Como ministro de Agricultura en el mandato de Adolfo Suárez, el catedrático Jaime Lamo de Espinosa (Madrid, 1941) vivió la llegada de las primeras aguas ... del Trasvase al Levante, una infraestructura hidráulica que considera imprescindible y que anima a defenderla por parte de los gobiernos de turno. Economista e ingeniero agrónomo, es miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, y cuenta con una larga trayectoria pública, universitaria y empresarial. También participó en las negociaciones para el ingreso de España en la UE y tuvo un papel destacado en los trabajos de la FAO. El agua, la política agraria y la alimentación están en el foco de su trayectoria. Sostiene que la UE debe trabajar en una PAC que proporcione más alimentos para su población. Crítico con algunas estrategias de Bruselas, considera que «cuanto más duro e impredecible pueda llegar a ser el cambio climático, más necesidad existe de un Pacto Nacional del Agua».
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–Usted fue ministro de Agricultura en el gabinete de Adolfo Suárez entre los años 1978 y 1981, coincidiendo con la llegada de las primeras aguas del Trasvase Tajo-Segura. ¿Qué futuro cree que le aguarda a esta infraestructura?
–Es una infraestructura espectacular y sorprendente que nace en la II República con Manuel Lorenzo Pardo y se inaugura por Joaquín Garrigues (UCD) ya en la Transición. Demuestra la fuerza que tiene una idea cuando es asumida por distintos regímenes políticos y que persevera en el fin propuesto. El propio Azorín llamó a Manuel Lorenzo Pardo 'taumaturgo de las aguas' y tenía razón. Es una obra que demuestra la fuerza y la razón que tenía Joaquín Costa cuando defendía su política hidráulica. Los gobiernos deben defenderla y mantenerla sin duda alguna.
–El Trasvase nació sin consenso territorial. Ahora se enfrenta a un recorte progresivo debido al aumento de los caudales ecológicos en el Tajo. ¿Cree que esa falta de consenso ha ido minando el acueducto?
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–España debe ser consciente de que sus aguas son de la nación, no de ningún territorio concreto. La política hidráulica que nace con Joaquín Costa y que defiende con todo ardor obedece siempre a un principio unificador, no disgregador. Pero, desgraciadamente, la territorialidad en la discusión sobre las aguas autonómicas es más dura e irracional que la que se da entre España y Portugal. Porque esa polémica a la que alude se basa en la creencia de que la propiedad de las aguas es territorial, autonómica, lo que es falso y contrario a la ley de Aguas. El agua es un bien de dominio público aunque la gestión puede ser territorial en ciertos casos. Los recortes que ahora le afectan debido a la figura de los nuevos caudales ecológicos, por cierto muy discutidos incluso jurídicamente, deben ser bien estudiados técnicamente, revisados y no poner en peligro los caudales a trasvasar y la llegada del agua a su punto de destino. En caso contrario, acabaremos reduciendo los caudales para riego en España y regalándole a Portugal cifras muy superiores a las del Tratado de Albufeira. Sería incomprensible que se reduzca agua a los regantes y que se regale a Portugal más caudal de lo acordado.
–Están los efectos del cambio climático y la reducción de aportaciones en la cabecera del Tajo. Existen elementos que no favorecen la supervivencia de este trasvase.
–Sí, pero hoy tenemos algo más de agua embalsada que hace un año y está creciendo por las últimas lluvias. Hace diez años el agua embalsada en estas fechas era el 48% y nos permitía llevar a cabo otros trasvases sin ningún tipo de problema. Y hoy, el Tajo dispone de un 46% de capacidad embalsada cuando hace diez años era de del 44%, y en igual semana de 2022, del 35%. Son cifras algo mejores. El cambio climático está modificando periodos, regularidades y volúmenes, pero frente a ello hay que luchar con mayores captaciones de agua en los periodos en que se producen las precipitaciones y otras acciones. En todo caso, la solución no es nunca menos presas, sino más, aunque sean de menor volumen y dimensión.
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–¿Qué opinión tiene sobre los efectos del cambio climático?
–Es un tema tan crucial, discutible en muchos puntos –desde un enfoque antropogénico o sobre la base en los Ciclos de Milankovitch en torno al clima, o ambos a la vez– y tan importante que el propio papa Francisco acaba de lanzar una nueva exhortación, la sexta ya, sobre el tema. Las sequías son un grave problema frente al hambre. Y la pluviometría es diferente pero no tanto en su cuantía como en su regularidad. Por eso hay que actuar en todos los niveles para no desaprovechar una sola gota de agua.
–¿Cómo habría que actuar a su juicio, con qué medidas?
–Hay que invertir fuertemente en política hidráulica. Hay quienes proponen destinar 40.000 millones de euros. Y esto no se está haciendo en la última década. Hay que invertir en depuración de aguas residuales (estamos sancionados por la UE); y en mayores eficiencias en el riego, lo que ya están haciendo los propios regantes, que debían ser auxiliados. Hay que invertir asimismo en canales de interconexión de cuencas para aprovechar aquellos que se encuentran en mejor situación en cada momento, lo cual ya defendió José Borrell desde el Ministerio de Fomento. También en plantas desalinizadoras, básicamente para aguas destinadas a usos urbanos, turísticos e industriales, porque para usos agrarios la energía necesaria para desalinizar no puede ser la tradicional por su alto coste. Probablemente hay que recurrir al aprovechamiento de energías renovables, sobre todo la fotovoltaica. En muchos lugares ya se construyen balsas y canales cubiertos con fotovoltaicas.
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–Usted sostiene que la agricultura española será de riego o no será. Los regadíos son los principales consumidores de unos recursos hídricos cada vez más escasos. Unos abogan por reducir los regadíos y otros por aumentarlos. ¿Cuál es su posición?
–Mi posición es muy clara y lo expresa la frase indicada. Nos hemos convertido en una potencia agraria durante los últimos 40 años gracias a los regadíos privados. Hemos pasado a tener una balanza comercial agraria positiva, inimaginable cuando empezó la Transición. Somos los mayores exportadores de frutas y hortalizas de Europa, y concretamente, la región que se beneficia del Trasvase, la 'Huerta de Europa', debe seguir desempeñando ese papel y debe seguir siendo protegida. Nos jugamos ahí miles de hectáreas, miles de jornales y trabajadores agrícolas, miles de agricultores y una buena parte del PIB agrario. Ningún país que disfrutara de esa situación pondría en peligro la fuente de esas rentas y de ese trabajo.
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–La política de la UE es cada vez más restrictiva con los regadíos: el Pacto Verde, la estrategia de la Granja a la Mesa, la producción ecológica, la ley de Bienestar Animal, etc. Sostiene Bruselas que hay que reducir el uso de fertilizantes y de nitratos y la contaminación del suelo. ¿Está de acuerdo con esa política?
–Sí, así es. Todas esas políticas tienen elementos antirriego y antiproducción. No son agraristas. Por eso estoy parcialmente en desacuerdo con algunas de las medidas que propone el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de París. Si el porcentaje de aportación a los gases de efecto invernadero es el 12-14%, cuatro por la parte vegetal y el resto por la parte animal, no existen razones suficientes para reducir fertilizantes o riegos o ir solo a producciones ecológicas, dado su escasa incidencia, anteponiendo esos principios y sus consecuencias a los de la lucha contra el hambre. El hambre cero es el objetivo esencial de los ODS, y debe ser prioritario. No olvidemos que hoy mueren cada año 12 millones de personas y que el porcentaje de personas hambrientas, según FAO, ha crecido casi un 33 % desde la pandemia. Acabar con el hambre debe ser un objetivo absolutamente prioritario. La alimentación es un derecho de los pueblos. Por eso creo que hoy hay que pensar que 'un mundo sin hambre será de riego o no será'. Y de ahí toda la política de ríos artificiales que se ha generado en el mundo.
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–La soberanía y seguridad alimentaria es un debate que está sobre la mesa; avivado por los conflictos internacionales, como la guerra en Ucrania. ¿Va Europa en la línea correcta para autoabastecerse y garantizarse los alimentos que necesita? ¿Qué medidas habría que implementar?
–La soberanía alimentaria es un principio básico de Naciones Unidas que se instrumentó a través de FAO, sobre todo por el programa mundial de alimentos aprobado, cuando yo presidí en 1979 la conferencia general de FAO. Desde esa perspectiva hay que ver que Ucrania fue siempre el granero de Europa. Por eso hablamos de una 'guerra del hambre'. Ya lo citaba así Joaquín Costa, que proponía como solución la transformación de España en regadío. Lo mismo que había pedido Jovellanos un siglo antes. Europa debe trabajar en una PAC que le proporcione más y más alimentos para su población y más capacidad resolver los problemas de hambre del resto del mundo, no solo los propios. Y si no lo hace así se equivocará. Lo malo es que estamos viviendo bajo los principios de un ecologismo a veces extremo en ciertos puntos que nos puede conducir a situaciones muy negativas en materia de seguridad alimentaria.
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–¿Terminaremos dependiendo al final de las producciones de alimentos de terceros países?
–No debería ser así, y debería trabajarse de tal modo que los hechos no nos conduzcan en esa dirección. Más bien debería ser la contraria. Pero observe usted que todos los países del mundo con problemas alimentarios están desarrollando grandes proyectos hidráulicos para transformar cientos de miles hectáreas y producir alimentos. El lema de la FAO de este año lo ha dejado claro: 'El agua es la vida, la vida es el alimento'. Y a él sirven. Es el caso de Afganistán con su nuevo río de 285 kilómetros; también del nuevo río del Nilo de 114 kilómetros, en su zona suroeste consecuencia de la famosa gran presa del Renacimiento en Etiopía en el nacimiento del Nilo; de Arabia Saudí, con sus desaladoras de agua aprovechando el bajo coste de su petróleo; de las desviaciones en China desde las tres gargantas, etc. El agua es causa de guerras, de conflictos, pero resuelve el hambre. Ya dijo el presidente Kennedy que quien resuelva el problema de las aguas merece dos premios Nobel, el de la Ciencia y el de la Paz.
–¿Peligra el liderazgo español, y en concreto de la Región de Murcia, en la producción y exportación de frutas y hortalizas?
–No peligra si políticamente no se pone en peligro. Quiero decir, si no hay decisiones políticas perjudiciales. Si la política hidráulica va en la dirección adecuada, se abastece el canal de modo regular, no se le ponen ni se le buscan limitaciones más o menos artificiales... habrá agua suficiente para que la 'Huerta de Europa' siga siéndolo mucho tiempo y por consiguiente la mayor exportadora. Tenemos el clima, las tierras y los profesionales. Nos falta el agua pero podemos llevarla. Cualquier Gobierno de la nación debe luchar y trabajar en esa dirección. Para eso se hizo el Trasvase imaginado hace casi un siglo. Se debe seguir en la misma dirección. De no hacerse así se causaría un daño económico, laboral y en términos de renta a ese rincón de Murcia, Alicante y Almería absolutamente imperdonable e irreversible.
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–Hay sectores que asocian la agricultura intensiva con la contaminación. Mientras, los agricultores se quejan de que han pasado de ser héroes durante la pandemia a ser criticados.
– Son muchos los prestigiosos catedráticos y científicos de la Región, de diversas universidades como la Politécnica de Cartagena, Alicante y Orihuela, que han trabajado científicamente con muy alto nivel sobre esa materia. Hagámosles caso, escuchémosles. En consecuencia, los agricultores deben seguir siendo considerados como héroes, como cuando la pandemia, en lugar de criticarlos. Búsquese la culpabilidad en otra dirección.
–¿Qué hacer para potenciar el sector agroalimentario como sector estratégico nacional?
–Seguir trabajando como se viene haciendo desde hace décadas. Y cambiar ciertas nuevas orientaciones de la PAC que no le favorecen. Somos grandes productores y exportadores hortofrutícolas y ganaderos; nos hemos convertido en el primer productor y exportador de porcino de Europa, cosa inimaginable hace medio siglo; y dominamos las técnicas agronómicas, con una capacidad científica fuera de lo común. Todo eso debe potenciarse para que el sector siga siendo estratégico en la economía nacional.
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–¿Cree que los partidos políticos prestan suficiente atención al grave problema de la sequía y la falta de recursos hídricos? ¿Cuál es su visión como miembro de Reales Academias, como la de Agricultura de Francia?
–Mi visión como catedrático, ya demasiado vivido en universidades y academias nacionales y extranjeras, es que los partidos deberían buscar la unidad y no la división en muchos temas, como indicó hace unos días muy acertadamente el rey Felipe VI en su discurso de Oviedo. Y como hicimos en la Transición. Y uno de esos temas, de modo muy singular, es el Pacto Nacional del Agua.
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–Desde hace años se apela a ese pacto que nunca llega, y parece que tampoco existe voluntad debido a los conflictos territoriales que genera.
–Ya le he comentado mi opinión respecto a la cuestión territorial como a la necesidad del pacto. Cuanto más duro e impredecible pueda llegar a ser el cambio climático más necesidad existe de un gran pacto nacional del agua.
–Se va imponiendo la desalación y regeneración para aumentar los recursos hídricos. La Región de Murcia es pionera en ambos sistemas. Es donde más agua se desala. ¿Lo considera una alternativa al Trasvase?
–Si, pero solo parcialmente. Sin duda para el urbanismo, turismo e industria. Con cautelas en lo agrario. Lo prioritario es mantener el sistema energético actual y subsidiariamente buscar otra fuente, como la fotovoltaica, que permita una desalación cuyo coste energético pueda ser asumido por la agricultura. Por ello, es necesario un mecanismo de subvención, de ayuda, u otra fuente energética más altamente eficaz o de menor coste. Hay países que cubren sus canales con placas solares. Es un ejemplo a seguir.
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