En la noche del 17 de febrero, cuando el sistema SOS de un Audi A-1 rojo lanzó una alerta desde el fondo de un acantilado de Punta Prima, en la costa de Orihuela, arrancó un misterio que veinte días después acumula más incógnitas que ... certezas y que amenaza con enquistarse y desembocar en el peor de los desenlaces posibles: que nunca llegue a saberse qué fue de José Luis Galiana Blanc, un conocido asesor fiscal de Murcia, de 49 años de edad, casado y con dos hijos, prototipo en apariencia del éxito profesional y con una vida familiar y social estable y hasta envidiable.
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Las investigaciones que desde los primeros momentos de la desaparición impulsa la Policía Judicial de la Guardia Civil de Pilar de la Horadada, un municipio en el que miles de murcianos tienen sus casas de veraneo, avanzan con lentitud, sin pistas determinantes que permitan inclinar definitivamente las hipótesis hacia uno u otro lado. «Todas las vías siguen estando abiertas», es la única frase que ofrecen los portavoces de la Benemérita a los periodistas que se interesan por la marcha de las pesquisas, aunque no sea más que una coletilla para salir del paso.
Y es que, con ser cierto que ninguna posibilidad está desechada aún por completo, algunas opciones han perdido vigor y se consideran prácticamente descartadas mientras otras aumentan su peso a medida que aparecen nuevos datos.
Una de las pruebas más valiosas halladas por los agentes del instituto armado en estos veinte días de intensas gestiones y toma de declaraciones a familiares, amigos, socios y colaboradores profesionales, radica en unas imágenes de vídeo tomadas en la zona del acantilado que han logrado recuperar. En ellas, procedentes de cámaras de seguridad de viviendas cercanas, se aprecia cómo José Luis Galiana permanece por la zona durante casi dos horas, hasta que finalmente se aproxima en el Audi A-1 hasta el borde del barranco y, tras analizar cuál es el lugar más propicio para sus fines, deja caer en coche –aparentemente, en punto muerto– y después se marcha caminando. Nadie le acompaña ni nadie más aparece en las imágenes.
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El hallazgo de este material, cuya existencia ha confirmado LA VERDAD de fuentes contrastadas, ha llevado a los investigadores casi a descartar la posibilidad de un secuestro o de un posible acto violento por parte de terceras personas. Y ha desechado la hipótesis, manejada durante los primeros días, aunque con escasa convicción, de que José Luis se pudiera eestar en el interior del vehículo cuando este se precipitó por el acantilado y quedó volcado sobre su techo, en un lecho de rocas, al borde del mar.
De haber ido al volante, solo habría podido explicarse su desaparición suponiendo que el cuerpo había caído al agua y lo habían arrastrado las corrientes. Pero no había restos de sangre en el habitáculo, el mar estaba esos días en absoluta calma y los buceadores de la Guardia Civil nada encontraron que hiciera suponer tal desenlace.
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De esta manera, prácticamente desechados el accidente y de la intervención violenta de otras personas, las gestiones policiales se inclinan hacia una posible desaparición voluntaria. Una vía que, a su vez, se subdivide en otras dos: que haya tratado de marcharse sin dejar rastro e iniciar una nueva vida o, la más dura, que hubiera decidido quitarse la vida.
Las fuentes citadas señalan que en contra de esta última hipótesis juega el hecho de haber lanzado el coche al mar, pues no parece tener sentido eso de destrozar un vehículo nuevo de la familia para luego marcharse a otro sitio para suicidarse. La única explicación aparente para arrojar el Audi por un acantilado –añaden– sería la de tratar de fingir su muerte y que el cuerpo se hubiera perdido en el mar, bien para evitar que se le buscara o para tratar de hacer viable el cobro de algún seguro de vida por la familia, que es algo sobre lo que también han estado indagando los investigadores.
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En esta tesitura, la desaparición voluntaria aparece, en este momento, como la posibilidad a la que la Guardia Civil confiere mayor viabilidad. Y algunos datos apuntan en ese sentido, como el hecho de que unos días antes de que esfumarse diera de alta otro número de teléfono móvil, así como la existencia de deudas con socios y amigos, e incluso con la Hacienda Pública y la Seguridad Social, que sumarían varias decenas de miles de euros.
Pero, con todo, si algo ha puesto especialmente en guardia a los policías judiciales es la denuncia que un socio de José Luis Galiana presentó hace días, ante la Policía Nacional de Murcia, en la que se hacía constar que una cuenta bancaria en la que el experto contable gestionaba los fondos de un concurso de acreedores, y que en apariencia debía contener unos fondos superiores a los 600.000 euros, estaba totalmente a cero.
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Lo único que no cuadra y que, más todavía, resulta incomprensible para cualquiera de quienes lo conocen, es pensar que haya podido renunciar a estar con su mujer y con sus dos hijos, por quienes siente auténtica pasión. Y es que, frente a algo así, no hay hipótesis policial que no se tambalee.
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