La verdad
Murcia
Martes, 8 de enero 2019
Hace dos meses, la marcha de las cuatro últimas monjas clarisas que habitaban el Monasterio de la Santa Faz en Alicante dejó sin vigilancia religiosa la más preciada reliquia de esa ciudad: un paño de lino con manchas de sangre que representaban una cara, en apariencia, la de Jesucristo, y que años más tarde fueron remarcadas con pintura roja. La decisión fue adoptada por la Diócesis alicantina en cumplimiento de una nueva disposición del Vaticano, que obliga a cerrar los conventos con menos de cinco religiosas, lo cual ha dejado de ser algo inisual por culpa de la crisis de vocaciones que se arrastra desde hace años.
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El dolor de estas monjas por su traslado forzoso a Cieza, que las privaba de cumplir con la misión que su congregación llevaba desempeñando desde 500 años antes, no evitó que la drástica medida se adoptara y acabara dando origen a una polémica política, con la apertura incluso de una comisión en el Ayuntamiento de Alicante.
Desde este martes, sin embargo, la situación parece solventada, merced a la llegada de una decena de monjas Clarisas, procedentes del convento de la Verónica de Murcia, que han recuperado con entusiasmo la antigua tarea de custodiar la reliquia con el apoyo de su propia orden, del Cabildo de la Concatedral y del propio Consistorio alicantino, como lo demuestra el hecho de que el alcalde, el popular Luis Barcala, estuviera ayer presente en la recepción del grupo de religiosas murcianas. Tal y como publicó el diario Información, la madre federal de la orden, sor Luisa María, dejó constancia de que estas diez monjas proceden del convento de la Verónica de Murcia, cuya comunidad está constituida por trece religiosas. Desde este momento, tendrán que repartirse entre sus nuevas obligaciones en el Monasterio de la Santa Faz y las que venían desempeñando en el inmueble de Murcia. Esta situación provisional, que obligará a las monjas a irse turnando, se extenderá mientras se define un grupo estable, que será de unas «ocho o nueve hermanas», según indicó la madre federal. Esta religiosa ofreció además la seguridad de que la reliquia estará custodiada de forma ininterrumpida.
Las monjas destinadas a esta nueva misión en Alicante tienen edades comprendidas entre los 21 y los 70 años; cuatro llevan el hábito de las Clarisas, dos son novicias y tres postulantes, entre las cuales figura una alicantina.
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