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'Fiona' olfatea una de las zonas delimitadas para el entrenamiento de detección de cebos envenenados en El Valle, en Murcia. KIKO ASUNCIÓN / AGM
'Fiona' y 'Tralla', dos perras cazadoras de veneno

'Fiona' y 'Tralla', dos perras cazadoras de veneno

La Brigada de Delitos Ambientales cuenta con efectivos de la unidad canina especializados en detectar cebos tóxicos

Lunes, 17 de febrero 2025, 01:25

'Fiona' y 'Tralla' tienen trabajo esta jornada. Es jueves por la mañana en el Complejo Forestal de El Valle, en Murcia, y su adiestrador sale de las instalaciones con ellas. 'Tralla', una pastor belga malinois de dos años, es un vendaval de energía. 'Fiona', una pastor alemán de siete años de porte espectacular, está más relajada, pero pendiente de todo. Sobre todo de la pelota de tenis que lleva su adiestrador en una mano porque es su recompensa.

Y si esa mañana tiene suerte y marca algún cebo envenenad, jugará con ella todo el día. El día anterior recibieron una llamada alertando del posible envenenamiento de dos perros en una zona cercana al río, en Cieza, y existen indicios de que puedan estar haciendo un uso ilegal de productos tóxicos. Y para allá se dirigen los dos canes convertidos en los agentes medioambientales más efectivos de la unidad especializada en la lucha contra el veneno de la Brigada de Delitos Ambientales (Brida) de la Comunidad.

El trabajo combina el olfato y el instinto de perros especialmente adiestrados con la experiencia de agentes medioambientales, una sinergia fundamental para proteger el ecosistema y evitar el impacto de sustancias tóxicas en la cadena trófica.

Desde 2008 hasta fecha de hoy se ha realizado 172 inspecciones contra el uso ilegal de venenos en el medio natural, de ellas en 66 ha participado la unidad cinológica. Hay que tener en cuenta que ha estado activa de 2008 a 2010 y de 2023 hasta hoy. En el periodo de 2008 a 2010 se realizaron 49 y de 2023 hasta hoy 17.

El entrenamiento de los perros de la unidad canina, creada hace dos años, tras suspender su actividad en el año 2010, se asemeja al de los canes utilizados en la detección de explosivos, y en ambos casos un error puede ser letal. «Si un perro toca un cebo envenenado, su vida corre peligro», explica Víctor Reverter, encargado del adiestramiento de las dos perras. Dos veces por semana, los perros practican en distintos entornos y para minimizar riesgos, en zonas desconocidas o sospechosas, los agentes optan por usar bozales en los perros. «Siempre llevamos antídotos, agua oxigenada para inducir el vómito y carbón activo en caso de intoxicación, aunque, afortunadamente, nunca hemos tenido que usarlos», afirma Reverter.

El adiestrador Víctor Reverter, con las perras, antes del ejercicio. Kike Asunción. / AGM

El proceso de adiestramiento comienza con la asociación del olor del veneno a un cebo, que puede ser carne como pollo, chorizo, morcilla o longaniza. Se utilizan teteras metálicas para contener los cebos y evitar que los perros entren en contacto directo con la sustancia tóxica. Con el tiempo, los canes aprenden a diferenciar entre comida normal y aquella impregnada con veneno. «Los perros se juegan la vida en lo que para ellos es un juego. La búsqueda de veneno solo es parte de su entretenimiento, porque la verdadera diversión viene después, cuando lo encuentran y consiguen su recompensa: la pelota.

Este trabajo supone para ellos un gran ejercicio de contención porque luchan contra su instinto de comer la carne. Solo marcan, se tumban junto al cebo o se sientan sin tocarlo». Además, también los entrenan para detectar los llamados 'cebos mecánicos', anzuelos o agujas ocultas en la carne.

Ponzoñas prohibidas

Entre las sustancias tóxicas más frecuentes que los envenenadores emplean se encuentran los carbamatos y los rodenticidas anticoagulantes. Muchos de estos productos han sido prohibidos por la Unión Europea, pero los 'stocks' remanentes siguen siendo utilizados de manera ilegal, y se comercializan por internet.

«El carbofurano, por ejemplo, actúa sobre el sistema nervioso y provoca la muerte rápidamente. El más peligroso es el aldicarb, un plaguicida, de la familia de los carbamatos, que se utilizaba en la agricultura y que está prohibido», señala Pedro, otro agente de la Brida. Por otro lado, los rodenticidas anticoagulantes causan hemorragias internas y son especialmente problemáticos porque afectan a depredadores que se alimentan de roedores envenenados. «Nos hemos encontrado en análisis toxicológicos a búhos que han consumido ratas contaminadas y han acabado intoxicados».

El perfil del envenenador

Según los expertos en perseguir esta práctica aterradora, el envenenador es alguien que ve esta ilegalidad como algo normal, «porque su padre ha envenenado y su abuelo también lo hacía y hereda sus usos. De hecho, los métodos que suelen utilizar tienen a veces un sello personal». Además, percibe a la fauna silvestre como una amenaza para su actividad, ya sea ganadera, agrícola o cinegética.

«Algunos creen que ciertas especies silvestres, como los zorros, son alimañas que afectan a la caza, a su ganado o sus cultivos, y por eso recurren a venenos», explica Pedro. Sin embargo, estos tóxicos afectan indiscriminadamente a toda la fauna, incluidos animales domésticos y especies protegidas. «El problema es que esos productos después pasan a la cadena alimentaria, porque su objetivo no siempre se queda ahí, en la muerte de un zorro. El tóxico puede matar a carroñeros que se lo come, como un buitre, que es una especia protegida».

Equipamiento usado en los adiestramientos. Kiko Asunción / AGM

Patrullajes e investigación para evitar un delito penado con cárcel

El uso de venenos en el medio natural es un delito que lleva aparejado penas de hasta dos años de prisión e inhabilitación para practicar caza o pesca. La Brida, además de realizar patrullajes preventivos, también actúa tras recibir denuncias de ciudadanos que encuentran animales muertos o cebos sospechosos. «Los casos más comunes se detectan gracias a la presencia de veneno en especies bandera, como zorros, perros o aves carroñeras», indica uno de los agentes medioambientales. Cuando aparece un envenenamiento, se recogen muestras para su análisis toxicológico en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre, en El Valle y se abre una investigación. La recopilación de indicios y examen de patrones en la colocación de cebos son fundamentales para atrapar a los infractores. Y en esas investigaciones, la Brida es tozuda. «Hace unos años, se descubrió un cebo. Se recogió la muestra y determinamos las sustancia activa. Volvimos al mismo lugar un año después y en una inspección, encontramos los productos en un almacén y al supuesto autor», concluye.

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