglo y medio que a medida que aumenta la eficiencia de un recurso, crece el uso de ese recurso. O sea, no se gasta menos, se gasta más. Porque el agua que se ahorra en una parcela, se utiliza para poner otra parcela al lado. A medida que aumenta la eficiencia del riego, cada vez hay más regadíos. Todo es muy eficiente, pero se gasta más en definitiva.
-¿A su juicio, qué habría que corregir del modelo de regadío?
-Varias cosas, porque no es solo una cuestión de medio ambiente, sino que toca a la economía. Este modelo que impera ahora mismo, que consiste en ser muy eficiente y en implementar una economía de escala para ser más productivo, lo que va haciendo en realidad es excluir a la gente con menos recursos financieros. Las grandes empresas son las que se van estableciendo, acaparando todo el territorio y los recursos. Esto no solo ocurre en España y en Murcia, sino en más sitios. Es una agricultura que genera mucha riqueza, pero para unos pocos. Cada vez hay que estar más tecnificado para aprovechar más los recursos y, al final, esas grandes inversiones solo las pueden acometer gente con mucho músculo financiero. Los pequeños agricultores van quedando en la práctica como unos asalariados. Es un tipo de agricultura muy insostenible desde muchos puntos de vista.
-Con lo que expone, ¿destacaría algo positivo del regadío para afrontar la desertificación?
-Bueno, hay que reconocer que el regadío ha traído mucha riqueza, ha aumentado el nivel de vida y ha puesto en el primer plano a estas regiones. Entonces, yo creo que el regadío es bueno. Además, es necesario porque sin riego es imposible, con lo cual, no todo son cosas malas en el regadío. Creo que debe modularse y adaptarse más a las capacidades de este territorio. No vamos a decir que, como aquí no llueve prácticamente nada, pues solo hay que poner secano. Podemos sacar más, y se ha visto que se ha hecho muy bien en algunos sentidos, pero para mí el mensaje que hay que dar es que tratar mal el medio ambiente no es una cuestión simplemente ecológica o de naturaleza, sino que repercute en el tejido social y económico. Digamos que todo lo bueno que nos ha traído el regadío vamos a intentar mantenerlo lo más definido, que sería el desarrollo sostenible. Hemos crecido bastante, hemos mejorado nuestras condiciones de vida, vamos a intentar parar aquí, mantenernos en un nivel que sea sostenible.
-¿Qué oportunidades, qué líneas de trabajo ofrece la agricultura regenerativa, encaminada a proteger y mantener el suelo?
-Es una parte importante de cara al medio ambiente. La cuestión es que esta agricultura no puede dar tanto como la intensiva. Y la otra pregunta es: ¿realmente necesitamos producir tanto? Ahora mismo estamos en una espiral donde hay que estar produciendo mucho; y si todo esto se normalizase, a lo mejor no tendríamos que producir tanta cantidad. Desde luego, la humanidad no necesita tanto, porque un tercio de lo que producimos va a la basura, se pierde. Hay otras cosas que se cultivan para producir prendas de algodón, ya que existe un consumo compulsivo; o para algún tipo de forraje. Es decir, igual no hay que producir tanto. Si esta agricultura regenerativa ayuda a mantener el suelo en condiciones y a retener más agua, yo le veo futuro. De momento es una cosa minoritaria, y tampoco creo que pueda sustituir completamente al regadío. Opino que tiene que haber regadío que zonas áridas porque es la manera que tenemos de producir en muy poco territorio mucha cantidad. Y eso también está bien. Esa es una ventaja. Eso es otra cosa buena en el regadío, ya que para producir lo mismo sin regadío necesitábamos mucho más territorio, que también producía degradación. Al final, el regadío sirve porque tú concentras la degradación en unos pocos sitios.
-¿Es partidario del cierre de acuíferos sobreexplotados en el año 2027? ¿Cómo abordarlo?
-Sí. En la medida de lo posible habría que recuperar esas zonas que hemos degradado. Pero claro, hay que buscar una alternativa. La alternativa ahora mismo pasa por la desalación, que sirve sobre todo para zonas cercanas a la costa, y por utilizar aguas residuales regeneradas para riego. Eso exige ver cuánto se puede desalar y regenerar realmente. También hay que tener en cuenta que eso tiene un coste energético alto.
-Como apunta en su estudio, ¿todo esto conduce a que producir alimentos será cada vez más caro? Al menos en España y Europa, respecto al norte de África.
-Sí, pero en el norte de África están siguiendo lo que ha ocurrido aquí hace años, por ejemplo en el proceso de deterioro de sus acuíferos. Allí no hay ninguna medida legislativa para controlar el medio ambiente, y van quemando acuíferos. Aquí cada vez nos sale más caro producir, no solamente por el deterioro del medio ambiente, sino porque los derechos sociales son mejores. No es lo mismo pagar un sueldo aquí que en el norte de África. Es posible que ahora seamos más débiles compitiendo, pero claro, también la Unión Europea controla o debe controlar lo que entra de esos países. Por otra parte, una de las políticas que se plantean es que, para que no haya tanta inmigración en España, que tengan trabajo en su lugar de origen produciendo frutas y hortalizas, con lo cual nos inundan el mercado y acabamos con la agricultura en Europa. O sea, para la desertificación no existe una solución sencilla. Hay una casuística compleja que va más allá del medio ambiente. Existen también cuestiones geopolíticas y es difícil dar una receta única. Hay que ser conscientes de todas las interacciones que existen a la hora de implementar una solución o un conjunto de soluciones.
-A modo de conclusión, ¿es catastrofista de cara al futuro o hay margen para actuar ?
-Hombre, la verdad es que las cosas se ven un poco negras. Algunas dependen de nosotros, como la agricultura regenerativa y el uso de la tecnología en combinación con otras medidas, además de la ordenación del territorio. Pero hay otra parte que ya no controlamos, como el cambio climático, con nuevas sequías y eventos meteorológicos extremos. Ahí no sabemos cómo nos van a venir dadas. Yo soy un poco optimista. Aunque hay cambios que van muy despacio, pasado cierto umbral de repente se disparan. Cada vez hay más conciencia de que esto del medio ambiente no es simplemente algo icónico de mantener algunas especies, sino que afecta realmente a nuestro medio de vida, a estar en el planeta. No podemos ser simplemente espectadores. Hay mucha conciencia en algunos sectores, y cuando un 20% de la población hace algo concreto, se dispara el cambio. Es ahora cuando hay que hacer esos cambios. Muchas cosas nos van acorralando; ya no es un único problema, sino muchos.
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