Si mañana no se presentaran en sus puestos de trabajo, el caos se apoderaría de hospitales, ayuntamientos, servicios públicos... Son funcionarios interinos, eventuales, temporales, pero solo sobre el papel. La realidad es que su trabajo es fundamental en el engranaje de servicios básicos como la sanidad y la educación, y las plazas que ocupan, estructurales.
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La tasa de interinos de la Administración local y regional supera aún el 20% de la plantilla, un porcentaje inadmisible para Europa que las recientes ofertas de empleo público pretenden rebajar hasta el 8%. Siempre pendientes de la renovación de su contrato, de la nueva bolsa de vacantes, de la convocatoria de plazas, los temporeros de la Administración ocupan en realidad plazas estructurales que ayuntamientos y consejerías se resisten a convocar, y no cubren bajas por enfermedad ni contingencias imprevistas. Inmersos en la incertidumbre y la inestabilidad permanentes, los más de 800.000 funcionarios interinos, eventuales y temporales en todo el país, casi 17.500 en la Región, esperan ahora que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) obligue a España a hacerlos fijos después de años encadenando contratos temporales en sus puestos de trabajo.
La demanda presentada por funcionarios interinos y temporales podría abrir así un gran proceso que obligaría a las Administraciones españolas a hacer indefinidos a la mayoría de los interinos que lo reclamaran ante los tribunales. El abogado Javier Arauz ha recopilado cerca de 5.000 demandas (al menos medio millar de la Región). Arauz defiende que la temporalidad continuada en la Función Pública contradice la directiva europea relativa al trabajo temporal, que establece dos principios: la no discriminación en ninguna condición de trabajo entre el personal fijo y el temporal, y la prohibición del abuso en la contratación temporal sucesiva.
Entre la desconfianza de otras centrales, el Sindicato de Empleados Públicos (Sime) abandera en la Región esas demandas, «más de 500 ya en toda la Comunidad. Es una posibilidad real, ya que la gran mayoría de los interinos, eventuales y temporales murcianos acumulan más de dos años de trabajo en un puesto similar. En cualquier empresa, el empleado que rebasa ese plazo se convierte en fijo», reclama Manuel Martínez, portavoz en el Ayuntamiento de Murcia. En el Consistorio de la capital, calcula Pedro Manzano, delegado de Administración Local de Comisiones Obreras, los 'falsos' funcionarios pasan del medio millar, sobre una plantilla total de 2.700. Los 45 ayuntamientos de la Región albergan en sus plantillas otro 20% holgado de interinos e indefinidos no fijos.
Colegios, institutos, hospitales y centros de salud camuflan en sus cuadrantes otra tasa destacada de interinos: hasta el 25% en el Servicio Murciano de Salud, y cerca del 10% entre los docentes no universitarios. Las últimas oposiciones y ofertas públicas de empleo han marcado el inicio del descenso de la elevada tasa de temporalidad, pero siguen siendo centenares los profesores interinos sin plaza que en unas semanas empezarán a vivir pendientes de las publicaciones de las listas de vacantes. Cubren puestos de plantilla, estructurales, y aunque realizan el mismo trabajo que sus compañeros funcionarios, sus derechos están muy limitados. Sus retribuciones, como las de unos 6.300 médicos, enfermeros y personal no sanitario sin plaza fija que trabajan para el Servicio Murciano de Salud, son, después de décadas de lucha sindical, prácticamente iguales a las de los funcionarios. «El único complemento que no cobran es el de la carrera profesional, pero lo más grave es la inseguridad permanente. Hoy tienen trabajo, mañana ya veremos», denuncia Luis Esparza, secretario de Acción Sindical del Sindicato de Enfermería (Satse). Un año en Yecla, otro en El Algar y seis meses en Fuente Álamo, han impedido hasta hoy a la maestra Luisa plantear los cimientos de su vida. El próximo curso podrá hacerlo (casi con toda seguridad tendrá plaza), y dejará de engordar la bolsa de trabajadores interinos que permite a la Administración maniobrar en tiempos de crisis (con recortes y despidos) o adaptar las plantillas a los cambios legislativos y de currículo, que hacen fluctuar la necesidad de especialistas en unas u otras asignaturas y áreas.
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Los cálculos de la directora general de Función Pública y Calidad de los Servicios, Carmen María Zamora, dibujan un horizonte más equilibrado para los cerca de 17.500 funcionarios interinos de la Región. Hasta 2020, y contando las últimas convocatorias, «saldrán cerca de 13.000 plazas en diferentes ofertas de empleo público». Esos números permitirían acercar la tasa de interinidad a porcentajes más aceptables para Europa. «Bajaría del 20-25% hasta el 8%, una vez quedaran completados todos los procesos», defiende Zamora, convencida del mayor compromiso del funcionario con la Administración.
José Carlos Zamora y Amparo Fernández. Profesores de Educación Física
«Vivimos en una inseguridad total, sin lazos estables con el colegio, porque no hay garantías de seguir allí el curso que viene», explicaron ayer José Carlos Zamora (Cartagena, 1974) y Amparo Fernández (1978). La incertidumbre es mayor este verano, porque no aprobaron la oposición y tendrán que esperar al 28 de agosto para saber adónde van.
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No saber si va a haber trabajo dentro de unos meses es su mayor desafío. Él es interino desde hace 15 años y ella lleva 14 en esa situación. El ha repetido cinco años como profesor en el Colegio Atalaya y ella lleva tres en el Centro de Educación Especial Primitiva López. Sin embargo, se atrevieron a embarcarse en la compra de una casa y también a tener un hijo, hace siete años. Fue antes de lograr esa continuidad inestable en el trabajo. «El niño fue de casa de un abuelo a la de otro porque teníamos que estudiar para las oposiciones», apuntó. «Ser interino no puede limitar toda tu vida, al final tienes que tomar decisiones». Por Eduardo Ribelles.
Encarna Martínez. Maestra de Educación Infantil y Primaria
Tenía previsto casarse el pasado marzo después de años de convivencia con su pareja, pero la convocatoria de oposiciones paralizó sus planes de boda y su vida. «Todo lo que no sean las oposiciones queda aplazado, y ya solo hay estudio y estudio en tu vida», dice la maestra, que a los 38 años le da vueltas a la idea de tener un hijo, pero lo pospone una y otra vez hasta tener un horizonte más claro. «Si no sé si voy a trabajar en septiembre, y mucho menos dónde. ¿Cómo me voy a meter en un compromiso así?», cuestiona la interina, que en los últimos años ha tenido la fortuna de trabajar en su pueblo, Ceutí, gracias a su habilitación en Inglés.
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En las oposiciones de junio no tuvo suerte y quedó eliminada en la primera fase. «He aprobado dos oposiciones, y llevo más de diez años trabajando». Una década durante la que, como centenares de opositores, ha recorrido media región de vacante en vacante. Beniel, Los Alcázares, Mazarrón, Ceutí, El Algar... «Donde te toque. No puedes renunciar a una vacante, así que tu vida depende todos los años de las listas que se publican en verano y de las adjudicaciones de las plazas.
Francisco Navarro. Profesor interino de Dibujo
La vocación de Francisco Navarro por enseñar y acompañar a los niños en sus primeros años de escuela se topa cada curso con el muro de la inestabilidad. «No puedo desarrollar mi proyecto completo en el aula. Cuando ya me adapto y conozco a mis alumnos y ellos a mí, toca cambiar de nuevo. Me hubiera encantado ser tutor el próximo curso de los escolares que he tenido este año, pero creo que lo tengo complicado. Estamos siempre empezando de nuevo, y así es imposible desarrollar un proyecto completo», lamenta Francisco Navarro.
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En su hogar, el que ha formado en Los Alcázares con su mujer y sus dos hijos de 7 y 4 años, la inestabilidad e incertidumbre laboral lo marcan todo. No solo él es interino; también su mujer, maestra, y que ocupa vacantes de Música. «Cuando decidimos tener hijos, buscamos un municipio estratégico que estuviera cerca de los destinos que nos pueden tocar», cuenta el profesor, quien en los últimos años ha tenido que conformarse con ocupar vacantes de tiempos parciales, por lo que su salario se ha visto reducido a poco más de mil euros. «Es muy estresante, y resulta complicado salir del círculo».
Pilar Esteban. Médico especialista en Aparato Digestivo
Un expediente académico y profesional brillante sustenta firme las quejas de Pilar Esteban, que acumula trece largos años como interina en la Unidad de Digestivo de un hospital murciano. Trece años que llevan a pensar que la plaza existe, y que la demanda del profesional para cubrirla no es una contingencia eventual.
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Sin embargo, el contrato de Pilar, médico especialista en el Aparato Digestivo, ha sido siempre eventual. «He firmado de tres meses, de un año... Pero al contrario de lo que ocurre en una empresa, donde pasados 24 meses te tienen que hacer fijo, el Servicio Murciano de Salud mantiene a centenares de trabajadores en fraude de ley con contratos eventuales de falsos temporales».
Madre de tres hijos de 9, 8 y 5 años, ha vivido los últimos meses con la ansiedad de la oposición, y aunque confía en que tendrá plaza, el sacrificio personal ha sido enorme. «He aprobado el MIR con buena nota, dos oposiciones... ¿Qué más falta?», demanda la profesional, a quien la inestabilidad le impide plantearse estar un año en excedencia, como sí podría hacer cualquier compañero con plaza. «Retributivamente se ha ido compensando, pero seguimos sin cobrar la carrera profesional. Un mismo trabajo debería reportar el mismo sueldo», reclama la doctora, molesta con la «desidia» que no desbloquea la situación.
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Beatriz Barberá. Ginecóloga interina en el Hospital de Yecla
Siente sobre su empleo una espada de Damocles permanente que los recortes y las escasas ofertas de empleo público no le permiten ahuyentar. «Hoy tienes trabajo, pero el año que viene no lo sabes. Tengo un empleo, sí, pero también la sensación permanente de que lo puedo perder». La incertidumbre en la que se siente inmersa de forma permanente atenaza a Beatriz a la hora de demandar permisos de lactancia o excedencias, «siempre con la duda de si me van a renovar o no». La plaza que ocupa de forma interina la ginecóloga, que reside en el municipio valenciano de Ayora, es estructural. De hecho, sus contratos se han ido renovando de forma sucesiva desde hace más de una década, lo que evidencia que su contratación no es una necesidad puntual. «Estamos en un limbo que no nos favorece nada y nos recorta derechos», se queja la doctora, que no deja de estudiar a la espera de que convoquen algún día la plaza. Le preocupa, como a todos los interinos que llevan tiempo trabajado, el paso de los años. «No tienes la misma energía y las fuerzas que al terminar la carrera. Además, te tiras años desarrollando una especialidad muy concreta, y las pruebas abarcan más campos; no es justo para interinos como mi compañero, que con 62 años se tiene que presentar a la próxima oposición».
María José Balsalobre. Enfermera en el Hospital del Noroeste
Ha rubricado contratos de un solo día, uno tras otro, durante dos semanas; de un mes, de cinco días con baja los fines de semana... «Tengo una caja de 500 folios llena con todos los que he firmado», dice sin perder el humor María José Balsalobre, que acumula en su vida laboral veinte años como enfermera interina. En las épocas de más trajín, había mañanas que se montaba en el coche «y no sabía ni dónde me tocaba ir». Dentro de la inestabilidad, dice, «he tenido suerte; llevo diez años en el Hospital del Noroeste, en Caravaca de la Cruz, donde me he casado y he establecido mi vida».
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La inestabilidad permanente es una sensación que desasosiega a María José Balsalobre, consciente de que cualquier paso en falso podría ser un problema. Su situación no es, con todo, la peor. Balsalobre tiene compañeros que terminarán jubilándose este año y el próximo como interinos, pero ella mantiene la esperanza de sacar la plaza. «Las oposiciones son complicadas. No hay un temario concreto, y tampoco sabemos nunca cuándo se convocarán las próximas y podrás estudiarlas. Tu vida siempre está pendiente de un hilo».
Azucena Sabater. Profesora de Educación Física Interina
La organización cotidiana de Azucena Sabater, sus tres hijos y su marido salta por los aires cada verano. La publicación de la listas de vacantes y adjudicaciones -lo mismo le toca en Yecla que en Corvera- supone un terremoto anual que obliga a la familia a reordenar actividades, horarios y rutinas. «Peor sería el paro», admite la profesora de Educación Física, a quien más que los kilómetros le atemorizan la incertidumbre y los tiempos sin cobrar.
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El destino más que probable para Azucena el próximo curso pasa por el instituto de Yecla, donde trabajó el pasado año también. Sea cuál sea su horario, la profesora tendrá que salir de casa a las siete menos cuarto cada mañana, y no estará de vuelta hasta las cuatro. La 'rueda' obliga a todos los docentes que comparten coche y centro educativo a pasar más horas de las necesarias fuera de casa para encajar así el horario de todos. «No podría permitirme conducir sola todos los días hasta Yecla. Serían 200 kilómetros diarios, 400 euros al mes... y sobre todo, un riesgo en la carretera continuo». Con cuatro oposiciones a sus espaldas, tres de ellas aprobadas, Azucena está convencida de que terminará su vida laboral como funcionaria. «El sistema no es justo, pero tengo fe en mí».
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