Rubén García Bastida
Murcia
Domingo, 4 de diciembre 2022, 07:46
Haga el experimento. Gire el cuello y examine el lugar en que se encuentra. Será difícil que no dé en unos pocos segundos con uno ... o varios aparatos con conexión a internet: desde el teléfono móvil al televisor; quizá una bombilla inteligente, un altavoz con asistente de voz, un termostato o uno de esos relojes de pulsera más parecidos a un ordenador que a los tradicionales ingenios mecánicos. Los objetos conectados han inundado el mercado y los hogares como una colada de lava: silenciosa e implacablemente.
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Su proliferación brinda mediciones de miles de variables en tiempo real, ofrece análisis, permite interacciones entre dispositivos y su control a distancia. Algunos, gracias a la inteligencia artificial, ya pueden tomar sus propias decisiones o adoptar automatismos con el objetivo de hacernos la vida más fácil. Es el llamado internet de las cosas, IoT por sus siglas en inglés -'Internet of Things'-, un concepto que define toda esa panoplia de sensores y aparatos cuyo número se agiganta año tras año desde que confluyeron la disponibilidad de chips de bajo coste y la llegada de las telecomunicaciones de banda ancha. «Está cambiando la sociedad en todos los aspectos», afirma Sara Nieves Matheu, una investigadora de la Facultad de Informática de la UMU que acaba de ser reconocida por el Ministerio de Ciencia y Tecnología por sus aportaciones a la evaluación de la seguridad de los dispositivos del internet de las cosas.
Su trabajo se ha centrado en el diseño de una etiqueta visual para que los ciudadanos entendamos cómo de seguros son los dispositivos que compramos, igual que hoy podemos hacerlo con el consumo eléctrico gracias a las etiquetas de eficiencia energética. «Hasta una abuela que va a por un juguete conectado para su nieto debería poder entender si es seguro», defiende.
Sara es una investigadora de la Facultad de Informática de la UMU reconocida por el Ministerio por sus aportaciones a la evaluación de la seguridad de los dispositivos del internet de las cosas a través de una etiqueta visual similar a la de la eficiencia energética. Participa en importantes proyectos Europeos como Bieco o CyberSec4Europe.
La Comisión Europea ya estudia poner en marcha un mecanismo muy similar al desarrollado por Sara Nieves, que ha colaborado aportando sus ideas al proyecto. Lo cierto es que la investigación académica y empresarial de la Región de Murcia está jugando un papel destacado en el diseño del futuro del internet de las cosas en Europa. Otra joven murciana, Aurora González Vidal, investigadora posdoctoral Margarita Salas en el Grupo de Investigación de Sistemas Inteligentes y Telemática de la Universidad de Murcia, acaba de obtener el premio de investigación que otorgan la Sociedad Científica Informática de España y la Fundación BBVA por sus contribuciones en este campo.
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Actualmente, se encuentra centrada en el desarrollo de edificios inteligentes, aunque ha realizado avances en ámbitos tan dispares como la agricultura o la predicción de la disponibilidad de aparcamientos. «Mi investigación intenta identificar y modificar o crear nuevos métodos y algoritmos para analizar datos que proceden de entornos reales y utilizarlos para extraer información, conocimiento y generar servicios inteligentes», explica. En el caso de los edificios, Aurora busca maneras más eficientes de aprovechar la energía.
En el llamado proyecto Phoenix, que lidera la UMU y financia la Comisión Europea, desarrolla modelos donde las viviendas pueden decidir cuándo encender y apagar el aire acondicionado de acuerdo al precio de la energía o al confort del usuario cruzando datos. «También realizamos predicciones de consumo energético para buscar maneras de reducirlo con recomendaciones personalizadas para cada usuario».
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Aurora es investigadora posdoctoral Margarita Salas en el Grupo de Sistemas Inteligentes y Telemática de la UMU y realiza una estancia de larga duración en el ITI-Certh de Salónica, en Grecia. Ha sido premiada por sus contribuciones al internet de las cosas, con publicaciones en revistas de alto impacto y su trabajo en centros de investigación de referencia internacional. BBVA
Conforme se han ido desarrollando y abaratando los sensores y los dispositivos inteligentes, se han multiplicado las posibilidades. «El internet de las cosas tiene aplicaciones casi ilimitadas -destaca-. Veo que la gente está empezando a interactuar de una forma muy orgánica con esos entornos inteligentes, de manera que poco a poco habrá más servicios».
Cómo no interactuar con algo que está en todas partes. El gigante tecnológico Cisco estima que en 2023 habrá más de 29.300 millones de dispositivos conectados en el mundo, de los que 350 estarán en España. Más de siete por cada ciudadano. El éxito de esta tecnología se apoya en la infinidad de ventajas que aporta a la hora de optimizar procesos y abrir nuevas vías de progreso en la sociedad. «Me imagino un futuro en el que podremos compartir el parking privado porque sabremos de forma dinámica cuándo una plaza está disponible -vaticina Aurora González-; también creo que podremos ver productos de alimentación con precios dinámicos en función de su estado y su transporte».
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Aurora González «Podremos compartir plazas de parking cuando no las usemos o comprar productos con precios dinámicos según su estado. Los usos son ilimitados»
Sara Nieves «La mayoría de los dispositivos que se comercializan tienen unos estándares de seguridad muy bajos. Es un riesgo real. Tenemos que avanzar»
Sin embargo, ese enorme despliegue del internet de las cosas no está exento de riesgos. «La mayoría de los dispositivos tienen unos estándares de seguridad muy bajos», advierte Sara Nieves. «Muchos fabricantes no le prestan mucha atención porque hacerlo supone tiempo y dinero». Recuerda que un 'hacker' puede hacerse con el control de estos pequeños artefactos de domótica y utilizarlos con fines ilícitos.
Desde activar micrófonos a abrir un cerrojo inteligente. Algunos ataques se basan en reclutar miles de pequeños dispositivos de los hogares para utilizarlos luego de forma coordinada sin que lo sepamos. «Con ello logran un superordenador cuya potencia de cálculo se puede utilizar para atacar objetivos mucho más grandes, como una central energética o un Ministerio», advierte. Y hay otro tema sensible. Los juguetes inteligentes. «Que recolectan datos y, si no están correctamente protegidos, pueden ser obtenidos por una persona que intente usarlos para convencer a otros niños de que es un niño también y hacerles salir de casa, por ejemplo», alerta. Por ello, espera que las futuras regulaciones europeas y la etiqueta contribuyan a concienciar al consumidor a la hora de equipar su casa.
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Fuera del ámbito doméstico, el internet de las cosas también lo ha revolucionado todo. Antes de volcarse en los edificios inteligentes, Aurora González realizó varios proyectos enfocados al desarrollo de la agricultura de nueva generación, uno de los ámbitos donde estos dispositivos unidos al 'big data' y la inteligencia artificial han permitido dar pasos de gigante en la optimización de recursos.
José Trigueros (Odin Solutions) «Es un presente inevitable, al ciudadano le sobreviene por las administraciones, por las empresas, los electrodomésticos... Todo está interconectado»
Juan Luis Martínez (On Identity RFID) «En el sector industrial, el internet de las cosas permite ganarle tiempo al tiempo. Podemos reducir la intervención humana que es fuente de errores»
Juan Celdrán (Syscomed) «La tecnología se ha abaratado mucho, tanto en el despliegue como el mantenimiento, y eso ha hecho que estas soluciones se democraticen»
Ella se centró en el ahorro de agua, la toma de decisiones de riego o la eliminación de las malas hierbas con precisión cirujana. «Utilizamos ya no solo datos del internet de las cosas, sino que los fusionamos con imágenes satelitales para obtener los índices de verdor, por ejemplo». Aurora ya piensa en retomar esa línea de investigación «algún día» espoleada por su interés en los avances que la tecnología puede aportar. «Muchas de las cosas que hace 20 años parecían de película hoy son lo normal», destaca. Basta echar un vistazo a algunas empresas del sector en la Región para darle la razón: drones que recorren estanterías para hacer inventario, tecnología aeroespacial para cultivar lechugas, parques que se gestionan solos y árboles que se comunican con los ordenadores.
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Precisamente, el estudio del enfoque agrario que quiere retomar Aurora es el que ha convertido a la empresa Odin Solutions, nacida en el seno de la UMU, en un referente internacional en 'smart agro'. Su solución va un paso más allá. «Hay empresas IoT que sensorizan y ofrecen datos para que tomes una decisión. Hay otras que ponen sensor y mediante inteligencia artificial te proponen una decisión. Nosotros tenemos cinco modelos predictivos y vamos diciéndole al gestor de un cultivo cuáles son las decisiones más adecuadas para cada momento, y somos capaces de ir corrigiéndolas. Eso es lo que nos diferencia», explica su CEO, José Trigueros.
La compañía comenzó ofreciendo una solución que se centraba únicamente en la recogida de datos. Hoy trabajan con los dos satélites de uso gratuito Centinel y otro más, de pago, que ofrece una resolución de imagen casi militar. A eso se suman cámaras multiespectrales para conocer la humedad, los índices de vegetación o de carbonización.
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Además, esos mismos satélites les permiten contar con sistemas conectados a internet allí donde no llega ningún servicio de las grandes operadoras de telecomunicaciones.
Odin es la tercera empresa que más proyectos europeos gestiona en la Región de Murcia, con más de una treintena, y sus avances en investigación aplicada pueden verse en la monitorización de la rambla del Albujón, grandes industrias y edificios y ciudades inteligentes. Dentro de esa gestión de la 'smart city', destaca especialmente su propuesta para los jardines. «Aplicamos toda la tecnología aprendida en el mundo agrícola a un jardín. Imagina lo que supone. Usamos los mismos satélites e inteligencia artificial, y logramos ahorros de más del 30%», explica. De eso se benefician todos los parques de Murcia. Profetas en su tierra.
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Otra de las cabezas de lanza en el internet de las cosas regional es la empresa On Identity RFID, que trabaja a nivel internacional con la automatización de fábricas y almacenes basados en los sistemas RFID, unas pequeñas etiquetas que permiten identificar cualquier artículo a distancia. Algo así como un código de barras que no necesitas ver para leer. Con ellas son capaces de realizar el inventario de una nave con una sola pasada de dron que identifica todos los productos, los que están a la vista y los que no.
Se han especializado en el sector del tapizado y el descanso, con clientes en Italia, Francia, Irlanda o Portugal. En la Región, se encuentran detrás de la modernización de la yeclana Fama Sofás, referente internacional en la aplicación de esta tecnología en un sistema que lo integra todo. Desde que el comprador diseña un sofá a medida en su web a través de un configurador 3D, hasta que se fabrica y se entrega, todo está automatizado. «Nos permite ganarle tiempo al tiempo. Reducimos la intervención humana, que es fuente de errores y de retrasos», explica Juan Luis Martínez, CEO de On Identity RFID. El sistema sabe qué tela, en qué momento pasa el sofá de una etapa a la otra, a quién repartir cada tarea y cuándo está listo.
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La caída de precio del despliegue de estas tecnologías y su mantenimiento la ha «democratizado». Juan Celdrán, CEO de otra de las referencias regionales, Syscomed, especializada en gestión de comunidades de riego y depuradoras, ha visto avances «enormes»: «Un proyecto que en 2008 costó 2,5 millones de euros hoy podríamos hacerlo por 300.000», revela.
Syscomed también ha llevado a cabo actuaciones en otros campos. Cuando en 2017 una gran rama del ficus de la plaza Santo Domingo de Murcia se desprendió poniendo en riesgo a los viandantes, la empresa se encargó de convertir estos árboles en organismos conectados. Los llenaron de sensores y midieron durante meses la humedad relativa, la temperatura, la humedad de la hoja y del suelo, así como la variación del tamaño de las ramas. Finalmente, encontraron el patrón. «Aprendimos que los días con una amplitud térmica muy grande había que cerrar los parques, porque es cuando el árbol se ve en peligro y suelta las ramas». Así nació el protocolo de seguridad que se sigue hoy.
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Son las ventajas del internet de las cosas, que sigue teniendo dos grandes retos: la mejora del uso de la ingente cantidad de datos que se recopilan y el refuerzo de la seguridad. «Es un presente inevitable -sostiene Trigueros-. Al ciudadano le sobreviene por las administraciones, por las empresas, por los electrodomésticos...».
De momento, por si acaso, Sara Nieves prefiere mantener su casa a la vieja usanza. «Hay un chiste que suele contarse. Se dice que en casa de un informático que entiende un poco de esto, todo lo que hay es mecánico: la cerradura mecánica, la televisión sin conexión... Y con una escopeta preparada por si la impresora hace un ruido raro», dice riéndose.
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