EFQ
Martes, 13 de octubre 2020, 08:05
La Contraparada es un bien de interés cultural, una presa ejecutada en origen entre los siglos IX y X y modificada y restaurada en el siglo XVIII por Toribio Martínez de la Vega. Se encuentra en el cauce del Segura entre las pedanías de Javalí Nuevo y Javalí Viejo y alimenta las dos acequias mayores de la Huerta de Murcia, Aljufía y Alquibla, hasta el límite con la provincia de Alicante.
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La Junta de Hacendados de la Huerta de Murcia ha procedido a su restauración tras los daños sufridos por la DANA de septiembre de 2019, que provocó el deslizamiento de los (150) sillares de piedra hacia la base del azud quedando amontonados, enterrados y sumergidos.
Fórum San Patricio S.A. acometió estos trabajos de restauración del azud, en base al proyecto redactado por José Montoro Guillén en los momentos más complicados de la Covid-19, lo que retrasó el inicio de las obras. También hubo diversas paralizaciones de los trabajos motivados por varias crecidas del río y el consiguiente desbordamiento de la presa. Previo a la ejecución de los trabajos se hizo una limpieza intensa de la maleza que cubría una cuarta parte del azud.
Se ha efectuado un vuelo con un dron para levantar un plano taquimétrico de toda la zona afectada para determinar la ubicación original exacta de los sillares, y se procedió a la recuperación de estos, midiéndolos, clasificándolos, previa limpieza y eliminación de restos de hormigón de los mismos.
Con estos datos, los arqueólogos Luis García Blánquez y Consuelo Martínez Sánchez, adscritos al equipo de Fórum, realizaron un plano en el que se fueron colocando, como si fuera un 'puzle', los sillares correspondientes a la ubicación adecuada para servir de guía a la colocación definitiva.
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Para proteger el azud durante la colocación de los sillares, se colocó un 'camino' de bandas de neopreno para el paso de la maquinaria.
Ante la disparidad de medidas del canto de los sillares, se tuvo que hacer la base de hormigón de cal específicamente para recibir cada sillar. Los sillares se transportaban suspendidos por cordinos de alpinismo, de poca sección y alta resistencia, de modo que, al encajarlos en su sitio, si no se podía recuperar, se cortaban y se dejaban en el sitio. Una vez colocados 'in situ' los sillares, se procedió al sellado de las juntas con lechada y con mortero de cal.
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